Tania Tinoco: una carrera de resistencia

Por Verónica Garcés

Fotos: Amaury Martínez

 Es machaleña de nacimiento y guayaquileña de corazón. Una de las caras más reconocibles del periodismo televisivo en el Ecuador, Tania Tinoco es la directora y presentadora del noticiero nocturno Telemundo y presentadora del programa de reportajes Visión 360. Su casa es sobria y acogedora, un gran biombo de madera separa la sala del comedor. Varias plantas de interior avivan los espacios… Es sábado. Su esposo, el empresario suizo Bruce Hardeman, ha salido a hacer unas compras. La empleada me hace pasar a la sala y me ofrece un vaso con agua. Mientras paso revista a los portarretratos con fotos familiares y a sus cuadros de Guayasamín y Kingman, llega su hija Amelia con el uniforme del colegio y la cara desencajada; me saluda con beso. Le pregunto si está todo bien. Dice que sí, que solo está sudada y sube por unas escaleras. Luego de unos minutos baja Tania. Mientras lo hace, le da indicaciones a la empleada de aplicar hielo y Voltaren en la pierna de su hija, que acaba de lesionarse. Viste de negro entero, tiene la cara lavada, el pelo recogido en un medio moño, una bolsa de maquillaje en la mano. Es una mujer elegante. Apenas se sienta, empezamos.

                —¿Cuándo supo que iba a ser periodista?

—A los quince años, ya sabía que iba a ser una “contadora de historias”, como dice Jenny Estrada, me quedó bastante claro, por fortuna. Si no, hubiese sido abogada y, de verdad, hubiese sido buena… Podría haber sido en quinto curso cuando legué a la mesa de mis padres y dije que iba a ser periodista. A mi mamá le dio ataque. “¡Cómo, si las periodistas son unas callejeras, volantuzas! ¡Tienen mala fama!”… Mi amigo Carlos Jijón me dice: “Tu mamá tenía razón, tanto tiempo que andas en la calle”.

                —Y en la noche…

—¡Sí, encima en la noche!… En mi casa todos guardaban la esperanza de que yo fuera abogada como mi papá. Él tenía una biblioteca inmensa y mi mamá soñaba con que yo fuera la dueña de esos libros… pero cuando le dije a él que iba a ser periodista, me dijo: “Hijita, lo que tú quieras”.

                —¿Alguno de sus hermanos es abogado?

—No. Mi hermano mayor es economista y mi hermano menor es ingeniero agrónomo. Nadie de nosotros fue abogado, tal vez sentíamos que era muy difícil llenar la talla de mi papá, creo yo… Mi sobrina Ariana va a ser abogada. Mi sobrino Tadeo, por parte de mi hermano mayor, va a ser periodista.

                —Las leyes y el periodismo van muy de la mano…

—Sí, también la poesía… Digo porque me gusta la poesía.

                —También le gusta la pintura…

—Sí, en esta vida de periodista, he tenido la oportunidad de conocer a muchos grandes maestros. La primera vez que trabajé fue en el Banco del Pacífico, en el área del museo. Allí conocí a una mujer maravillosa que se llama Inés Flores, ella era amiga de todos los artistas. Yo era guía del museo y conocía a los artistas porque colgaba sus cuadros, también porque mi papá fue presidente de la Casa de la Cultura dieciocho años y llegaban a nuestra casa en Machala.

                —¿Cuándo empezó su carrera como periodista?

—Entré a Ecuavisa a los diecinueve años. Llevo treinta años trabajando ahí. Y en Telemundo estoy desde que murió Alberto Borges, en junio de 1994, casi un año después me nombraron directora.

                —Usted siempre tiene palabras cariñosas para él…

—Cómo no voy a tener palabras cariñosas para alguien a quien quise y quiero mucho, quien me ayudó en mi formación. Él fue un maestro y una de las cosas que no solo me enseñó a mí, sino a mis colegas en general, fue a usar el periodismo para hacer el bien. Él no lo usó como una herramienta para sí mismo. Yo sigo creyendo que los buenos periodistas son buenas personas.

