EDICIÓN 485

Evángelos Odysséas Papathanassíou fue uno de los grandes revolucionarios de la música contemporánea. Tuvo una potente influencia en muchos compositores y en bandas sonoras que han sido los trending topic de la cartelera musical.
En mayo de este año falleció el famoso músico griego Vangelis a los 79 años, posiblemente víctima de covid-19. El suceso ocurrió en un hospital de París, donde vivió durante muchos años.
Vangelis fue una de las figuras más representativas del movimiento del rock progresivo y del new age que tanto caló sobre todo en los ochenta y noventa. Sus melodías muchas veces evocan escenarios futuristas que transportan al público a dimensiones situadas en un más allá de la vida cotidiana.
Sus creaciones impactaron con fuerza en el subconsciente de millones de jóvenes que se movían en ambientes hippies, contestatarios y decididamente contraculturales. Este griego excepcional fue una herramienta multipropósito: sus trabajos sirvieron para musicalizar eventos deportivos, películas y anuncios comerciales. Sus melodías fueron infaltables en las terapias de relajación o entre los gimnastas del yoga.
Orígenes musicales
Nació en la ciudad griega de Volos, la sexta más importante y más poblada del país. Provenía de una familia acomodada que podía darse ciertos lujos. En su vida privada fue muy reservado y optó por mantener un perfil bajo. Nunca pretendió ser uno de esos rock star de la época y de hecho su vida privada siempre fue tierra incógnita.
Apenas si concedía entrevistas y rara vez acudía a programas de radio o de televisión. A diferencia de sus colegas roqueros, no fue un aficionado a las drogas ni al alcohol. Se casó dos veces, la primera con Vana Verouti, una diseñadora y cantante; y la segunda con la fotógrafa y escritora Veronique Skawinska. En los últimos años descubrió sus habilidades como pintor y se dedicó con afán al oficio, al punto de exponer su obra en importantes galerías parisinas y londinenses.
Desde muy joven ya mostró ser un niño prodigio de la música, algo que probablemente se debió a la influencia de su padre, un consumado melómano. En su adolescencia tuvo un sintetizador Hammond, probablemente el primero que llegó a la Grecia de su época. Desde esos años le viene su gran apego a la música electrónica. Los eventos políticos que tuvieron lugar en su país, la revolución de los coroneles de 1967, lo obligaron a migrar a la convulsa Francia del 68 y luego a Londres.
En estas dos ciudades desarrolló su carrera. Sus inicios como músico profesional fueron con el legendario trío Aphrodite’s Child en el que también participaban dos grandes leyendas del panorama musical: su primo, el famoso Demis Roussos y el baterista Loukas Sideras. Para la fecha de constitución de la banda, Vangelis apenas había cumplido veinticinco años.

El grupo se desenvolvió básicamente dentro del ámbito del pop psicodélico, pero al cual añadieron melodías románticas que fascinaron a la juventud de comienzos de los setenta. Entre sus más inolvidables creaciones está “Rain and Tears”, una adaptación del canon en re mayor del músico alemán del siglo XVII, Johann Pachelbel. En Francia y en otros países de Europa el tema resultó todo un éxito, algo que disparó su popularidad.
Posteriormente siguieron otros tales como “End of the World” o “I Want to Live”, este último trabajo inspirado en el compositor francés del siglo XVIII Jean Paul Égide Martini. Más tarde salieron al mercado los no menos célebres álbumes Let Me Love, Let Me Live o It’s Five o’Clock.
Nuevos experimentos musicales
Vangelis, sin embargo, abandonó el grupo a raíz de las discrepancias que surgieron entre sus miembros. De hecho, la relación terminó como el rosario de la aurora. Roussos y Sideras formaron bando aparte. A tal punto llegó el enfrentamiento que la grabación de 666 se hizo en medio de un clima muy tenso donde ni siquiera se dirigieron la palabra.
