
Pelo rojo encendido. Vestido rosa de lunares negros. Medias amarillas con puntos. Es Yayoi Kusama de 94 años. Vive en un hospital psiquiátrico en el que se internó voluntariamente y, desde ahí, sigue creando. Ella misma parece una obra de arte, la Little Dot del cómic de Harvey (1949), hecha de carne y hueso. Esta es su obra.
Yayoi Kusama nació en Matsumoto, Japón, en 1929, en una sociedad en la que no encajaba. Desde pequeña era rebelde, vivía en el campo y su familia tenía trazado su futuro: debía ser ama de casa como mandaba la tradición. A los diez años pintaba, pero se salía del molde. Su madre rompía sus dibujos. Pintaba las flores del campo, pero las llenaba de puntos y patrones. Cientos de puntos. Puntos infinitos. Puntos que, obsesivamente, aparecían en su cabeza como alucinaciones y luego se volvían dibujos.
En estos días sus puntos volvieron a ponerla en el ojo público en Nueva York, París, Tokio y en el Museo Guggenheim de Bilbao.
Su obra está en Nueva York porque, en una nueva alianza con Louis Vuitton para celebrar los diez años de la famosa marca, la tienda ubicada en la Quinta Avenida de Nueva York se ha vestido de lunares. Una réplica robótica de Yayoi Kusama ha estado dibujando puntos en un escaparate y, una figura gigante suya, abrazando el edificio. La casa de modas de Vuitton tiene más de 450 productos con los lunares de la artista, desde bolsos hasta perfumes.
Además del robot, Louis Vuitton también rinde homenaje a Yayoi Kusama a través de una instalación gigante que decora el frente de la tienda con una foto de la artista japonesa sosteniendo una de las bolsas de la nueva colección mientras pinta puntos multicolores. Diez años atrás Louis Vuitton patrocinó la retrospectiva de Kusama en el Museo Whitney y, ahora, la obra de esta artista es parte incluso de los filtros de Snapchat o Instagram de la casa de moda.
Además, en la galería David Zwirner, también en Nueva York, se ha montado una nueva exposición que incluye esculturas de flores monumentales de vivos y alegres colores, claro, con puntos. Sus calabazas gigantes, amarillas con lunares negros, forman parte de I Spend Each Day Embracing Flowers. Esta muestra reúne la obra más reciente de Kusama, incluyendo pintura, escultura, instalaciones y un nuevo espejo infinito, obra en la que hacen fila miles de espectadores para estar dentro de ella, aunque sea por un minuto. Estos espejos son hechos de vidrio, madera, sistema de luces LED, metal y paneles acrílicos.
La galería David Zwirner reseña el trabajo de la artista japonesa con las siguientes palabras: “Yayoi Kusama, figura pionera del arte de los siglos XX y XXI, ocupa un lugar especial en la historia del arte contemporáneo. Su fusión única de arte pop y minimalismo en la década de 1960 dio lugar a una obra increíblemente personal y de resonancia mundial.
Caracterizadas por elementos repetitivos como los puntos, las creaciones de Kusama evocan los reinos microscópico y macroscópico. Su genio creativo abarca diversos medios, como pinturas, performances, instalaciones del tamaño de una habitación, esculturas al aire libre, literatura, cine, moda, diseño e incluso intervenciones arquitectónicas”.

Además de los puntos, las obras más famosas de Yayoi Kusama son los espejos infinitos. El primero lo creó en 1965. Trasformó su trabajo del papel a la experiencia de la percepción y eso la ha hecho mundialmente famosa.
En el Guggenheim
El Guggenheim de Bilbao abrió hace poco una exposición titulada Yayoi Kusama, 1945 hasta hoy, que inicia con un autorretrato amarillo con puntos negros y que incluye una sala de espejos infinitos.
“La artista y escritora japonesa Yayoi Kusama es una figura singular admirada por los historiadores de arte por su pionera trayectoria, que abarca múltiples movimientos artísticos desde los años sesenta hasta el momento actual. Convertida en verdadero ícono cultural a nivel global, en las últimas siete décadas la artista japonesa se ha consagrado a su visión vanguardista con convicción, perfeccionando su personal estética, que es fiel reflejo de su filosofía vital”, dice el texto curatorial de la exposición.
Pinturas, dibujos, esculturas, instalaciones y material documental sobre sus happenings y performances forman parte de la muestra que ofrece, además, “un análisis en profundidad de su práctica, desde los primeros dibujos que realizó siendo adolescente durante la Segunda Guerra Mundial hasta sus últimas instalaciones inmersivas con espejos”.

