
Entre todo lo que gira alrededor de la infinita y a veces enmarañada red de internet están los memes, una forma de expresión gráfica, humorística la mayoría de las veces, pero despiadada con algunos personajes que, por buscar notoriedad, caen en el ridículo.
La Real Academia Española (RAE) anota que la palabra proviene del inglés y que recién fue acuñada en 1976 por el biólogo evolutivo británico, nacido en Nairobi, Clinton Richard Dawkins, a partir del griego mímema, “cosa que se imita”.
Autor del libro El gen egoísta, Dawkins definía meme como “la unidad teórica más pequeña de información cultural transmisible de un individuo a otro, de una mente a otra, o de una generación a la siguiente”.
La primera acepción del RAE coincide con Dawkins, pero no dice mucho de lo que en la actualidad entendemos como meme: “Rasgo cultural o de conducta que se transmite por imitación de persona a persona o de generación en generación”.
No obstante, la segunda acepción nos aclara mucho mejor lo que
Hace poco se conoció que Alfonso Espinosa de los Monteros, tras 56 años en la televisión y con un récord Guinness por esa marca, se retiraba de la pantalla como presentador de noticias y comentarista.
La noticia causó una avalancha de memes nuevos y antiguos que se volvieron a reeditar.
El más reciente confinamiento por causa del coronavirus despertó la creación vertiginosa de esta figura comunicacional y, en cierta medida, permitió la distracción de las personas en medio de esta tragedia mundial.
Los dos poderes del Estado más visibles para la mayoría de la sociedad, Ejecutivo y Legislativo, compiten a diario por tratar de estar en la portada de los periódicos o en los noticieros radiales y de televisión.
Esa desesperación por figurar lleva a que, en muy poco tiempo, digamos minutos o segundos, los mensajes adquieran la calidad de jocosos, de fácil difusión y se repliquen en las redes sociales, incluso en esa plataforma a la que todos tienen acceso: WhatsApp.
Con solo pulsar Reenviar los rostros de los políticos se difunden con una rapidez solo comparada con la de un virus que se expande por el mundo.
Y precisamente, del sustantivo virus proviene el verbo viralizar, que se emplea a diario en las redes: “Hacer viral un mensaje o contenido”.
Pero esta nueva forma de comunicación no termina allí. Después de que los usuarios se explayan con la genialidad del meme se llega a un estado superior que en principio fue conocido como trending topics, de fácil traducción: tendencia.
Lo grave es que de ser tendencia en redes sociales, que puede ser positiva o negativa, no se sale fácilmente, y eso los políticos, por muy caraduras que sean, lo conocen bien y como no le temen al ridículo tropiezan a cada rato con la misma piedra.
El meme, que pudo ser una idea brillante, con animus jocandi, como diría un jurista, se convierte muy rápido en animus injuriandi, es decir, en ofensa e injuria, de la cual es difícil regresar.
Claro que hay políticos a los que les importa muy poco que se rían de lo que dicen, prefieren que se burlen de ellos a que los olviden; y eso los creadores de los memes lo tienen muy claro.
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