Luego de concluida la grabación se retiró del grupo y empezó su carrera en solitario. El álbum cosechó éxitos notables y, según los críticos, fue la obra maestra de la banda. Se trataba de un disco conceptual y vanguardista inspirado en el Apocalipsis de Juan.
El trabajo, una obra de culto de los fans del rock progresivo de la época, contó con la colaboración del director de cine Costas Ferris y la participación de Irene Papas. El poema sinfónico no estuvo exento de polémicas, sobre todo debido a que la cantante helena escandalizó a cierto público con una escena en la que simuló un potente orgasmo de cinco minutos.
Por esto y porque se adujo que transmitía mensajes satánicos subliminales, el doble vinilo fue censurado en varios países. Más allá de las pugnas personales que motivaron la salida de Vangelis, de por medio también estuvo su deseo de lograr una mayor libertad compositiva.
Su enorme capacidad de inventiva le instaba a escapar de los rigores formales del rock, que ya se habían convertido en una camisa de fuerza. Precisamente, si algo caracterizó su carrera musical, fue su permanente afán de experimentar con fórmulas musicales y sonidos nuevos.
Respecto de 666 existe una anécdota en la que, cómo no, estuvo involucrado Salvador Dalí. Se cuenta que el pintor español fue invitado a un ensayo previo a la grabación definitiva del disco. Luego de escucharla, quedó impresionado por la enorme fuerza que mostraba el trabajo. En uno de sus comentarios sostuvo que le recordaba la barcelonesa Sagrada Familia de Gaudí y que “expresaba a la perfección el movimiento hippie”.
Dalí propuso hacer la presentación del álbum frente al templo, a la manera de un gran happening, al más puro estilo surrealista y lo que es más ¡con Franco todavía vivo! Según explica Javier Pérez Andújar, escritor experto en Vangelis, grandes altavoces debían ser colocados estratégicamente en las inmediaciones del edificio de manera que los decibelios retumbaran a la máxima potencia.
Hasta ahí todo más o menos normal. Pero la performance que, sin lugar a duda, quería escandalizar, incluía un desfile de soldados con uniformes nazis, a los cuales debía acompañar una formación de aviones de combate que arrojarían desde el cielo “elefantes, hipopótamos y arzobispos con paraguas”. Por último, “el montaje se completaría con cientos de cisnes volando con tacos de dinamita en su vientre”. En fin, toda una locura sinfónica muy al estilo del universo surrealista daliniano, pero que jamás llegó a ejecutarse.
Su carrera en solitario fue extensa, grandilocuente y con evocaciones heroicas. Earth (1973), su primer trabajo en esta nueva etapa, fue un álbum en el que experimentó, con recursos electroacústicos de última generación, algo que ayudó a perfilar aún más su personalidad y su estilo. ¡Hay que ver lo que hizo por la música el famoso sintetizador Yamaha CS-80! La pasión que sentía por las nuevas posibilidades que ofrecía la electrónica lo convirtió en el rey indiscutible de las bandas sonoras que empezaron a experimentar con este tipo de artilugios.
Buena parte de su fama le llegó con Carrozas de fuego, el conocido track de la película de Hugh Hudson. El trabajo le valió ser galardonado con un Óscar por la academia y, no solo esto, sino que fue el tema que musicalizó los Juegos Olímpicos de Seúl, Los Ángeles, Atlanta y Londres. Después vinieron otros éxitos igualmente relacionados con el mundo del cine y que ahora son unos auténticos clásicos.


Ahí están los soundtracks de Blade Runner y 1492: la conquista del paraíso, dos célebres películas del director británico Ridley Scott a lo que habría que agregar sus colaboraciones con Roman Polanski, Costa-Gavras y Oliver Stone. También trabajó con Irene Papas y con la no menos célebre Montserrat Caballé: con la primera grabó Odas y Rapsodias, mientras que la catalana participó en El Greco.
Imposible no destacar su relación con Jon Anderson, el célebre vocalista de la banda Yes. Ambos formaron el grupo Jon & Vangelis que, a comienzos de los ochenta, incursionó con temas como “I Hear You Now”, “He’s Sailing” o “State of Independence”.