La exposición del Guggenheim, organizada según criterios cronológicos y temáticos, aborda los seis momentos clave que atraviesan la vida de la artista: infinito, acumulación, conectividad radical, lo biocósmico, muerte y la energía de la vida. Estos aparecen y evolucionan dentro del universo obsesivo de Kusama, quien lleva décadas agitando la escena artística y la sociedad para favorecer la “sanación de toda la humanidad”.
Kusama es hoy un verdadero ícono del arte de vanguardia en el mundo. La muestra del Guggenheim incluye recursos didácticos y pedagógicos para comprender la obra de la artista.
¿Rivalidad con Warhol?
Dicen las malas lenguas que entre las cosas que tuvo que enfrentar la artista japonesa estuvo el menosprecio de sus colegas e, incluso, el plagio. Todo empezó en diciembre de 1964. Kusama había montado su primera exhibición en la galería Gertrude Stein en Nueva York. En el centro de la sala había un bote repleto de penes y figuras fálicas.
También tapizó la pared, piso y techo, además de los pasillos de la galería, con imágenes de un bote reproducidas cientos de veces. En 1966, dos años después, Warhol presentó “Cow Wallpaper” en una exhibición en la galería Leo Castelli. Es un tapiz que reproduce la imagen de un cabeza de vaca rosa en un fondo amarillo cientos de veces. La artista intentó evitar que le volvieran a robar sus ideas y se refugió en su estudio donde cubrió todas las ventanas para que nadie pudiera ver sus obras.


Infinito, la película
Infinitos son los puntos del universo. Infinitas las luces de las ciudades cuando se encienden en la noche. Infinitos los puntos con los que Yayoi Kusama ha interpretado al mundo. Infinito es también el nombre de un documental sobre su vida. De niña campesina del Japón a artista asiática en el Nueva York de los sesenta. El documental cuenta los rechazos que ella enfrentó desde su niñez, primero con sus padres, luego con sus maestros porque su idea de arte estaba ligada directamente a la libertad, en un medio machista, tradicionalista y opresor.
Siendo muy joven encontró un libro de Georgia O’Keeffe y decidió escribirle: “Estoy apenas en el primer paso en la larga y difícil vida de ser pintora. ¿Sería tan amable de mostrarme el camino?”. O’Keeffe le respondió, insistiéndole en que se fuera a Estados Unidos. Así es como hizo maletas y, literalmente, escapó a Nueva York. Ahí no la tuvo fácil, el medio fue también adverso para ella.
Atravesó momentos de fama, pero también de depresión profunda y varios intentos de acabar con su vida. En el documental narra cómo se lanzó por la ventana de su piso en Nueva York. Depresión y TOC (trastorno obsesivo compulsivo) del que nacen sus trazos repetidos y patrones de puntos y de líneas. Según cuenta en varios videos y documentales, ese estado de “obsesión infinita” se le produjo desde niña y empezó a pintar el mismo motivo de forma interminable.

Luchó hasta que su trabajo fuera reconocido en un mundo sexista y racista. Participó en la Bienal de Venecia sin ser invitada en 1966 y causó sensación con una instalación de 1500 esferas plateadas, hechas de plástico, que llamó “Jardín de narcisos”. Además, vestida con un kimono dorado y plateado, y un obi rojo, decidió vender las esferas a los espectadores por dos dólares con la inscripción “Tu narcisismo en venta”.
“Si dejo de pintar, empiezo a sentir tendencias suicidas”, dice en el documental. Recuerda que llegó a ver puntos y patrones repetidos en el piso, en el techo de su habitación, en su propio cuerpo. Por eso pinta, de manera compulsiva, luchando contra su enfermedad mental a diario, encontrando en la pintura la forma de sanar su mente de las alucinaciones que padece.

que se convirtió en una de las artistas vivas más celebradas del mundo.
La película destaca la luz infinita y el colorido universo que coexisten con su oscuridad: las esculturas de materiales blandos que la ayudaban a liberar traumas de la infancia; los happenings de desnudos que ejercían una crítica a la guerra de Vietnam; los lunares que manifiestan una lucha contra sus propios miedos y alucinaciones, y sus hermosos cuartos que brindan una visión más allá de su vida dentro de un hospital psiquiátrico desde 1977.
En 1989 un museo decidió hacer una retrospectiva con su obra. Hoy es una de las mujeres artistas vivas más famosas del mundo.
“Si no fuera por el arte, me habría quitado la vida hace mucho tiempo. Quiero vivir para siempre”, dice en el documental la artista que convierte la energía de la vida en colores intensos y puntitos de los que llena su universo.
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