Por Katherine Villavicencio.
Fotografías: cortesía de Cuentos Feroces y Érase dos veces.
En España y Argentina sendos proyectos de reescritura de los cuentos tradicionales buscan despojarlos de estereotipos, reivindicar el papel de la mujer y las brujas, y abordar realidades más inclusivas.
Cenicienta no usa más zapatos de cristal ni va en un carruaje y lo que menos le interesa es casarse con un príncipe; Caperucita no teme a ningún lobo ni se pierde en el bosque porque tiene GPS, y a la Sirenita nadie le pide renunciar a su voz ni a su identidad por amor.
En estas historias no hace falta ser bella ni noble para ser protagonista. No hay princesas rescatadas, príncipes que eligen esposas, brujas malvadas sino sabias, lobos acosadores ni un único modelo de familia o de amor. Son los cuentos de siempre pero libres de estereotipos, con roles igual de intrépidos y aventureros para niños y niñas, más acordes a las vivencias actuales y a los recursos tecnológicos a los que tienen acceso.
¿Cambió el relato? No, cambiaron los tiempos en los que fueron escritos, las sociedades, las realidades, coinciden cuatro padres de familia, todos con profesiones ajenas a la literatura, quienes mientras les leían los cuentos clásicos a sus hijos se dieron cuenta de que estos necesitaban ser actualizados. Los interpelaron, escudriñaron en sus versiones más antiguas, en esos escritos de 1800 de los Hermanos Grimm o Hans Christian Andersen, y los reinventaron.
Así vieron la luz dos proyectos independientes de reescritura de los cuentos clásicos: Érase dos veces, en España, y Cuentos Feroces, en Argentina. Detrás de ellos están los publicistas españoles Belén Gaudes y Pablo Macías, una pareja de esposos que convirtió su estudio de diseño en la editorial Cuatro Tuercas; y dos amigos argentinos Shumi Gauto, locutora y docente de teatro, y Rodrigo Menéndez, abogado y escritor aficionado, que lanzaron una propuesta auditiva gratuita a las plataformas YouTube y Spotify.
“Cuando comenzamos a leerle cuentos a nuestra hija Violeta, nos chirriaron muchas cosas. Y más cuando veíamos las películas inspiradas en ellos. Casi sin darnos cuenta, le contábamos que la belleza es imprescindible en la vida, le decíamos que siempre tenía que esperar a que un hombre la rescatara, que debía ser sumisa y aceptar su destino…”, cuenta Belén en una entrevista vía email.
Y pensaron que tampoco eran adecuados para su segundo hijo, Nicolás: “No queremos que crea que las chicas son débiles, que debe protegerlas o asumir la violencia como algo cotidiano”. Decidieron, entonces, contar otra historia.

de ÉRASE DOS VECES.
En 2013, gracias a una campaña de crowdfunding en la plataforma europea Verkami, lograron reeditar una colección de doce cuentos clásicos con el nombre Érase dos veces… una segunda oportunidad para los cuentos de siempre. Incluye Caperucita, Blancanieves, Cenicienta, Hansel y Gretel, La sirenita, La bella durmiente, Los tres cerditos, Pinocho, La bella y la bestia, El patito feo, Rapunzel y La ratita presumida.

Querían que fuera un proyecto de mucha gente, que diera respuesta a inquietudes comunes de madres y padres. Por eso, al final de cada libro aparece el nombre de las personas aportantes, de esos “pequeños mecenas”, que se unieron más que a un proyecto “a un viaje por un mundo más igualitario”, como lo llama Belén.
Su Cenicienta le cuestiona al hada el uso zapatos de cristal para caminar en un suelo empedrado y va a la fiesta cabalgando para poner en su sitio al príncipe: con qué derecho ha convocado a las mujeres para elegir con cuál casarse, como quien elige un par de zapatos.

Blancanieves es una princesa que decide independizarse y acaba trabajando como minera y viviendo con siete de sus compañeros, que saben limpiar su casa, cocinar… y no necesitan de nadie que los cuide.
Los cuentos de Érase dos veces siguen la línea argumental original, respetando los grandes hits de cada cuento, pero con matices distintos. Y en esa comparación, dice Belén, abrir debates, cuestionar lo establecido, contar nuevos modelos, nuevas feminidades y masculinidades. “Nos resulta preocupante, por ejemplo, que un cuento como La sirenita nos haga creer que una mujer tiene que sacrificar su propia identidad por conseguir el amor de su vida. O que la Bestia maltrate a la Bella y eso se tiña de amor romántico. Y así un larguísimo etcétera”. En sus versiones de estos cuentos nadie le pide a la protagonista que renuncie a su voz y es el príncipe quien decide convertirse en tritón para poder vivir en el mar junto a ella; la Bella entiende que no debe soportarlo todo por amor, enfrenta a la Bestia y la abandona.
Cuentos Feroces nació con un objetivo similar: interpelar, no abolir esos cuentos que son parte de una herencia cultural mundial muy grande, sino dejar de reproducirlos inconscientemente a los niños, despojarlos de estereotipos e incluir a todos aquellos que no se sentían identificados con esas historias.