Fascinación por la ciencia y new age
Desde luego, una parte de su carrera musical está marcada por su participación en varios documentales que, desde la década de los setenta, han fascinado a un numeroso público. Ahí están El apocalipsis de los animales, La fiesta salvaje y Ópera salvaje, los tres grandiosos filmes de Frédéric Rossif. La popular serie Cosmos de Carl Sagan que se proyectó en el Ecuador de los ochenta fue musicalizada por Vangelis y para ello se utilizaron, entre otros, fragmentos de Heaven & Hell.
Gracias a su participación en este proyecto, pasó de ser un músico de culto minoritario a volverse más popular y más comercial. Su pasión por las ciencias y sus melodías evocadoras de las estrellas y del sonido profundo de las galaxias lo convirtieron en el personaje idóneo para poner música a las atrevidas empresas científicas de las agencias espaciales, ¿quién mejor que él para mostrar las derivas estéticas de la ciencia? Detrás de estos encargos estaba el propósito de lograr una conexión emocional entre el público y la aventura espacial.
Mythodea fue compuesta para la NASA, con el fin de acompañar la aventura de la sonda espacial Mars Odysssey (2001). El álbum Rosetta lo hizo para la misión espacial europea que exploró el cometa del mismo nombre. Finalmente, en 2012 estrenó Juno to Jupiter en homenaje a la sonda que se lanzó para explorar al gigante gaseoso. Nunca el sonido de las esferas celestes estuvo tan bien logrado.
Vangelis se erigió, a partir de los setenta, en uno de los gurús de los modernos sintetizadores que renovaron íntegramente la música de la época. Junto a gigantes como Isao Tomita o Alan Parsons revolucionaron el gusto de todo un público formado en la escuela del rock más clásico.
El nuevo lenguaje musical electrónico que inventó se caracterizó por haber reincorporado el estilo de la música sinfónica clásica. Muy imbuido por el espíritu de la época, trató de vincular al ser humano con el mundo del futuro en el que las estrellas y las galaxias eran las grandes protagonistas. Su música evocaba una naturaleza sublime y, a través de ello, un más allá opuesto a la prosaica y acaso mediocre vida cotidiana. Vangelis buscaba expresar la trascendencia de la vida y esas olvidadas dimensiones que mostraban la hondura de la existencia.
Como los viejos prerrománticos alemanes, estuvo obsesionado con rehabilitar ese olvidado y desconcertante trasfondo misterioso que era lo humano. Su música quería volver a poner en sintonía al ser humano con esos lenguajes sublimes del universo. Como para Pitágoras, consideró que la música era un tejido matemático que reproducía el sonido de las esferas celestes. En este sentido no fue un creador, sino un descifrador de la naturaleza.

Dada su condición de hombre moderno fascinado por la ciencia de vanguardia, ofreció una visión del mundo que acusó derivas religiosas. Detrás del término new age se esconde el anuncio profético de un nuevo tiempo y de un nuevo régimen espiritual más comprometido con los evangelios de la física cuántica y de las modernas cosmogonías del tipo big bang. Vangelis hace una sugerente invitación a ponernos en contacto con el ser. Aquí tampoco pueden soslayarse sus continuas evocaciones a la mitología de su Grecia natal.
“Las primitivas sagas helénicas eran otro recurso con el que pretendió remitir al hombre moderno hacia esas dimensiones dionisíacas que mostraban a la aventura humana como un drama paradójico, irracional y con un lado oscuro”, escribe Andújar.
En su universo mental sobraba el orden apolíneo marcado por la fría razón. El apelar a lo mítico venía a ser el revulsivo que demandaba una sociedad muy habituada a una vida superficial y que se mostraba incapaz de atisbar la desconcertante pero fascinante esfera de lo misterioso. El aporte de Vangelis se asemeja al de un profeta de los nuevos tiempos; al anunciador de esa profecía que preparaba el advenimiento de la era de Acuario, ese tiempo más humano y contrarréplica de la distopía del mundo actual.
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