Un impulso irresistible (o el pene de John Wayne)

Lo que nos cansamos de imaginar, finalmente, pasó: alguien contó la historia de Lorena y John Bobbitt en formato documental y aprovechando las minucias que permiten las miniseries. Ahora está disponible en Amazon Prime y es sorprendente saber todo lo que no sabíamos.

La serie revive y actualiza el caso de Lorena Gallo y John Wayne Bobbit.

La serie revive y actualiza el caso de Lorena Gallo y John Wayne Bobbit.

Los primeros minutos de Lorena se cuentan desde el punto de vista de los policías que respondieron a la emergencia. Las dificultades de comunicación en un caso tan inusual empezaban por tener que decir “pene”. De hecho, ahora se lo recuerda como el momento en que Estados Unidos sacó del clóset esa palabra. Pene, pene, pene. No había otra, se tenía que mencionar a cada rato: que su esposa se lo cortó con un cuchillo de cocina, que lo tiró en algún parte, que lo encontraron, que para conservarlo lo pusieron en una bolsa de hotdogs con hielo, que los doctores iban a tratar de volverlo a pegar. “No había celulares por esos días, solo nos comunicábamos por radio”, explica uno de los oficiales entrevistados en la miniserie documental de Amazon Prime; para no alertar a la prensa —que escuchaba las trasmisiones— el intercambio radial era escueto y confuso: “durante los primeros momentos tuvimos la información de que ella se había tragado el pedazo cortado”.

La miniserie de cuatro capítulos se estrenó en el Festival de Sundance y fue producida por Jordan Peele, director de la vertiginosa Huye, ganadora de un Óscar en 2018. El evento, que tuvo lugar la noche del 23 de junio de 1993 en la tranquila ciudad de Manassas, muy cerca de Washington D. C., lo que pasó antes y lo que vino después, queda expuesto de manera profunda, clara y emocionante. En Lorena hay mucho más que información, hay una verdad finalmente bien estructurada.

Han pasado casi tres décadas desde que un caso de violencia doméstica dio la vuelta al mundo, pero hay un nombre que les suena incluso a los millennials que hoy nos rodean. “¿Lorena Bobbitt?” —compruébelo—, uno que otro hará una tijera con los dedos o un cuchillo cerrando el puño; y si es varón ese gesto vendrá acompañado de una mueca de dolor, “¿no es la que…?”.

“Cortan millones de clítoris en África y nadie escucha nada. Cortaron un pene y el país se detuvo… ¿Sabes? Este es un mundo de hombres”, dice una trabajadora sexual estadounidense entrevistada en esta serie acerca de la joven migrante ecuatoriana que, harta de estar harta, le cercenó el órgano sexual a su marido, un exmarine estadounidense.

Como se sabe, esa misma noche se encontró la parte que le faltaba al miembro de su esposo, y se la volvieron a implantar mediante una microcirugía inédita y exitosa. El apetito de los medios y el público fue voraz, y no era para menos y quizás daba para más. Encima el hombre se llama John Wayne Bobbitt: esto, para que lo sepan, es como si hoy en día un tipo se llamara Chuck Norris Mendoza (¿sería manabita?). Parecía obra de un guionista. John Wayne, el seudónimo del actor fetiche que alcanzó la fama en los wésterns de John Ford, era símbolo de todo lo rudo, masculino y norteamericano (conservador y anticomunista) que hay. ¿Hay algo más gringo que el wéstern? Encima, el eslogan con el que el actor se identificaba y se promocionaba era: “John Wayne is America”. O sea: ¡cortaron el pene (pene, pene, pene) de América! Y lo hizo una mujer, una latina, una migrante, una compatriota.

Lorena, cuyo apellido paterno es Gallo, que nació en el Ecuador (su familia era de Bucay, provincia del Guayas) pero creció en Caracas, se entregó voluntariamente y declaró que había actuado en defensa propia luego de haber sido violada —una vez más— por su esposo.

Lorena y John W., durante su boda.

Con el paso de sus capítulos el documental involucra al espectador en un relato que incluye impactantes imágenes de archivo (sí, sí, se llega a ver una foto del pene cortado y todo), recreaciones, videos de los juicios (que fueron transmitidos por televisión en vivo), entrevistas de policías, jurados, fiscales, abogados y activistas que participaron de esta historia; muestra todo el morbo y el sensacionalismo que despertó el hecho policial y jurídico, y hace gala de un efectivo humor negro que incluye a Robin Williams y Whoopi Goldberg echando mano al caso para sus rutinas de stand up comedy. Pero sobre todo elabora un retrato transparente de sus personajes principales: Lorena Gallo y John Bobbitt, ahora cincuentañeros, contando cada uno su verdad.

