
A veces parece que viven uno de sus sueños: ya no pierden el tiempo en el tráfico pues llevan casi un año y medio sin compartir espacio físico con jefes y compañeros. Pero la carga de tareas ha aumentado, al mezclarse con las obligaciones de la casa que, por horas, además de oficina, ha sido colegio, con las clases telemáticas.
Pese a eso, el teletrabajo les ha permitido probar una nueva manera de conjugar mejor sus vidas profesionales y familiares.
Josselyn Arcos, de veinticuatro años, labora de modo telemático en Corivet, que vende insumos veterinarios para perros y gatos, de 08:30 a 17:30, con una hora para almorzar. Le dieron el computador, la impresora y una silla. Antes de la pandemia volvía a casa en la noche, casi no compartía con su hijo Benjamín Castro, de cuatro años. No ha sentido la presión de hacerse cargo del hogar y de cuidar de su niño, pues tiene el apoyo de su madre, Anita.
Su función es atender a los clientes, que los buscan a través de llamadas telefónicas, WhatsApp, la web, Facebook e Instagram. Su secreto es cumplir con las tareas asignadas para cada día y no dejar pendientes. Así, a las 17:30, apaga la computadora y se dedica a su familia. Le parece que sus jefes son flexibles y están contentos con su desempeño.
La covid-19, si bien hizo daño, también empujó a las empresas a dar un salto que hubiera tardado años y quizá décadas. Lo impensable ocurrió en el Ecuador, en 2020, y continúa en 2021: abogados, auditores, asesores financieros, arquitectos, ingenieros, periodistas, diseñadores, maestros, psicólogos, asistentes e incluso médicos, entre otros, han podido teletrabajar.
En el país la modalidad, para el sector privado, se implementó en agosto de 2016, a través de un acuerdo ministerial, y en el público, en mayo de 2017. Para marzo de 2020 había 15 669 teletrabajadores, 97 % privados.

Solo tres meses después, tras la declaratoria de emergencia sanitaria, que dio paso al confinamiento obligatorio, ya eran veintisiete veces más: 428 339 teletrabajadores. Y para entonces la mayoría, 67 %, era empleado público. Hasta el 16 de junio, el Ministerio de Trabajo registró 456 534 empleados laborando de forma no presencial. Algunos empresarios se han reseteado. Superaron el control centrado en tener los ojos sobre el empleado que marca tarjeta.
Cada vez suena más caduca la idea de obligar a todo el personal a regresar a la oficina; sería ir en contra de las tendencias mundiales; desaprovechar la experiencia global ganada como humanidad.
En mayo Marc Zuckerberg, CEO de Facebook, contó que trabajar a distancia le permitió tener más espacio para pensar a largo plazo y pasar más tiempo con la familia, “lo que me ha hecho más feliz y productivo”.
Sus colaboradores, en todos los niveles, podrán trabajar a distancia, si su función lo permite. Quienes deseen volver a la oficina lo harán, pero los animarán a pasar a quedarse la mitad del tiempo ahí.
Facebook también busca superar fronteras y dejar que sus empleados se muden de Estados Unidos a Canadá, y de Europa o Medio Oriente al Reino Unido.
Ellas se adelantaron
En 2016 María Cecilia Holguín e Isabel Jácome tuvieron que decidir entre su profesión o cuidar de sus hijos. Así que empezaron con Lila Working Moms, una bolsa de trabajo flexible para mamás.
¿Qué les buscan? “Flexibilidad de entrada y de salida; teletrabajo completo que ya fue obligatorio en la pandemia, parcial permanente y media jornada; libertad para cumplir con su labor y con miles de roles más”, detalla María Cecilia.

Seis mil mamás se han registrado en su bolsa y hace cinco años los gerentes no estaban listos. Así que comenzaron también con Lila Consulting, para apoyar a las empresas a gestionar temas de flexibilidad. Y les asesoran sobre herramientas y accesibilidad.
