Hendrix subarrienda.

Por Bolívar Lucio.

Edición 421 / Junio 2017.

“Cuando el poder del amor sobrepase al amor del poder, el mundo conocerá la paz”.

Jimi Hendrix

 

I

Jimi Hendrix en 23 Brook Street, Londres, 1969.
Jimi Hendrix en 23 Brook Street, Londres, 1969.

La historia de Jimi Hendrix en Londres tenía que comenzar con un desafío a Eric Clapton. Son estilos, historias e intensida­des diferentes; pero, incluso en el territorio común del blues, Clapton es un instrumen­tista virtuoso, mientras Hendrix es el espí­ritu que devora la técnica. Junto al bajista Jack Bruce y el batería Ginger Baker habían formado Cream, una difícil marca de supe­rar; sin embargo, el mismo Bruce hablaría después de “la diferencia entre un maestro de la guitarra y una fuerza de la naturale­za”. Los testigos del primer encuentro entre estas dos leyendas cuentan que Hendrix improvisó una versión acelerada de Killing Floor de Howlin’ Wolf. Clapton estaba des­compuesto al final del jam, le costaba en­cender un cigarrillo y no creía que alguien pudiera ser tan buen guitarrista.

¿Quién era este Hendrix? Lo que se sa­bía era poco y, de alguna manera, extraño. Chas Chandler, exbajista en The Animals, lo había traído del Greenwich Village y tan seguro estuvo del hallazgo que lo probó en los círculos más exigentes. No se equi­vocó, porque Hendrix no dejó piedra sin remover en el Olimpo del mejor rock de la historia. El torrente de su fama es tanto más extraño cuanto, antes de su llegada a Londres, había lidiado cotidianamente con la pobreza y con un anonimato casi im­puesto. Había nacido en Seattle y tocado en cada R&B joint desde Texas a Florida, en el Sur Profundo, o sea negro y segregado, madurando un estilo que cambiaría para siempre la cara del rock. Tanto más extra­ño porque, cuando fue lo suficientemente bueno y tocaba con los Isley Brothers, Ike y Tina Turner y Little Richard, aún no con­seguía despegar su carrera. Hizo falta que desembarcara en Inglaterra para que solo dos semanas después, el primer día de oc­tubre de 1966, apareciera en el Polytechnic de Regent Street para dejar en ridículo a Cream, y seguir en carrera, llevándose todo lo que tenía en frente, incluso a sí mismo, hasta que lo detuvo la muerte.

II

Jimi Hendrix practicó guitarra todos los días de 1963, en todo momento y lugar, se dormía con la guitarra en el pecho y era lo primero que tomaba al despertarse. Se la colgaba al salir de casa y lo echaron de un cine porque siguió practicando durante la película. Vendrían los conciertos y tours como sideman; no consiguió ganarse la vida, pero desentrañó la matriz del blues; no escuchando la radio ni discos, sino in situ, uno a uno, con los músicos que gra­baban los discos. Ser parte de la banda de alguien más nunca le pareció demasiado entretenido, además que, en cuanto descu­brió la manera de fusionar blues y rock y hacerlo a toda velocidad y a todo volumen, no era inusual que le costara el empleo. Era demasiado ruidoso; además, había pesca­do de otros guitarristas el histrionismo de tocar con los dientes, con la guitarra en la nuca o entre las piernas. Fue a Harlem, en Nueva York, y descubrió que la comunidad negra no se entusiasmaba sino con soul y R&B, pero tampoco tenía intenciones de encasillarse en los gustos del gueto. Era 1965 y sobrevivía. La música estaba aún en el centro de todas las cosas, pero era un ambiente difícil, no era inusual que sus novias —de quienes, con frecuencia, de­pendía para tener techo o comida— fueran prostitutas. El Village era más diverso y le recomendaron que tocara ahí. Sus fusiones musicales llamaban la atención, pero no como para atraer productores y disqueras. Ocurría lo mismo con sus trucos de esce­nario, aunque lo más llamativo era que lo hiciera impecablemente, sin perder el rit­mo. Y sin esfuerzo.

