En el imaginario colectivo, pocos lugares están tan conectados a la historia de un trágico romance como lo está Verona, donde “dos familias de rango y calidad renuevan viejos odios con pasión y manchan con su sangre la ciudad”. Estas famosas palabras, que seguramente hemos leído en voz alta alguna vez, escuchado en una obra de teatro o visto en una de las varias versiones cinematográficas de la famosa obra de Shakespeare, son el punto de partida del famoso relato de Romeo y Julieta. Inseparable del enclave en el cual esta historia ficticia ocurre, Verona es un personaje más de la célebre tragedia.
Atravesada por el río Adigio, y con sus puentes, plazas e iglesias imponentes, esta ciudad del Véneto es una de las tantas joyas de Italia. Su famosa Arena es el escenario de un fantástico repertorio de óperas y conciertos, mientras que su centro histórico está protegido por la Unesco, en particular por los invaluables remanentes de fortalezas militares que se encuentran ahí. Bajo el poder de la familia Scaglieri, una de las “señorías” más importantes de Verona, entre 1260 y 1387 la ciudad floreció y se convirtió en un reconocido centro económico y artístico.
El punto de encuentro de cuatro vías consulares, la vía Gálica, la vía Augusta, el Vicum Veronensium y la vía Postumia, fue también el hogar del artista conocido como Veronese y la cuna de Isotta Nogarola, la primera gran humanista mujer y una de las pensadoras más importantes del Renacimiento italiano (autora del Diálogo sobre el pecado igual o desigual de Adán y Eva). Pero además de esto, Verona fue el escenario no de una, sino de dos obras del dramaturgo inglés, William Shakespeare. Aunque su comedia Los dos hidalgos de Verona (1591-1592) fuese uno de sus primeros trabajos reconocidos, es más bien la tragedia de Romeo y Julieta (1595) la razón principal por la cual cada año se movilizan hasta esta ciudad miles de turistas tras el rastro, en gran medida imaginario, de la pareja más memorable de la historia de la literatura.

Las versiones de Romeo y Julieta
Los relatos de amantes cuyo amor se ve truncado por sus padres y beben pociones mortales están presentes en la literatura desde tiempos clásicos. La historia de Píramo y Tisbe, cuyo triste destino está incluido en las Metamorfosis de Ovidio, es una de ellas, como lo es la de Troilo y Criseida que intentan vivir su pasión secreta en un mundo complicado que no aprueba su amor. Muy probablemente, Shakespeare se inspiró en aquellos cuentos para su versión de Romeo y Julieta (originalmente llamada La excelente y lamentable tragedia de Romeo y Julieta), que ya había sido narrada anteriormente por Mateo Bandello y contada en inglés por Arthur Brooke, que se basó a su vez en la versión francesa de Pierre Boaistuau.
Se cree también que el escritor vicentino Luigi da Porto fue el primer autor de esta famosa historia (publicó su versión en 1530), unos treinta años antes de que lo hiciera Shakespeare. En todo caso, al margen de quien haya escrito la tragedia inicialmente, es la versión del autor inglés la que se ha popularizado y que muchos llevan en la cabeza cuando visitan Verona, la ciudad de Romeo y Julieta.