“Queríamos reformular historias clásicas que todos conocemos y adaptarlas al mundo actual para no dejar a tanta gente afuera, para que los temas se actualizaran, para que los protagonistas tuvieran más herramientas que en esa época. Y también “denunciar”, así entre comillas, las cosas que ya no iban más de esos cuentos. Si uno lee Caperucita ese rol del lobo en el bosque es muy controversial, una figura que acosa a los chicos para comérselos, no puede ser leído sin cierto grado de conciencia que antes no teníamos”, opina Shumi.
Rodrigo, padre de dos hijas y quien en su intento de despegarlas de las pantallas les ponía podcast de cuentos durante los viajes al interior, también empezó a ver con inquietud el contenido de muchos de estos relatos. “Casi todos los cuentos vienen de España y tienen un lenguaje muy castizo, muy lejano para nosotros y después con un mensaje muy obsoleto y anacrónico, en el que la mujer siempre está en un papel relegado, donde está muy enaltecido todo lo que tenga que ver con la nobleza, la belleza como valor casi supremo; automáticamente, con mi mujer se nos vino a la cabeza: esto lo tiene que hacer Shumi”, cuenta.
Shumi es locutora desde hace quince años y en la radio tenía una sección denominada “Literaturismo”, en la que narraba fragmentos de libros. Le plantearon reescribir los cuentos y grabarlos, pero el proyecto quedó archivado hace más de un año.
La pandemia lo reactivó. Ella tiene un estudio de grabación en casa y su marido, Joaquín Bachrach, se sumó como experto tecnológico y productor. Así grabaron y lanzaron en junio pasado el primer cuento en un formato deliberadamente auditivo y 100 % gratuito. Aparece en Spotify y en YouTube porque es el espacio más democrático para acceder, consideran.
La repercusión fue inmediata. Alcanzan ya más de diez mil escuchas y producen un cuento nuevo cada quince días. Llevan siete reescritos y grabados: las versiones feroces de Caperucita, La sirenita, Cenicienta, Blancanieves, Los tres chanchitos, La princesa y el guisante, El traje nuevo del emperador.
Aunque conservan el marco narrativo original, el nombre, la historia y los escenarios pueden cambiar para hacerlos más empáticos con el idioma de los chicos e incluir realidades cotidianas, como familias ensambladas, parejas del mismo sexo, casos de bullying, la aparición de la tecnología.
En Caperuzota, por ejemplo, la niña tiene la ayuda del GPS para llegar a la casa de su abuelita y advierte desde un primer momento las intenciones del lobo, lo ubica cuando hace comentarios desatinados sobre su apariencia y con la ayuda de dos mujeres le da una lección.
Cenigenia (Cenicienta) es una chica que quiere ser compositora y solo desea ir a la fiesta para que la escuchen tocar sus temas, va en moto y con guitarra, y más que interesarse por el chico más popular del grupo, se siente atraída por su mejor amiga.
“Es una chica conectándose con su propia vocación. Y poder contarle eso a un chico de siete años, a un preadolescente que se empieza a dar cuenta de lo que quiere ser y cómo se tiene que dedicar a eso, sentimos que aporta mucho más que repetir una historia en la que uno está esperando casarse”, reflexiona Shumi.
En los podcast de Cuentos Feroces una mamá narra el cuento por las noches a sus hijas y ellas interrumpen siempre con preguntas sobre la historia. Es una intervención deliberada en pos de naturalizar la nueva información. Por ejemplo, en Chica sirena, la versión de La sirenita, las protagonistas son cuatro hermanas hijas de un matrimonio de dos padres, y las niñas nunca plantean ¿cómo, dos papás?, sino que preguntan acerca de la profesión de uno de ellos.