A uno de esos conciertos del Village fue Linda Keith, a la cuenta novia de Keith Ri­chards de los Rolling Stones. Ella vio lo que nadie había visto aún y se empeñó en con­seguir un productor que lo grabara. Lo in­vitó a su casa después de una presentación. Pusieron discos de blues (de la colección de 45 revoluciones de Richards), ella les daba vuelta o cambiaba los discos, Jimi, desde el sofá, acompañaba en guitarra lo que oían. En algún momento de la noche ella le pre­guntó si había probado ácido y que si le gus­taría hacerlo. Él, ingenuamente, le contestó que no, que no había pensado hacerlo, pero que sí le gustaría probar LSD, sin saber que eran lo mismo. Linda Keith le preguntó si le gustaba Bob Dylan, Hendrix dijo que sí. Después ella puso en el plato el disco que acababa de lanzar Dylan, Blonde on Blonde. Fue el momento clave de la noche.

Los celos de un inseguro Keith Ri­chards pueden haber estado detrás de los tropiezos que afrontó Linda. Ella sale de la película en este punto, pero antes se puso en contacto con Chandler, que vio lo que tenía que hacer y lo hizo rápido: a finales de septiembre de 1966 puso a Hendrix y su guitarra en un vuelo a Londres.

III

“You never told me he was that fucking good”. Si le creemos al periodista Keith Altham, eso fue lo que le dijo Clapton a Chandler después del concierto en el Po­lytechnic. Las noticias sobre Hendrix fue­ron un reguero de pólvora. La posibilidad de incorporar al guitarrista a una banda se desechó por completo; él sería el líder de una nueva y se hicieron audiciones para encontrar baterista y bajista, y formar un trío a lo Cream. El resultado fue The Jimi Hendrix Experience. Se incorporaron Mitch Mitchell, un baterista de jazz, ener­gético y versátil, y Noel Redding, guitarris­ta que tocaría el bajo, sin aspavientos, pero con creatividad y conectado, lo que pro­porcionaría a Mitchell y Hendrix una base para improvisar.

Llevaba un tiempo tocando en clubes, cuando una noche Hendrix y su novia Kathy Etchingham se encontraron con Ringo Starr. A él le contaron lo que gas­taban en un pequeño cuarto de hotel y el Beatle les dijo que podían subarrendar el departamento, que rentaba pero no utili­zaba, en el 34 de Montagu Square. Hen­drix y Etchingham, más Chandler y su novia se mudaron en diciembre de 1966. El departamento tiene hoy un disco azul que indica que ahí vivieron, brevemente, John Lennon y Yoko Ono (que se hicieron ahí las fotos de Two Virgins). Ahí también había pasado algún tiempo Paul McCart­ney, que aprovechó el espacio para hacer demos caseros de canciones como Eleanor Rigby. La estadía de Hendrix llegaría a un abrupto final después de que pintara de cal las paredes durante un viaje ácido.

En octubre The Experience terminó su primer sencillo Hey Joe, que en enero del 67 llegó al número seis de las listas. Justo después empezaron a grabar el pri­mero de sus tres álbumes: Are You Expe­rienced. El lanzamiento fue en mayo del 67, e incluía temas como “Red House”, “Foxy Lady”, “Fire” y “Manic Depression”. Esa primavera salieron también otros dos sencillos: Purple Haze y The Winds Cries Mary. The Experience tocaron bien juntos desde el primer momento, pero se foguea­ron en vivo: desde su llegada en el otoño del 66 a su partida para el primer tour de Estados Unidos el verano del 67, tocaron, solo en Reino Unido, casi 90 conciertos. Antes de volar a California para el Festi­val de Monterrey, tocó el de despedida el 4 de junio de 1967, en el Saville Theater. Los Beatles estaban en el palco e hizo un cover más pesado, más rock, de Seargent Peppers Lonely Hearts Club Band. Según The Experience, solo repasaron unos mi­nutos en el camerino antes de salir. Lo que sí es un hecho es que el álbum había salido a la venta apenas dos días antes.

