
Cuando este filme mexicano, dirigido por Alfonso Cuarón, se estrenó en las salas quiteñas, en 2002, hordas de adolescentes se acercaron a las taquillas de los cines, pensando que se encontrarían con una especie de American Pie o Porky’s —es decir, una suerte de película picaresca juvenil— pero a la mexicana.
Y el filme de Cuarón no defraudó esas expectativas. La historia de dos jóvenes hedonistas que reciben algo parecido a una educación sentimental (y sexual) por parte de una mujer mayor que ellos, en un viaje en busca de una playa paradisíaca llamada Boca del Cielo, hablada en jerga chilanga graciosa y espontánea, y adornada con bastantes escenas de desnudos y sexo, era pues, en la epidermis, la versión Generación X de Alfonso Zayas y Héctor Suárez de vacaciones con Sasha Montenegro.
Digo “en la epidermis” porque, si bien Y tu mamá también cumple con esa copiosa tradición picaresca, es una película que dice mucho más de lo que cuenta. Y ese discurso no se emite con palabras, sino sobre todo con imágenes. Así, mientras el trío recorre, en un viejo automóvil, las rutas pequeñas del México profundo, hablando sin parar sobre nimiedades y encuentros sexuales, desde la ventanilla del vehículo alcanzamos a ver procesiones rituales de campesinos, policías capturando delincuentes o coloridos matrimonios de pueblo.
Los jóvenes Tenoch Iturbide y Julio Zapata; el primero, hijo de la oligarquía nacionalista del PRI; el segundo, hijo de la clase trabajadora; y Luisa Cortés, española, esposa frustrada de un primo de Tenoch y que guarda un gran secreto en relación con su estado de salud, sostienen el gran tramo de la película con notable cadencia. Las interpretaciones de, en su orden, Diego Luna, Gael García Bernal y Maribel Verdú son, pasados veinte años del estreno del filme, parte ya de la leyenda cinematográfica latinoamericana.
Pero lo desconcertante —y en mi criterio lo mejor logrado— proviene de una voz en off recurrente, dicha por Daniel Giménez Cacho, que nos informa detalles que los personajes nunca podrían saber o nunca podrían revelar en voz alta. En dicha voz en off —gran influencia de la nueva ola francesa de los años sesenta— encontramos claves de la profundidad y complejidad de la sociedad mexicana, aunque los datos y textos de la narración sean aparentemente triviales.
Esa es, pues, la clave de la película: cada detalle que es emitido con liviandad y frivolidad, en realidad construye evidencias de conflicto social, que van mucho más allá de los protagonistas y de la historia picaresca que presenta. Desde los nombres de los personajes hasta el modo de vida de Tenoch y Julio, todo parece ser un comentario de la realidad de México y, por extensión, de América Latina.