Las casas de los amantes
Dependiendo de la época del año, una puede encontrarse con pocas o miles de personas haciendo la misma ruta por los lugares emblemáticos (y ficticios, a pesar de sus conexiones con algunas historias reales) que recorrieron los amantes de esta tragedia. Sin saber muy bien por dónde comenzar, lo más acertado parece ser dirigirse al punto de partida de la vida de ambos personajes: los hogares de Romeo y Julieta.
En el centro de la ciudad, en la vía delle Arche Scaligere y cerca de un encantador jardín que ahora alberga una escultura de esta pareja, se encuentra la que fue la supuesta casa de Romeo, un edificio medieval que perteneció a la familia de los Montescos hasta principios del siglo XIV. De acuerdo con algunos indicios y menciones históricas, los Montescos en efecto existieron y tuvieron conflictos con otras familias de la ciudad que también buscaban controlar Verona, aunque sus famosos enemigos fuesen más bien los Sambonifacio y no los Capuletos. A la casa de Romeo no se puede entrar (es privada), así que los curiosos se hacen una foto en el portal, donde dice “Casa de Cagnolo Nogarola conocido como Romeo”, y luego se quedan ahí unos segundos imaginando la vida de este galán antes de que su destino se entrelazara con el de Julieta.
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Junto a la Piazza delle Erbe y en la vía Cappello se ubica una casa-torre construida a finales del siglo XIII, en cuyo muro exterior se puede observar un sombrero de piedra, pues cappello en italiano hace referencia a este accesorio. Probablemente fuese esta la insignia de la familia Cappelletti o Capuletos como fueron conocidos más adelante. Lo más común es encontrarse con una larguísima cola de gente que espera entrar al patio interior del edificio. Después de hacer la fila, nos encontramos con una estatua de Julieta en medio de un pequeño jardín.
Curiosamente, muchas mujeres se apelmazan para hacerse una foto mientras tocan el seno derecho de la figura de bronce pues, según un mito popular, aquellas que lo hagan vivirán una vida feliz. Al mismo patio da el balcón, al que se accede desde el interior de la casa, pagando una entrada. Una vez dentro, en cada una de las habitaciones de la casa, podemos observar escenas reconstruidas de obras de teatro y películas sobre Romeo y Julieta, a través de las cuales el visitante puede imaginar la vida de Julieta Capuleto en su supuesto hogar. Pagando cientos de euros, es también posible casarse en este edificio —aunque la mayor parte de la gente parece contentarse con salir al teórico balcón donde se desarrolla uno de los momentos más conocidos de la historia del trágico amor de Romeo y Julieta— y, recientemente, era incluso posible pasar una noche ahí.
Cabe recalcar que esta casa es uno de los monumentos más visitados de Italia.

Romeo y Teobaldo
De camino a otro de los lugares legendarios de este cuento, pasamos por la vía Cavour, donde se puede avistar en la fachada de un palacio antiguo un bajorrelieve de bronce sobre el duelo de Romeo y Teobaldo, que habría ocurrido en aquel lugar. Quien haya leído la obra de teatro recordará la importancia de esta pelea, en la cual Romeo venga la muerte de su amigo Mercurio, y es desterrado de Verona como castigo por haber apuñalado a Teobaldo, primo de Julieta. Es en ese momento que la desdichada historia amor de estos personajes se hace realmente imposible, desatando una serie de eventos que culminan en la muerte de ambos.

La tumba de Julieta
A las afueras de la ciudad, siguiendo un camino arbolado que pasa por algunas iglesias y monumentos medievales, nos encontramos con el Museo de Frescos G. B. Cavalcaselle. En el jardín que hay frente a él es imposible no detenerse frente a una gran estatua de piedra blanca de dos personajes alados, con rasgos orientales. Se trata de los amantes mariposa, Liang Shanbo y Zhu Yingtai —el Romeo y Julieta de la ciudad china de Ningbo, actualmente hermanada con Verona—. Esta célebre leyenda de la cultura popular china tiene muchos puntos en común con la historia de la pareja veronesa y, por ello, en 2006 las dos ciudades intercambiaron estatuas de sus personajes más famosos, con lo cual aquellos que visiten Ningbo podrán contemplar una copia de la Julieta de bronce.

Pero la razón principal por la que los visitantes llegan hasta este museo de frescos (y antiguo convento) es porque en su interior hay unas escaleras que los llevan hasta un antiquísimo sarcófago de mármol rojo sin tapa y vacío. Desde 1937 y con la intención de impulsar el turismo en Verona conectado a la obra shakesperiana, el director de los museos de la ciudad, Antonio Avena, decidió transformar aquel sitio en la tumba de Julieta. Aunque ahí no hubiese yacido realmente nunca este personaje, no es difícil imaginarse en ese espacio el final de esta triste historia que, como bien sabemos, consiste en la muerte de los dos amantes.
Verona, así, está inevitablemente conectada con la famosa obra de teatro, aunque con la excusa de ir tras el rastro imaginario de estos personajes, una termina descubriendo un fantástico lugar. De todas formas y aun deseándolo, es imposible desconectar el sitio de Romeo y Julieta, pero ningún enclave está libre de asociaciones, pues como escribía Ítalo Calvino: “La memoria es redundante: repite los signos para que la ciudad empiece a existir”.