Música--2

Jimi Hendrix se convirtió en uno de los mejores guitarristas sin siquiera estu­diar música o saber leer acordes de guitarra. Fue un total autodidacta y quizá eso fue determinante para que fuese innovador en la música, pues construyó su propio camino. Hendrix era zurdo, por lo que tuvo que modifi­car el instrumento para poder tocarlo.

Fuente: laprensagrafica.com

IV

El verano de 1968 fue muy distinto. Hendrix era archifamoso, en las listas su primer álbum había quedado por debajo solo de Sgt. Pepper; se había consagrado al fin, en su país y, por primera vez en su vida, comenzó a vivir en su propia casa. Kathy Etchingham encontró un departa­mento en el número 23 de Brooke Street en Mayfair. Lo que ella dice es que la casa era un oasis de paz en medio de las tur­bulencias de la fama, añade que no tenían timbre, que en consecuencia tenían pocas visitas y que tanto ella como Jimi eran ob­sesivos con el orden y vivían tranquilos. O casi: se cuenta que Jimi no escatimaba a nadie su número de teléfono (periodistas, dueños de clubes, groupies) y que el apara­to no dejaba de timbrar todo el tiempo a cualquier hora, tanto que la solución fue contratar una nueva línea, descolgar el otro aparato y ocultársele el número.

Justo detrás había callejones empedra­dos, con locales para las compras diarias y pubs. Además, los departamentos en edificios colindantes estaban ocupados por oficinas, de manera que no había vecinos a los que perturbar y Hendrix se podía permitir reventar parlantes sin con­secuencias. Desde el número 23, Hendrix llegaba a pie a los clubes donde tocaba:

Marquee, Speakeasy o Flamingo. Volvía tarde a casa, parece que no era extraño que tuvieran visitas que se quedaban has­ta el amanecer, pero, de acuerdo con Et­chingham, también a veces volvían solos, tomaban algo más y Jimi tocaba la guita­rra acústica, repitiendo el mismo riff has­ta que le salía perfecto. Al día siguiente, no se levantaban sino hasta las tres de la tarde, comían en los alrededores o pedían que les llevaran comida.

En el departamento de Brooke Street se reproduce el ambiente en el que vivían Hendrix y Etchingham: la botella de vino Mateus, tapices y alfombras, una hoja de papel con la letra de una canción, los ci­garrillos de su marca preferida. Desde la ventana del cuarto donde guardaba sus guitarras, se ven los callejones de Lancas­hire Court, solo que los locales que ocu­paron fruterías y tiendas hoy son bares y restaurantes caros; pero todavía caminar, desde ahí al este hasta los célebres bares, equivale a volver sobre la pista de la re­volución cultural del Swinging London. El Scotch of St. James, por ejemplo, un pe­queño local que frecuentaban Brian Jones, Pete Townshend, Jeff Beck, Eric Burdon, Donovan, Jimmy Page, los Beatles y Eric Clapton, está en una especie de patio in­terior, al que se llega a través de pasadizos.

Por coincidencia, sobre esa misma esquina, aunque en el número 25, había vivido, doscientos años antes, el composi­tor George Handel que, como Hendrix, se convirtió en una sensación inmediatamen­te después de llegar a Londres. Las habita­ciones de ambos son el Handel-Hendrix Museum. Dentro también se reproducen su dormitorio y la sala donde componía o ensayaba. Menos visitada y más silenciosa, lo que se ven son clavecines y cuadros de la gente con la que se asoció. Aparte de que son historias separadas por el tiempo y una pared de madera y estuco, otro paralelo en­tre ambos músicos es que Handel pagaba una renta de 30 libras al año y Hendrix 35, pero a la semana.