Las empresas debieron probar con esta opción, por la pandemia. Por lo que María Cecilia le llama “teletrabajo tramposo”; no hubo un diagnóstico; no fue una medida de flexibilidad sino de emergencia.
La Ley Humanitaria —reflexiona— habla de acuerdos, no tan claros, entre colaborador y empresa, como un tema interno. Algunos jefes escriben hasta las 21:00 y el empleado siente la obligación de contestar. En el mundo, recuerda, hay reglas de no e-mails o chats a ciertas horas.
“El cambio que vivimos implica nuevas formas de liderar y de trabajar; el centro debe ser el colaborador, que también es padre de familia, esposo, hijo”.
Las lecciones de BDO
Nelson Morales, gerente de BDO Tax, recuerda que su primera experiencia con el trabajo remoto ocurrió en octubre de 2019, con la paralización de casi dos semanas, por el anuncio de eliminación del subsidio a los combustibles.
“Siempre les pedíamos avanzar a la oficina, pero hubo días en que fue imposible movilizarse y experimentamos con teletrabajo”.
Para junio de 2020 ya habían definido estrategias para monitorearlos de forma remota. Y “vimos que el nivel de rendimiento fue excelente; además, el estrés de todos se redujo. La modalidad se va a quedar, la aplicaremos más que la presencial”.
Esa nueva realidad hizo que revisaran el uso de espacios físicos. Tenían suficientes oficinas para duplicar el tamaño de la compañía y ahora quizá, apunta Morales, deberán ocupar el 50 o 25 %.
Comparten tecnología con la red internacional de BDO, con programas como Microsoft Teams y han fortalecido sus sistemas de seguridad. Han entendido los beneficios de que hablaban las multinacionales, que están en su cartera de clientes, y que ya aplicaban esa modalidad.

“Somos flexibles, trabajamos bajo resultados”, dice y comenta que a veces sus colaboradores trabajan los sábados, por lo que, si el lunes a las 10:00 requieren un permiso, no aplican descuentos a vacaciones. En BDO hay algo más de doscientos trabajadores, setenta de ellos en Guayaquil y el resto en Quito.
Flexibilidad es ganar, ganar
“La pandemia ha sido dura, pero nos dio una oportunidad de aprender a hacer las cosas de modo más eficiente y creativo”, comenta Rafael Avilés L., CEO y cofundador de Ecuaprimas (www.ecuaprimas.com). Es un broker de seguros, con cinco oficinas y doscientos colaboradores.
Cuentan con la certificación de Great Place To Work, como un gran lugar para trabajar. Pero no pensaban probar el teletrabajo en 2020.
En junio revisaban con Grupo Lila otras modalidades de trabajo, basados en la realidad de cada colaborador, requerimientos del servicio a los clientes y las mejores prácticas de estos meses.
Las reuniones seguirán virtuales. Hay colaboradores que viajan dos horas al trabajo en la mañana y dos horas de regreso a casa. “Podrían dedicarlas a descansar, a compartir con la familia, a tomar un curso o a trabajar más”.
Avilés no cree en un control al colaborador “tipo capataz; a la antigua, marcando tarjeta”. Al trabajar por objetivos, dice, algunos pueden haberse trasnochado preparando un informe o atendiendo la emergencia de un cliente.
Este CEO señala que el trabajo telemático sí les ha permitido tener mayor eficiencia económica. Devolvieron el 50 % del espacio físico en Quito y el 30 % en Guayaquil.
Hay actividades —anota— que requieren más trabajo presencial. Y enumera: en una fábrica, en negocios de hotelería o en restaurantes. Pero independientemente del tipo de industria, los equipos de contabilidad pueden combinar trabajo en casa. Analiza una modalidad híbrida y espacios de coworking.
“La decisión se basará en flexibilidad para maximizar la productividad, pero también para mejorar la calidad de vida de las personas”.
