Diners 463 – Diciembre 2020.
Por Ignacio Ramos Mancheno
Fotografías: Archivo del Monasterio de las Carmelitas Descalzas de Riobamba

En el “armario de las tres llaves” reposan, entre otros documentos, cinco álbumes fotográficos que dejó la madre María de San José García Martínez (1905-1998), fundadora del monasterio de las Carmelitas Descalzas de Riobamba el 31 de mayo de 1939.
El convento guarda evidencias de cómo existir en recogimiento: sencillez, espiritualidad, fe y trabajo. La madre María captó estas postales con una cámara Kodak de 1916, que había sido utilizada en momentos familiares, paseos por las haciendas al pie del Chimborazo y vivencias de una familia riobambeña bien acomodada.
Degustar del vino de secreta preparación fue todo un ritual; solamente una copa por monjita y en ocasiones especiales (1947). La madre María Rosa de la Cruz Benítez Arcentales, primera priora del monasterio, fue ejemplo de trabajo; araba con firmeza el terreno para los cultivos (1941). Meses después, agradeciendo a Dios, en domingos y días de fiesta, recogía con la comunidad los frutos del esfuerzo.
La solemnidad del ingreso de las postulantes fue retratada en una de las mejores imágenes de la vida en un claustro: en las denominadas ceremonias de “vestición”, la novia de Jesús, acompañada por profesas solemnes, novicias y postulantes, dejaba el mundo y entraba al Carmelo teresiano (1948).

Las recetas que en el monasterio se preparan llevan décadas, como aquel exquisito dulce de zambo con claudia, en paila, que la hermana Inés Teresa de la Sagrada Familia (Bedoya Peralta) y la madre María Rosa de la Cruz solían hacer (1952).

Las fotos prueban que el silencio de un claustro y la oración son motivo de alegría, tal cual la eterna sonrisa de la postulante Teresa Magdalena de la Inmaculada Guerrero Mora, de veintiocho años , que entró al monasterio en 1944 y fue monja de claustro hasta el fin de sus días.
La huerta, sigue tal cual, como sitio de trabajo y recreo, descanso y meditación (1939).