                —¿Recuerda cuál fue su primer reportaje?

—Fue sobre el bosque petrificado de Puyango (entre El Oro y Loja). Y la primera vez que escribí fue para la revista Hogar, un artículo que se llamó “Las Venus de Valdivia”. Ahora escribo para Hogar una columna y no sabe lo feliz que me hace, porque allí intento enfocarme en ese aspecto de mamá, mujer, esposa, trabajadora, como muchísimas ecuatorianas. No puedo hablar de política, si digo algo, la editora me mata.

                —¿De qué habla ahí?

—El último artículo que escribí, “Una situación de geografía”, es sobre las mujeres en el mundo y cómo a veces el sitio donde naces puede marcar tu bendición o tu desgracia. Contaba el caso de las niñas adolescentes secuestradas por Boko Haram y describía el caso de una sudanesa llamada Mary Ann que fue acusada de cometer un crimen de apostasía, porque su familia la denunció por haber renegado del islam y, como se había casado con un cristiano, era además culpable de adulterio porque su matrimonio era nulo. Estaba sentenciada a la horca. La metieron a la cárcel y allí tuvo a su segunda hija. Su marido hizo una campaña que llegó hasta el primer ministro de Gran Bretaña, donde finalmente surtió efecto y ella pudo abandonar Sudán…

                —Solo un poquito político…

—Un poquito, pero ahí no me dijeron que lo cambiara. Otro que escribí fue “Una mamá normal”. Explicaba la situación de muchas madres que trabajamos y vivimos con una hija adolescente. Mi hija un domingo me dijo, delante de mis hermanos, muy airada, que ella lo único que quería en la vida era “una mamá normal”. Yo me quedé verdaderamente muy preocupada pensando qué era eso. Tengo una amiga que es terapeuta familiar, la llamé y me dijo que solo se lo preguntara de la mejor manera. Así que lo hice y me dijo que una mamá normal era aquella que se sentaba con sus hijos a hacer las tareas, que no se demoraba en el supermercado y que iba todos los días al gimnasio. Entonces yo tuve que admitir con mucha tristeza que no encajaba en ese molde, que entonces era una mamá anormal y que confiaba en que el tiempo iba a hacer que mi hija entendiera que hay otras realidades, que esta es la madre que Dios le dio, con todo lo compleja e imperfecta que puede ser, porque yo la quiero. Ese artículo me valió que mucha gente me escribiera, me mandara e-mails y notas porque lo habían pasado igual o peor.

                —Es difícil ser mamá…

—Sí, pero es maravilloso, es una experiencia que no cambias por nada. Creo que eres una mujer plena en ese momento y puedes sentir ese amor incondicional que es algo que se siente pocas veces en la vida. Miras a ese bebé que es el fruto de tu amor, que sale de tu vientre y dices: por este niño o niña, soy capaz de dar la vida, así sin más.

                —¿Alguno de sus hijos va a estudiar periodismo?

—No, por nada del mundo. Es la pregunta que les hacen constantemente y son tajantes. Mi hijo es un chico de ciencia, él está pensando en las matemáticas fractales porque el helecho es perfecto… y me quiere explicar a veces y yo no quiero que me explique. Mi hija es una artista, en el buen sentido. Usted la vio cómo entró llorando porque tiene un concurso en Orlando en este mes de junio, entonces que ella se lesione un poco la pierna es un drama para una bailarina. Así que me pasaré todo el fin de semana de masajista. El periodismo, nada que ver con ella. De hecho, llegó un día furiosa con la revista. Me dijo que el presidente Correa tenía razón, que los periodistas son corruptos y mentirosos, porque yo había puesto (en la columna de Hogar) que “lo único” que ella quería en la vida era una madre normal y que ella no había dicho que era “lo único”, porque quería otras cosas en la vida, “además” de una mamá normal. Esto terminó siendo la gracia de toda la familia, porque yo le dije que tenía testigos… Ocurre como ocurre la vida diaria de nosotros los periodistas, ¿verdad?

