EDICIÓN 485

Una mirada al último vestigio del período glaciar en la Patagonia.
Con un grupo de amigos nos propusimos recorrer el macizo Paine y circunvalarlo. 150 kilómetros en diez días de caminata, que incluyeron explorar uno de los últimos remanentes del período de la glaciación, el glaciar Grey.
Me refiero a la Patagonia chilena, la zona más austral de nuestro continente, que, gracias a un clima la mayor parte del año inclemente y a serios intentos de protección ambiental, todavía guarda riquezas que nos permiten atisbar e imaginar lo que fue nuestro planeta en épocas remotas. El cóndor andino no está en peligro de extinción en esta zona y se ven todavía muchos guanacos y ñandúes.
El Parque Nacional Torres del Paine (Parque Torres del Paine – Parque Nacional Torres del Paine Chile), que engloba al macizo del mismo nombre, fue declarado por la Unesco, en 1972, Patrimonio de la Humanidad. El área protegida suma la iniciativa privada de estancieros que retiraron su ganado de los alrededores del parque y tiene hoy una superficie de 184 mil hectáreas.
La Corporación Nacional Forestal de Chile, administradora de las áreas silvestres de ese país, ha concesionado campamentos situados en sus sectores estratégicos. Estos reciben anualmente a miles de turistas, principalmente norteamericanos y europeos. Existe entonces la posibilidad de visitar el parque con opciones de ir con todo el equipo de campamento o, en los mismos campamentos, conseguir carpas y pensión alimentaria completa. Muy bien manejados, permiten tener lujos como agua caliente y baños bien mantenidos.
El viaje es largo y la aventura se inicia en Punta Arenas, en el estrecho de Magallanes. Por tierra recorremos durante tres horas la estepa patagónica hasta Puerto Natales, donde hacemos el centro de operaciones. De allí a laguna Amarga, la entrada del parque, otras dos horas en bus y listos para iniciar la aventura en este exclusivo rincón del mundo.
Los árboles ancestrales
Desde el campamento Dickson hasta el campamento Grey, dos días sólidos de caminata, se tiene que atravesar un valle glacial que alberga a uno de los más sorprendentes bosques primarios que he visto en mi vida. Se trata del árbol del género Nothofagus, del cual hay más de diez especies.
Resulta que este árbol no se propaga a través de semillas, se reproduce a través del polen y no necesita de polinizadores (insectos, aves) para hacerlo. Desde temprano en la historia de las descripciones botánicas de América del Sur, se reconoció que existen árboles muy parecidos en Australia, Madagascar y Nueva Zelanda. Pero, ¿cómo podían existir árboles de la misma familia tan lejos? Imposible que a través de las corrientes marinas viajara el polen sin dañarse. Imposible que las corrientes de aire lo llevaran tan lejos. La historia mejora cuando en 2016 se descubrió en la Antártida restos fósiles de Nothofagus.
¡Estos restos fosilizados tenían nada más y nada menos que ochenta millones de años! La única respuesta posible es que Nothofagus era parte de los grandes bosques de Gondwana, la parte sur del continente Pangea, que luego se fue separando en diferentes continentes y que sepultó la vida de la Antártida llevándola tan al sur.
Nothofagus es, entonces, un árbol que lleva en la Tierra millones de años. ¿Qué dirán sus genes que hace millones de años coexistieron con una fauna totalmente diferente, que deben haber sido testigos de un planeta que en nada se parece al actual?
El dragón de la Patagonia

