La tiktokracia: vieja política para públicos jóvenes

Las redes sociales envejecen, y no todas lo hacen igual. Algunas disimulan, se adaptan a los más jóvenes o incluso —digamos, como el buen vino— mejoran; a otras, aunque duran, ya se les nota los años; y están las que van desapareciendo o ya lo han hecho.

Fotografía: Shutterstock.

¿Alguien se acuerda de MySpace? La red social más popular a inicios de siglo técnicamente aún no ha muerto, pero ya pocos la recuerdan. Y la plataforma social del Goliat de Internet, Google+, no pudo hacerle frente a la gigante de las redes sociales, Facebook, y cerró definitivamente en 2019.

También los usuarios envejecemos con nuestras plataformas. ¿Cuántos años teníamos cuando perdíamos el tiempo comentando y viendo fotos en Hi5? Facebook es de 2004 y su versión en español está disponible desde 2008. En mi cuenta hay actividad desde 2011, y cada tanto recibo notificaciones por si quiero volver a publicar posts antiguos, que en la terminología de Facebook se llaman recuerdos.

Unos cientos de millones de jóvenes, que se quejaban de que “en Facebook ya están todas las tías” y los tíos y del exceso de publicidad, ya tienen cuentas en Instagram, una plataforma basada sobre todo en la imagen, con mil millones de usuarios activos por mes (75 % menores de 35 años), propiedad de Facebook Inc. Twitter es de 2006 y se supone que en sus filas militan los usuarios más interesados en el acontecer noticioso, la política y los temas de relevancia social: un grupo pequeño (un millón de usuarios en este país, según el informe Ecuador Estado Digital 2021, si se lo compara con Facebook y sus trece millones de usuarios), pero bullicioso pues, dependiendo de la visibilidad del usuario y sus publicaciones, puede tener eco en los medios.

Las mismas personas que postean memes en Facebook y tuitean reflexivas, elocuentes, indignadas, quejumbrosas, creativas, sarcásticas… pueden mostrar un tono mesurado y profesional en LinkedIn, la plataforma de Microsoft dedicada al uso empresarial, los contactos profesionales y la empleabilidad. Es decir que cada red asume un espacio social, y sus usuarios se comportan según ciertos códigos. Por eso, hay contenidos y usuarios que funcionan bien en una red y en otras no. O son un desastre. TikTok es una plataforma joven, creada para jóvenes, en la que algunos no tan jóvenes tratan de llegar con un mensaje político, ¿joven?, que se supone que no interesa a los jóvenes. A vuelo de pájaro, podría verse como la reconciliación de la política —del mensaje político— con ese público, o como una intromisión —el tío o la tía del face en los zapatos del sobrino— y, por ende, el ridículo. Y dicen que de eso último no se vuelve.

TikTok, un relevo generacional

Su nombre es casi una onomatopeya sobre el tiempo: tic tac, tic tac suenan las manecillas del reloj. Mientras envejecen las primeras y más populares redes sociales, y sus usuarios, ha surgido y se ha impuesto TikTok, escribió en The New York Times el crítico cultural y narrador Jorge Carrión. Si las grandes plataformas sociales se crearon en Estados Unidos, a inicios del siglo XXI, TikTok fue creada en 2017 y es la primera red social china que ha alcanzado un éxito masivo en Occidente. Lo hizo sobre todo en los primeros meses de la pandemia, también venida de China, cuando el confinamiento obligaba a buscar en qué entretenerse. En agosto de 2021 ya tenía 800 millones de usuarios activos cada mes y, según el informe antes citado, es la quinta plataforma social más usada en el Ecuador, con 2,3 millones de usuarios.

¿Por qué le ha ido tan bien? Porque supo llegar, con una alternativa más o menos distinta, a un público que usaba las mismas redes con las que crecieron sus padres —o sus tíos—: el primer público objetivo de TikTok es la generación Z, los llamados centennials o nacidos entre 1994 y 2010.

¿Y qué les ofrece? Dejando de lado cuestiones técnicas y el conflicto geopolítico entre Estados Unidos y China, si en Instagram reina la fotografía, TikTok hizo lo propio con videos que, a diferencia de YouTube, suelen durar mucho menos. No se necesita crear una cuenta para verlos, se pueden insertar en cualquier otra plataforma y tiene un sistema de pago para los tiktokers más populares, como YouTube. Además, TikTok usa un formato de publicación vertical para que sus usuarios no tengan que girar la pantalla de sus teléfonos. Pero Instagram ya había hecho eso, dirán, con las famosas stories, después usadas en Facebook y llamadas estados en WhatsApp y fleets en Twitter. Y es cierto. Pero en TikTok los videos más populares se basan en bailes, coreografías, retos, música y eso que se criticaba a los cantantes que en verdad no cantaban en vivo, la fonomímica, en un tono jocoso, juguetón, que invita a la repetición. Una apuesta por la viralidad.

¿O sea que sirve solo para jugar o entretenerse? En las protestas de Hong Kong de 2019, los jóvenes la usaron para difundir videos que luego fueron censurados. La plataforma eliminó también ese año cuentas que el Estado Islámico utilizaba para reclutar gente joven. En Estados Unidos, en 2020, miles de jóvenes se sumaron al “reto” de reservar entradas para un mitin del expresidente Donald Trump, al que no asistieron. TikTok lanzó en 2021 un proyecto piloto para que los jóvenes pudieran enviar un video de presentación, en lugar de su hoja de vida, a posibles empleadores. Y entre los muchos usos que puede tener la plataforma, ya hay tiktokers dedicados a dar tips sobre moda, cocina, noticias, maquillaje, juegos, ejercicios, etc. Y se ha sumado gente del entretenimiento. Y políticos, claro.

