
Más de cuatro décadas después de que la fecundación en un laboratorio sorprendió al mundo, hay esperanza de evitar mutaciones genéticas por herencia materna.
“Y aquí está ella… la encantadora Louise”, tituló hace más de cuatro décadas el rotativo británico Daily Mail a propósito de un acontecimiento científico trascendental: el nacimiento del primer “bebé probeta”.
Louise Brown nació el 25 de julio de 1978 en Oldham, noroeste de Inglaterra. En esa época la infertilidad parecía intratable, pero el fisiólogo Robert Edwards (1925-2013) y el obstetra Patrick Steptoe (1913-1988) hicieron realidad la fecundación in vitro (FIV). Por esa razón, el primero recibió en 2010 el Premio Nobel de Fisiología o Medicina.
La FIV es una de las técnicas dentro de la tecnología de reproducción asistida que incluye la inseminación artificial, óvulos y esperma de donantes, embriones congelados o la maternidad subrogada, entre otros procedimientos.
45 años después de la primera fertilización de óvulos y espermatozoides en un laboratorio, también en el Reino Unido, se reportó otro suceso que captó interés mediático: la fecundación con ADN de tres personas.
En mayo pasado se dio a conocer el nacimiento de un bebé con la técnica de donación (o reemplazo) mitocondrial: uso de óvulos sanos de mujeres donantes para crear embriones en fecundación in vitro carentes de mutaciones dañinas.
Según trascendió, más del 99 % del ADN del bebé provino de sus padres biológicos y el 0,1 % de la mujer donante. No es el primero, ya que en Estados Unidos se registró en 2016 un nacimiento con la misma técnica.
El procedimiento, permitido en la legislación británica desde 2015 y aplicado por el Centro de Fertilidad de Newcastle, busca evitar el riesgo de enfermedades genéticas incurables que se heredan de la madre.
Por razones de confidencialidad con los pacientes, precisó The Guardian, se mantiene en reserva el número de casos exitosos en suelo británico, aunque se estima que son “menos de cinco”.
Aunque el Centro de Newcastle no reveló detalles del reciente nacimiento, a la espera de que concluyan revisiones científicas, su experiencia con la terapia mitocondrial abre esperanzas para el nacimiento de bebés saludables.
“Hasta ahora, la experiencia clínica con el reemplazo mitocondrial ha sido alentadora, pero el número de casos informados es demasiado pequeño para sacar conclusiones definitivas sobre la seguridad o la eficacia”, dijo, en declaraciones a The Guardian, el profesor Dagan Wells de la Universidad de Oxford.
Las mitocondrias
“Cuando las mitocondrias no producen suficiente energía a las células, se produce una enfermedad mitocondrial”, explica el Servicio Británico de Trastornos Mitocondriales Raros, al precisar que la afectación es diferente para cada persona, es decir, “cada individuo tendrá una combinación diferente de mitocondrias dentro de cada célula”.
Todo depende, añade, de cuántas células están afectadas y en qué órgano se encuentran.
Según el servicio MedlinePlus de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, en algunos casos, los cambios o variantes heredados en el ADN mitocondrial pueden ocasionar problemas con el crecimiento, el desarrollo y el funcionamiento de los sistemas del cuerpo.
Problema de salud pública mundial
Pese a que han pasado más de cuatro décadas del uso de la tecnología de reproducción asistida, esta “resulta poco accesible para muchas personas debido a su elevado costo, el estigma social y su escasa disponibilidad”, advierte la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Un informe del organismo who.int reveló este año que “186 millones de personas en edad de procrear se ven afectadas por la esterilidad en todo el mundo”.
La OMS define la esterilidad o infertilidad como “un trastorno del aparato reproductor (masculino o femenino) consistente en la incapacidad para lograr el embarazo después de doce meses o más de relaciones sexuales regulares sin protección”.