Lorena es un documental memorable, sobre todo, porque, a través de entrevistas aparentemente sutiles —desprovistas de confrontación, en las que parece que todo el mundo está cómodo—, logra obtener declaraciones y emociones contundentes: “El divorcio para mí era un fracaso”, dice Lorena, que cuenta cómo su esposo la amenazaba constantemente, aprovechando su condición de migrante. “Como es sudamericana, no tenía lo que se necesita para, tú sabes, vivir dentro de sus posibilidades, quería tener todo, demasiado rápido, lo quería todo”, lanza John Wayne.

A pesar de que la miniserie describe el contexto político de la época, casos de denuncias por acoso sexual a hombres poderosos que no prosperaron, es curioso que el primer capítulo de Lorena resulte poco empático con ella. A través de los alegatos que registran el juicio a John Bobbitt y sus repercusiones en la opinión pública: “¿Castró a su marido porque él llegó al orgasmo y ella no?”, “¿No podía simplemente haberlo denunciado o divorciarse?”, “¿Fue un acto de venganza e ira porque él quería dejarla y ella perdería su posibilidad de ser ciudadana?”. John es retratado como un exmarine aparentemente encantador, y Lorena una oscura inmigrante que ni siquiera hablaba bien inglés. Bobbitt fue declarado inocente.

El segundo capítulo inicia con el juicio de Lorena, por el que podía haber enfrentado hasta veinte años de cárcel, y el punto de vista empieza a cambiar a su favor. La estrategia de sus abogados fue apelar a una ampliación del concepto de la defensa propia que en el estado de Virginia se denomina “impulso irresistible”, y que se relaciona con el “síndrome de la mujer golpeada” que, ante la inminencia de un nuevo y muy próximo ataque (dos días o dos semanas), busca instintivamente protegerse atacando a su agresor. Lorena fue liberada de culpa por motivos sicológicos y tuvo que permanecer 45 días en un hospital psiquiátrico.

La serie señala cómo el caso y su discusión impactaron sobre el sistema legal norteamericano frente a la violencia doméstica: solo durante aquel año, 1993, dos mil mujeres fueron asesinadas por sus parejas en Estados Unidos; esos crímenes eran tratados por el Estado como un asunto privado, no había líneas telefónicas de atención ni refugios para mujeres violentadas ni fondos para combatir el problema. Uno de los capítulos incluye un cameo del hoy flamante presidente Joe Biden, que por esos años, como presidente de la Comisión de Justicia del Senado, impulsó la aprobación de la Ley de Violencia contra las Mujeres.

Queda claro que sí, el estado migratorio de su esposa “envalentonó” a John y lo hizo sentirse con perfecto derecho a abusar de ella. Una sección del público emitió criterios racistas contra ella, pero la comunidad hispana le brindó un apoyo espontáneo e incansable.

A estas alturas no resulta un espóiler decir que después de la pesadilla, con altos y bajos, la vida de Lorena fue acercándose cada vez más a la versión original de su sueño americano. La de John, en cambio, se convirtió en una comedia bizarra que resulta sorprendente descubrir: tuvo una carrera fugaz como actor porno y se sometió a una fracasada operación para agrandarse el pene; entre otras hazañas menos graciosas que incluyen abusos a otras mujeres y la memoria borrosa pero imborrable de haber sido abusado sexualmente por uno de sus familiares cuando era un niño.

Cuando en 1993 una mujer desesperada perdió el control y le cortó el pene a su marido, el mundo se puso patas arriba, y esta sigue siendo una historia que vale la pena contar. Cada día, miles de mujeres siguen siendo golpeadas y perdiendo la vida en manos de sus parejas, y son doblemente violentadas por un sistema y una sociedad que todavía no entiende lo que dice en la serie de Amazon la abogada de Lorena: “Una vida es más valiosa que un pene”.

LORENA, documental que relata el crimen sexual más popular de la historia, tuvo lugar en Estados Unidos el 23 de junio de 1993. Aquella noche, la ecuatoriana Lorena Bobbitt, harta de vejaciones, malos tratos, violaciones y humillaciones, cogió un cuchillo jamonero y, mientras su marido John Wayne Bobbitt dormía, le cortó el pene, se montó en su coche, recorrió varios kilóme tros con el miembro, y lo tiró por la ventanilla del coche, antes de entregarse a la policía. El caso se convirtió en una guerra de sexos moderna, en la que John Wayne Bobbitt podía ser tanto víctima como agresor. De hecho, fue ambas cosas y pasó por los juzgados de su país, solo para ser declarado inocente y después convertido en una extraña y patética figura pública. Fuente: www.hipertextual.com

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