Wu-Tang Conaie

Conaie
Ilustración: Diego Corrales

Leonidas IZA quiere atención. Han pasado un par de semanas y está ansioso, con el gusanillo que le pide saltar al escenario de nuevo, guitarra en mano. No. Su verdadero sueño sería rapear, micrófono en mano, rimando y rompiéndola, con una mano arriba. Prefiere el estilo de la costa este de Estados Unidos, pero eso lo saben muy pocos.

En otro lugar del mundo, los raperos RZA y GZA reciben noticias del paro nacional en el Ecuador. Ni siquiera sabían que ese país existía pero están absortos con las noticias. Siguen a la Conaie en Twitter. Les parece gangsta lo que esta gente ha hecho. El país entero los teme. El Estado estuvo de rodillas. Ni Trump logró semejante cosa. RZA y GZA son parte del Wu-Tang Clan, una agrupación mítica formada en Nueva York en los noventa. Siempre tuvieron una debilidad por lo exótico. Llenaron su proyecto con referencias al cine y las artes marciales asiáticas, pero este imaginario del mundo andino se perfila ahora como el modelo a seguir.

Todo esto lleva al tradicional chiste, que dice (tambores, por favor):

Primera escena: Los raperos RZA y GZA.

Segunda escena: El dirigente indígena Leonidas IZA.

¿Cómo se llama la película?: ¡¡¡Wu-Tang Conaie!!!

GZA y RZA viajan a Quito, Ecuador, para entrevistarse con IZA. Le muestran una espada de samurái que pasaría a ser suya en cuanto acepte ser parte de Wu-Tang Clan. La única condición es que deje de llamarse IZA (pronunciado Isa) y pase a llamarse EZA (con la z del idioma anglo, sonora como ronquido o zumbido de insecto). El dirigente indígena dice que tiene que consultar con las bases.

Pasan los días. GZA y RZA empiezan a perder la paciencia. Irrumpen en el Ágora de la CCE. Los indígenas están bailando y cantando. IZA reclama: “¡estábamos a punto de llegar a una decisión! ¿Por qué nos tuvieron que interrumpir justo ahorita?”. Deciden que lo mejor será entrar a una negociación. Hablan de mediadores: defensores de derechos humanos, ecologistas, curas, obispos, arzobispos, gestores culturales. Tiene que ser televisada, si no, no vale. “¿Qué ofrece Wu-Tang?”, dice por ahí uno de los dirigentes, un tal Gary, que está parado al lado de otro dirigente que cabecea del sueño. “¿Qué necesitan?”, preguntan los raperos. “Subsidios”, responde la multitud. Al lado de Gary, el otro dirigente se ha quedado completamente dormido.

En este punto vale la pena aportar con otro chiste tradicional (tambores, por favor):

—¿Saben por qué se queda dormido el dirigente indígena?

—¿Por qué?

—Porque trabaja con la NARCOlepsia.

GZA y RZA gritan: “¡¡¡Wu-Tang!!!”. Aparece el resto de la banda, están armados hasta los dientes con espadas samuráis, pistolas semiautomáticas y escopetas de cañón recortado. Los indígenas salen corriendo del Ágora hacia las calles de la ciudad y se dirigen a las universidades que quedan por ahí, cerca. Detrás de carteles gigantes que dicen “Zona de paz”, un grupo de personas los espera, animándolos a acercarse. “¿Qué les hicieron esos hombres malos?” preguntan, mimosos. Les dan de comer.

IZA está seguro de que su futuro está en el rap neoyorquino. No quiere perder esta oportunidad. Sin convocar a las bases accede a tener un diálogo con GZA y RZA. Acepta la espada. Fin del paro. Fin del chiste (platillos, por favor).

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