Todas las masculinidades son válidas

“esa masculinidad, que era la ganadora y la que te enseñaban de pequeño, incluida tu madre, tus profesoras (…), de repente nos damos cuenta de que es como un cáncer”.

C. Tangana, en entrevista sobre su disco El madrileño.

Ser siempre exitoso, no llorar, aparentar fortaleza inquebrantable, son posturas que han construido una camisa de fuerza en los hombres tradicionales. Pero es tiempo de liberarse. Bienvenidas sean las nuevas masculinidades.

María Augusta Sandoval

El modelo de hombre dominante está posicionado y normalizado en el imaginario de la sociedad. El reto para la construcción de nuevas masculinidades es que ese mismo hombre abandone el mandato de violencia y dominación que viene implícito en la masculinidad tradicional.

Pero vamos desde el principio. ¿Qué es eso de las nuevas masculinidades? Palabras más, palabras menos, es reconocerse como sujeto sin etiquetas, buscar la equidad y reducir la violencia. “No se puede hablar de una sola masculinidad, hay distintas formas en que estas se expresan. Así lo explica Abel Ramírez, magíster en Antropología y especialista en Género, Violencia y Derechos Humanos en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).

Las masculinidades tradicionales tienen que ver con un conjunto de comportamientos y actitudes que están enmarcados en reforzar los roles de género tradicionales. Estos roles se atribuyen desde distintas realidades como el espacio público, el campo, la ruralidad, el hogar, el trabajo, entre otros. A su vez, son una construcción social sobre cómo deben ser los hombres: fuertes, adinerados, exitosos, de carácter dominante…

El sistema actual exige que estos mandatos se cumplan porque establecen una relación de poder de lo masculino sobre lo femenino, considerando que este último es lo débil o inferior, ubicando a los hombres en un espacio privilegiado. La experta y feminista Rita Sagato define así la masculinidad (tradicional): “Es un mandato que exige a los varones que constantemente pongan a prueba sus atributos: potencia bélica, potencia sexual y potencia económica. El mandato de masculinidad es un mandato de violencia, de dominación”.

Los resultados de estas exigencias terminan minando y dominando también a los hombres, ya que, si no cumplen estas características impuestas por el patriarcado, serán condenados a la discriminación. “Hay un acuerdo para identificar quién es más hombre que otro. Es algo como un inconsciente colectivo”, señala Edison Porras, subdirector de la organización Laboratorio Social de Género y Masculinidades.

Otras posibilidades

Las nuevas generaciones llevan la batuta en desmontar las creencias patriarcales y reconocer que los hombres no deben cumplir con el ideal tradicional expresado en frases como “los hombres no lloran”. De ahí que la nueva mirada a las masculinidades arranca con cambios de actitudes, especialmente en las tareas dentro del hogar, la paternidad responsable y la libre expresión de las emociones.

Esta nueva comprensión de la masculinidad y su rol en su entorno fue la médula del proyecto Masculinidades en Movimiento, impulsado por ONU Mujeres y la Corape. La iniciativa formó a un grupo de ochocientos hombres en situación de movilidad y acogida en Esmeraldas, Ibarra, Tulcán y Lago Agrio. Emplearon metodologías como juegos, teatro del oprimido y contención emocional.

Al final de esta intervención, surgió un documento que recoge cambios de actitud cotidianos como la aceptación del concepto de hombres cuidadores de la familia y el involucramiento en la responsabilidad doméstica que normalmente recae en la mujer.

“Uno de los participantes entendió que silbar a una mujer en la calle es un tipo de violencia, por lo que dejó de hacerlo”, cuenta Jorge Guachamín, secretario ejecutivo de Corape. También menciona un concepto interesante: la indolencia de género. Según Guachamín, esto hace referencia a hombres que, al responder a un esquema patriarcal, no se dan cuenta cuándo ejercen violencia hacia la mujer o hacia sus pares hombres.

Masculinidad tradicional 

Maneja una relación de poder
sobre otros y otras.

Es mejor ser un hombre
dominante a uno dominado.

Él es el centro de la producción y la mujer es para los espacios privados y la reproducción.

No puede expresar emociones
como dolor o tristeza.


Otro de los resultados, quizá el más esperanzador, fue que los participantes reconocieron que no hace falta usar la violencia para defender el “ser hombre”. A su vez quedó latente la reflexión acerca de la necesidad de frenar la transmisión de patrones de violencia a sus hijos, por ejemplo.

Y si usted es hombre, está leyendo esto y se pregunta por qué cambiar algo que ha funcionado “bien”. O pasa por el hecho de que quizá esto de las nuevas masculinidades es una novelería generacional, es indispensable que conozca que la corresponsabilidad y el cambio de patrones socioculturales son dos pilares sobre los que se sostiene la lucha por la equidad y la prevención de la violencia de género.

Consecuentemente, las nuevas masculinidades tienen un rol estratégico en la agenda por la equidad y la igualdad de derechos. Pero para entender esto es necesario hurgar en el contexto. Históricamente, los hombres no se vieron obligados a cuestionar cómo actuaban y cómo se relacionaban. Las cosas funcionaban y eso bastaba. Sin embargo, las mujeres oprimidas por el determinismo de género debieron luchar por su espacio y sus derechos. Esto ha significado un remesón para las masculinidades tradicionales.

Desafío colectivo

La reconstrucción de las masculinidades requiere de un proceso de reflexión e interiorización por parte de los hombres. “Redescubrirse, sensibilizarse y reconocerse, como sujeto (sin etiquetas), buscar la equidad y reducir la violencia son las principales necesidades que deben ser resueltas”, explica Abel Ramírez.

Elizabeth Arauz, especialista en Ayuda Humanitaria en ONU Mujeres Ecuador, considera fundamental que, para trabajar en nuevas masculinidades, el hombre identifique la desigualdad frente a la mujer. Ella se refiere a las disparidades en aspectos como el laboral, financiero, el rol en el espacio público, incluso en los medios de comunicación y la violencia simbólica que se genera en estos.

Pero la tarea de construir nuevas masculinidades no se reduce al individuo. Pasa por un Estado que asuma su obligación de incluir en la malla curricular de las instituciones educativas dos temas relevantes: género y no violencia. Tiene que ver también con la academia que está llamada a aterrizar estos debates en la cotidianidad.

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