Por Elisa Sicouret Lynch.
Fotografía: Cortesía.
Edición 459 – agosto 2020.
Cecilia Torres Hidalgo, directora de la oenegé Mingas por el Mar, considera que el mundo pospandemia debe asumir de una vez por todas que, sin una real comunión entre el ser humano y la naturaleza, no hay un futuro posible. Hacia esa consigna se alinea su lucha por erradicar la polución marina por plásticos de un solo uso.

Desde su creación en 2015, Mingas por el Mar ha realizado más de 450 actividades de retiro de desechos en diferentes balnearios de la región insular y la Costa ecuatoriana, y removido la impactante cifra de veinticinco mil kilogramos de basura arrojada al océano que regresa a la orilla. De hecho, solo en 2019 levantó más de diez mil kilos de desperdicios, prueba de que esta tendencia negativa va en alarmante aumento. Las estadísticas demuestran el arduo trabajo llevado a cabo por esta oenegé y su grupo de voluntarios, dirigidos por Cecilia Torres (Guayaquil, 1986). Pero lo que los números no reflejan es esa desgarradora sensación que se experimenta al recoger el cadáver de un animal marino asfixiado por una bolsa plástica, lo cual es más común de encontrar durante las mingas de lo que a Cecilia le gustaría.
Ella jamás olvidará el episodio que vivió en 2016, durante una actividad en la playa de Mar Bravo: “Logramos reunir a más de trescientas personas y, entre civiles y militares, pudimos sacar más de una tonelada de basura en apenas una hora. Pero lo más impactante fue ver la cantidad de restos de aves y tortugas marinas en la orilla. Nunca había visto tantos animales muertos en una sola playa. Fue una escena muy impactante porque parecía una mezcla de cementerio de animales marinos y botadero de plásticos desechables”.
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