V

Para la primera noche en Londres, el 24 de septiembre de 1966, Chandler organizó un concierto en el Scotch, que bastó para que Hendrix llegara a ser famoso sin haber escrito ninguna canción. Él tenía discipli­na, intuición, unos dedos larguísimos que le dejaban hacer puente con el pulgar para encontrar notas y acordes insospechados y maestría en el uso del pedal; pero la guía de Chandler, que balanceaba el estilo y la fuerza en las canciones, se debilitó en la es­piral creativa de Hendrix. El siguiente dis­co Axis: Bold as Love se grabó entre tours y fue el último hecho en Inglaterra. El último disco del trío, Electric Ladyland, se grabó en Estados Unidos y Chandler abandonó las sesiones a mitad de camino. La atmósfe­ra fue distinta, experimental y estuvo bajo el completo control de Hendrix, empeña­do en repetir una toma hasta treinta veces, aunque para todos, la segunda no se distin­guiera de la vigesimonovena. Redding se hartó y en algunas pistas tocó otro bajista, Billy Cox, un viejo conocido de Hendrix.

La unidad y equilibrio que había teni­do la banda devino en conciertos sin color ni espíritu. Hendrix, exhausto y colgado, a veces no podía terminar. El ritmo de grabaciones y conciertos no había dis­minuido y las drogas que consumía para mantener el ritmo le pasaban factura. Poco tiempo después, mientras estaba de gira en Estados Unidos, la banda se disol­vió. Imágenes famosas de presentaciones, como la de Woodstock en 1969 e Isle of Wight en 1970, son parte de la historia, y la banda tiene otro nombre. A diferencia de las unánimemente aprobatorias rese­ñas de 1967, las que se escribieron sobre la gira en Escandinavia y Alemania, los conciertos en el Royal Albert Hall, la gra­bación de una presentación en la BBC, fueron tibias, cuando no negativas. Su úl­tima presentación tuvo lugar el 16 de sep­tiembre de 1970 en el Ronnie Scott’s Bar. Tocó un jam con Eric Burdon, solo acom­pañándolo, relegándose a un segundo pla­no, como si estuviera ya en otra parte.

VI

Jimi Hendrix amaneció muerto el 18 de septiembre de 1970 en el Hotel Sa­markand, al 22 de Lansdowne Crescent en Notting Hill. Los paramédicos encon­traron la puerta abierta del departamento y él estaba solo, como un perro en la calle. Él y Monika Dannemann habían desayu­nado en el jardín. En las fotos Hendrix aparece con una Stratocaster nueva, se ve agotado, pero no intranquilo, un amago de calma cotidiana, té con leche en un jardín inglés. Esa tarde vio a conocidos y después asistió a una fiesta, que otros concurrentes recuerdan por la pelea entre Hendrix y Dannemann. Gritos en el in­tercomunicador, entradas y salidas, y des­pués Hendrix dejando precipitadamente el lugar. No todo era calma.

De vuelta en Lansdowne Crescent ya solo se tiene el testimonio de Dannema­nn. Habrían tomado vino y preparado sándwiches, cosas que la autopsia no con­firmó exactamente. Si los siguientes acon­tecimientos fueron accidentales o inten­cionales, es algo que la inconsistencia de las versiones de Dannemann ha oscureci­do. Ella tomaba píldoras para dormir. Hendrix le habría pedido unas cuantas, porque estaba habituado a tomar anfeta­minas y barbitúricos cotidianamente y como caramelos para mantenerse des­pierto y para dormir. Dannemann asegu­ra que Jimi estaba inconsciente pero vivo cuando ella despertó y que, inmediata­mente, llamó a los paramédicos, pero para cuando llegó la ambulancia ella no estaba y Hendrix llevaba varias horas muerto. Se supo que el tipo de pastillas que Danne­mann tomaba era diez veces más potente y, acción u omisión, si ella se lo advirtió o si en efecto se tomó una antes y dormía para cuando él tomó un puñado, es algo que nunca llegaremos a saber.

 

 

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