Un sistema híbrido
Cecilia Galarza, jefa de desarrollo organizacional de Grupo Ola, Óptica Los Andes, relata que meses antes de la pandemia empezaron a usar el Office 365, que facilita el trabajo colaborativo. Eso les ayudó.
“La experiencia ha sido buena, con los altos y bajos del trabajo online. A veces hay trabas por malas conexiones y por lo que implica tener en un mismo espacio a la familia entera”.
Por la naturaleza de su negocio 74 % de 251 trabajadores laboró de modo presencial. “Quizá 10 % podría seguir bajo un esquema híbrido”.
Desde casa la jornada sigue de 09:00 a 18:00, con una hora para almuerzo. Algunos colaboradores extrañan la interrelación social. Otros al ser padres se sienten más tranquilos en sus hogares.
La mayoría quisiera que se estableciera una modalidad híbrida: dos o tres días de oficina y el resto teletrabajo.
En el Ecuador no hay una política, señala, con beneficios para el colaborador que está en teletrabajo; por lo que servicios de Internet son asumidos por él, por ejemplo. “Les hemos dado computadoras y la opción de llevarse sus sillas. Ellos pagan servicios básicos, papel higiénico, el cafecito; para la empresa es un ahorro en papelería, por ejemplo, nos volcamos a lo digital”.
Cecilia tiene dos hijos de siete y diecinueve años. En su caso ella ya acostumbraba almorzar en casa. Pero, “mi hija menor ha valorado mucho que en los recesos pueda darle un beso. Se asoma despacito y me abraza. Es una de las ventajas que nos ha regalado esta temporada”.
Para ella, optometristas, vendedores y más equipo presencial son héroes. Como otros trabajadores se han arriesgado desde el principio, aunque siguiendo medidas de bioseguridad.
¿Nueva normalidad?
Desde marzo de 2019 Telefónica Ecuador probó su programa Home Office. Ochocientos colaboradores, 75 % de su plantilla, laboraban desde casa un día a la semana.
Marisi Vivas, su vicepresidenta de Personas, anota que su objetivo fue potenciar la productividad y la motivación de los colaboradores. Al fortalecer más el equilibrio entre vida personal y laboral, aumenta su compromiso con la empresa.

Para ellos el Home Office es otro beneficio laboral, que les permitirá retener al mejor talento, uno cada vez más millennial, pues, dice, en apenas cinco años, 75 % de la fuerza laboral vendrá de ese grupo demográfico. Además, tienen día libre por cumpleaños, los viernes se trabaja solo hasta el mediodía.
En Telefónica creen que el trabajo desde casa representará, en poco, la nueva normalidad. Analizan una forma híbrida de trabajo, presencial y con días de Home Office. Pero quienes están al cuidado exclusivo de hijos o tienen enfermedades crónicas o discapacidad podrían quedarse más días en casa.
La abogada
El punto de referencia de Alba Guevara, abogada y docente de la Universidad Internacional del Ecuador (UIDE), es Europa. Allá el teletrabajo, explica, llegó hace treinta años. Le preocupa que en el Ecuador la pelota esté en la cancha del empleador.
La Ley Humanitaria, precisa, deja que el patrón decida qué modalidad le conviene. A diferencia de lo que pasa en España, donde las madres pueden acogerse. “Fue un salto inmenso, antes de la pandemia había la percepción de que la relación laboral válida era la de esclavo y capataz, que vigila para que produzca”.
En la ley, comenta, se dice que al empleado se le debe entregar insumos, pero no ocurre; tampoco se apoya con pago de servicios de Internet y energía; pese a que son ahorros para el empleador. También se habla de desconexión, y hay mujeres con veinte horas diarias de trabajo profesional y doméstico. Se debió tomar las directrices de la Organización Internacional del Trabajo (OIT)
“En todo caso se debe mejorar la legislación porque la modalidad llegó para quedarse”.