Las redes sociales y la política

Los políticos usan las redes sociales porque son un canal que les permite comunicarse directamente con distintas audiencias. Bastante se ha hablado sobre cómo Barack Obama llegó a la Casa Blanca apoyado en su estrategia para Internet y redes sociales, en 2008. El expresidente del Ecuador Rafael Correa utilizó Twitter políticamente, también Trump en Estados Unidos, y es conocido el caso del presidente de El Salvador, Nayib Bukele, quien no solo tuitea para los ciudadanos sino que envía instrucciones a ministros y funcionarios —¿suena conocido?—, es decir, gobierna a través de Twitter, han dicho los más críticos, entre otros casos.

Los partidos se lanzan a la conquista de la red social de moda, poblada de usuarios de entre 16 y 24 años, que también apuestan por llevar la actualidad a una plataforma pensada inicialmente para la diversión y es que TikTok, fue fabricado para ser adictivo.

El problema con eso, escribió el periodista Diego Fonseca, en un artículo titulado “Señor presidente: cállese”, es que implica un riesgo democrático: “El espectáculo demagógico que aparenta ser un ejercicio de democracia directa —un mandatario que habla al pueblo sin nadie que cribe, edite, cure— se devora a la democracia representativa. Y lo más preocupante: destruye la rendición de cuentas real y efectiva con la pirotecnia efectista del tuit. Las redes sociales… han construido una ficción de cercanía entre líderes y ciudadanos, ahora convertidos en ‘seguidores’” y políticos que actúan como influencers. Así, estas plataformas pueden convertirse en canales oficiales para la propaganda, la vanidad, la grandilocuencia o la megalomanía, para desacreditar opositores y demás.

Uno de los primeros políticos en usar —digamos— con éxito TikTok fue el líder del partido italiano conocido como la Liga, Matteo Salvini. Varios partidos españoles llevaron la campaña electoral de la Comunidad de Madrid, en 2021, también a esa plataforma. El presidente de Francia, Emmanuel Macron, ya tiene en esa misma red dos millones de seguidores y le sigue cerquita el presidente de El Salvador con 1,9 millones.

@emmanuelmacron

♬ son original – Emmanuel Macron

En el Ecuador, el excandidato Xavier Hervas —sabemos— dio la sorpresa en la campaña presidencial de 2021. Luego de sus tiktoks disfrazado de “viuda”, en scooter, coreografías… vimos al expresidente Lucio Gutiérrez bajarse de una moto, con gafas, en plan “Terminator Lucio” —así se hace llamar en el video— para “combatir la corrupción”, a Yaku Pérez descalzo, tocando el saxo y bailando con su pareja, a Guillermo Celi en la batería… Los entonces candidatos Andrés Arauz y Guillermo Lasso también usaron TikTok en la segunda vuelta. Pero Lasso, ya como presidente, ha persistido, y en su cuenta, hasta los primeros días de agosto, ya tenía 1,2 millones de seguidores.

Ministros y funcionarios del actual Gobierno también se han estrenado en la red social de los centennials. En campaña cuando, además, se trata de simpatizar, el uso de TikTok no sorprende o, como le dijo a El Universo la consultora Gissel Márquez, “el político abraza, come, baila” y hay redes más propicias para eso. Ya en el poder las críticas se centran en la banalización del mensaje oficial. Y es que, ¿en qué aporta un tiktok del secretario de Comunicación de la Presidencia, Eduardo Bonilla, o de la exministra de Agricultura, Tanlly Vera, bailando, cada uno por su lado, con menos o más gracia? ¿O un tiktok del presidente Lasso —aunque no fuese compartido desde su cuenta— en el que, para cumplir una promesa hecha en campaña, acompaña a un actor en un baile y ríe en Carondelet, mientras en las cárceles hay amotinamientos y muertes, y crisis económica, sanitaria y social en todo el país? ¿Hay algún propósito, además del deseo de agradar o mostrar una faceta lúdica, cercana —si se quiere— y juvenil, del funcionario en el poder?

En la academia, para el uso político de las redes sociales basado en lo emocional y la viralidad, en atraer a las masas, los comunicadores y politólogos ya utilizan el término populismo 2.0, un populismo tecnológico en el que los ciudadanos participan del consumo y la distribución del mensaje, sin intermediarios, y pueden interactuar, comentar, compartir, sentirse parte. En la otra esquina están quienes ven en TikTok un canal novedoso para adaptar el mensaje político a las tendencias actuales, pero sin necesidad de hacer el ridículo o banalizarlo, según las particularidades —eso sí— de la plataforma en la que, como ya se dijo, manda el entretenimiento, las coreografías, el humor, la brevedad… Si es un canal adecuado para hacer política y llegar efectivamente a los más jóvenes, solo el tiempo y los niveles de aceptación lo dirán. Aunque, como van las cosas, parece que llegó para quedarse, nos guste o no a los menos jóvenes.

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