“Nosotros no queremos que nuestros cuentos hagan hincapié en cosas que para los chicos son naturales y celebramos que sigan siendo naturales, que el rol de la mujer sea otro, que haya gente que se pueda amar de maneras distintas, que haya familias ensambladas, o mujeres o varones que crían a sus hijos solos; hay un montón de tópicos que tratamos de que sean abordados con el respeto y naturalidad que lo abordan los chicos hoy por hoy”, agrega Rodrigo.
Así, en Blanquita nieves (Blancanieves) no hay príncipes sino un caso de bullying en una escuela primaria que es resuelto desde la nobleza propia de los niños; Los tres chan (Los tres chanchitos), unos hermanos chinos que se van a vivir a la playa y se enfrentan al huracán Wolf, aborda el cuidado ambiental; Príncipe arveja (la versión de La princesa y el guisante) trata de un príncipe que sale del clóset y es la princesa elegida por su madre la que lo ayuda a hacerlo, y El vestido del rey Ignacio (la reversión de El traje nuevo del emperador) es un rey que, en lugar de ir desnudo, se viste de reina, con mucha aceptación de su pueblo.
Los creadores de Érase dos veces y Cuentos Feroces coinciden en que esta reescritura no pretende ser una censura o una bajada de línea a su lectura, sino poner en evidencia que están escritos en un contexto muy distinto al actual y que en ciertos casos terminan por ser excluyentes.
Y aunque no faltan los detractores, aclaran que son muchos más los seguidores, sobre todo maestros interesados en compartirlos con sus estudiantes en temáticas de igualdad o de educación sexual integral.
“Es curioso que molesten nuestras versiones y no las de Disney… Creemos que hay sitio para todo, sobre todo porque da la posibilidad de elegir y no quedarse con una sola visión. Te puede gustar La bella y la bestia en su versión clásica, adorar la de Disney y también la nuestra. Lo ideal es poder elegir en libertad”, menciona Belén.
Shumi asume también que no todos los padres van a querer recibir estas versiones de los cuentos y deja claro que siempre se puede volver al clásico: “Esa gente a la que estos cuentos no le va a gustar o le van a hacer ruido o le parece muy progre sigue teniendo su representación, pero toda esta gente que no la tenía ahora la tiene”.
La colección de Érase dos veces llega a España, Colombia, Perú, México, Argentina, Chile y Uruguay. Aunque en general todos se venden bien, dice Belén, las versiones de Caperucita, Blancanieves y Cenicienta son las que llevan más ediciones, quizá por ser los clásicos de mayor calado.
Cuentos Feroces, a más de sus escuchas en YouTube y en Spotify, tiene un espacio de interacción por medio de Instagram (@cuentosferocesok). Les encantaría convertirse también en un libro y llegar al teatro, pero no pasar a lo audiovisual porque su propósito es potenciar la imaginación de los chicos lejos de las pantallas y acercarlos a la literatura.

los cuentos clásicos. En Cuentos Feroces se invita a actores y actrices, influencers a
poner la voz a algunos de los personajes.
Más cuentos con nuevas visiones
Después de la reescritura de los clásicos con Érase dos veces, el estudio Cuatro editó una nueva colección infantil: Ande yo valiente. Rompe moldes de todo tipo, no solo respecto a los estereotipos, y da voz a las niñas y a los niños. Presenta a personajes como Marta, que no quiere dar besos obligados, o Benito que solo quiere que le regalen un bebé y un cochecito para jugar. O Armando, a quien siempre le dicen que llorar es de niñas.
“Vivimos en un mundo absolutamente adultocéntrico, donde los pequeños son ciudadanos de segunda”, indica Belén Gaudes, una de sus autoras. Por eso, sus protagonistas son personajes valientes que enseñan lecciones valiosas a los adultos: “De hecho, siempre decimos que nuestros cuentos son literatura para adultos disfrazada de literatura infantil, porque somos los mayores quienes más prejuicios tenemos”.
En 2018 el cuento Benito y su carrito fue elegido en Madrid —dentro de una iniciativa del municipio entre los usuarios de las bibliotecas— como el primer libro que regalarían a la ciudad, incluso por encima de Harry Potter. Eran ocho títulos que integraban la colección. La cuarentena sumó una edición especial llamada Valientes. Se gestó en el confinamiento y es un homenaje a los niños del mundo. “Porque han sido ejemplo a pesar de que han sido también los grandes olvidados. Porque las niñas y los niños pueden ser verdaderos maestros si somos capaces de mirar con sus ojos”.
¿Por dónde circulan los libros infantiles? Según datos de 2019 del Centro para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (Cerlalc), en cuanto a los porcentajes de producción de libros en general de los distintos países, España y Brasil alcanzan el 60 % de la producción. España es la abanderada en edición de libros para niños, con más de ochenta editoriales. En Iberoamérica la producción de libros la lideran Argentina, Colombia, Brasil y México, con más de treinta editoriales.