“Nos quedamos dos días en el campamento Grey, rodeado por el glaciar del mismo nombre. No es un apellido, simplemente es gris… Hace doce mil años terminó la última glaciación”. Fotografías: Raúl Acosta y Christian Fierro.
Nos quedamos dos días en el campamento Grey, rodeado por el glaciar del mismo nombre. No es un apellido, simplemente es gris… Hace doce mil años terminó la última glaciación. La Tierra se calentó unos grados y la mayoría del continente que estaba bajo hielo inició un nuevo ciclo, de temperaturas extremadamente estables, de estaciones predecibles, lo que permitió que nosotros como especie seamos lo que somos actualmente.
En la Patagonia chilena y argentina se encuentran todavía remanentes de este período: los campos de hielo del sur. Algo más de dos mil kilómetros cuadrados de hielo que varía entre cuatro y seis kilómetros en profundidad. Los campos de hielo del sur dan lugar a 49 glaciares, sobre uno de los cuales caminamos por unas horas.
La vista de este glaciar de trescientos kilómetros cuadrados se inicia horas antes de llegar al campamento. No solo que se ve sino que se siente como un gigantesco ventilador de aire frío que nos acompaña y nos congela la oreja derecha las cuatro horas de trayecto entre el campamento Paso y el campamento Grey.
Caminar sobre el Grey es indescriptible. Durante el día se forman unas pequeñas cochas de agua cristalina, de trecho en trecho el agua derretida se va colectando y se crean unos gigantescos desagües (sumideros) que se van hasta lo más profundo del glaciar y crean túneles inmensos que reflejan miles de gamas del azul; mientras menos oxígeno tiene el agua, más azul, más antigua. El paso del hielo deja profundas huellas en las rocas, modelándolas a su antojo.
Hace unos sesenta años, unos biólogos franceses descubrieron un pequeño insecto de no más de dos centímetros de largo que habita en las pequeñas cochas de agua limpia. No es coleóptero, no es himenóptero, tiene branquias, vive solamente bajo el agua, tiene anticongelante en lugar de sangre y es capaz de soportar enormes presiones, ya que se encuentra hasta cincuenta metros por debajo de la superficie. Durante el invierno, cuando las temperaturas en el glaciar Grey llegan a –20 °C, se congela.
Se conoce que es extremadamente sensible a la polución. En nuestras horas de caminata pudimos ver uno, unito…
Los Cuernos del Paine
Los Cuernos del Paine solamente son tres y están ubicados en el Macizo Paine. El Paine se enmarca en el contexto de la cordillera de los Andes que, con sus siete mil kilómetros, es la más extensa del planeta, sin embargo, geológicamente el macizo es diferente.
El espectáculo tectónico se complica porque el Paine está próximo al punto triple que une las placas litosféricas de Nazca, Antártida y Sudamérica, y esa confluencia hace doce millones de años es responsable de unas estructuras de granito asombrosas ¡que, además, se crearon en tiempo “geológico” récord! ¡Y todo esto con dos mil a tres mil metros de altura! Tomando en cuenta que la mayoría de la caminata en el parque ocurre a menos de cuatrocientos metros sobre el nivel del mar, ver estas estructuras es para quedarse boquiabierto.
Entonces, para los geólogos y los escaladores esta es tierra de caramelos. Lo que hace de estos cuernos únicos es que las cumbres de roca metamórfica oscura y dentada reposan sobre una base de granito, gris claro, un contraste de colores muy llamativo. Luego los miles de años de erosión y glaciación hicieron el resto.
Hay que caminar algunas horas por el Valle del Francés para llegar a un mirador, el Británico, donde se asiste a uno de los espectáculos más conocidos del parque. Un anfiteatro de picos, cerros y montañas con glaciar. Único momento para darnos un abrazo y agradecer por existir, por tener la suerte de ver esto con nuestros propios ojos.

El turista tonto
En 2011 un turista no quiso pagar por uno de los campamentos entre el Francés y el Central. Tampoco hizo caso de las recomendaciones del parque de no hacer fuegos. Prendió un papel y, claro, como en la Patagonia lo que hay es viento, se inició un incendio que duró cuatro meses. Dieciocho mil hectáreas se quemaron.
Nuestros últimos dos días transcurrieron en este entorno, caminando por esta zona donde luego de doce años lo único que se ve son troncos quemados, hierbas alrededor. Árboles nuevos de Nothofagus no vimos ni uno.
En fin, el Parque Nacional Torres del Paine es una montaña rusa, literal. Cada día pasas por muchas emociones diferentes, cada día te quedas asombrado, abrumado por lo bello que es nuestro pequeño planeta azul. Totalmente recomendado. La joya de nuestra América del Sur.