                —Usted es directora de un noticiero, presentadora, reportera, columnista, esposa, mamá: ¿cómo hace para hacer tantas cosas a la vez?

—Haces el mejor esfuerzo. Las mujeres somos como varias a la vez. De vez en cuando eres la profesional, de vez en cuando eres la mamá, otra vez eres esposa. Cumples muchos roles en uno.

                —Pero el periodismo es tan demandante…

—Más que eso, el periodismo ha cambiado con las redes sociales. Si antes la televisión era la inmediatez, ahora son las redes. Mira, cuando agarraron a Bin Laden, fue un tuitero que le anunció al mundo lo que estaba pasando. Esto nos ha llegado a todos los periodistas: saber que tenemos que entender y aprender otras reglas del juego…

                —Si no lo haces, estás fuera…

—Hace tres mundiales, tuve que sentarme en una mesa y pedir que me explicaran qué es una posición adelantada, entendí que el fútbol no podía estar ajeno al noticiero, porque es noticia. Igual pasa con las redes: son herramientas de trabajo que hay que aprender. Son los nuevos tiempos. Tuvimos hace un par de días unas jornadas inclusivas de trabajo con comunidades GLBT. Les decía yo: “Diez años atrás esto hubiera sido impensable”. Pero los tiempos nos llevan a esto y es el momento de la discusión, de entender de aprender y escuchar. Ahora hay unos que nos quieren dar unos nuevos roles a los periodistas, pero yo sigo creyendo que el nuestro es estar comprometidos con la verdad.

                —¿Nuevos roles como, por ejemplo, community managers?

—Sí… Las redes te dan el titular, pero en la televisión vas a escuchar la noticia y en el periódico vas a ir al análisis. Además, como las redes están compuestas por miles y miles de personas, podrías caer en el error, y es perfectamente comprensible, de que algunos mensajes puedan no ser ciertos. Quienes alimentan las redes son miles y miles de usuarios, muchos de ellos desconocidos y otros ficticios, creados con el propósito de dar a los periodistas carne podrida. Todos los días intento no equivocarme, obviamente, pero tampoco estoy a salvo de cometer errores. Muchos se han equivocado gravemente, todos nos hemos equivocado.

                —Los periodistas estamos muy expuestos, si te equivocas, igual ya está publicado… no hay marcha atrás.

—Sí y creo que muchos errores son de buena fe, pero y ahí esta lo grave: si te equivocas, (en este Gobierno) te sancionan, te ponen una cadena, te exhiben al escarnio. ¿Y cuando se equivocan ellos? Me pusieron una cadena, por el título de la promoción de un reportaje sobre Muisne. Fue un error, sí efectivamente. Le pusieron a la promoción un título que decía “Muisne, Isla del Terror”. Eso estuvo un sábado en la mañana y, apenas advertimos el error, eso se quitó. Yo no fui la autora de ese reportaje ni de la promoción, sin embargo, el lunes tenía una cadena, con mi cara, donde me acusaban directamente de haber ofendido a Muisne; una carta de la gobernadora de Esmeraldas, exigiéndome disculpas y acusándome de que yo había tratado mal al pueblo de Muisne… Yo pregunto: ¿eso no es linchamiento mediático también? Por supuesto, nadie me pidió disculpas.

                —¿Y qué hizo?

—Nada, son cosas que pasan… Hay personas que se creyeron eso y mandaron denuncias. Yo ahora opto por bloquear a esos trolls que te dicen desde “hdp” o “vas a morirte”, cosas así… Ese es el pan de todos los días, pero no nos van a ganar, vamos a resistir. No nos van a someter. Esta es una carrera de resistencia, ya vendrán tiempos mejores. Esto no es democracia, esto es tiranía, ojo.

                —¿Cómo hace un periodista político para mantener su compromiso con la verdad?

—La verdad a veces tiene muchas caras. Tal vez lo que he hecho yo es no olvidar las cosas básicas, como por ejemplo, si viene un político y me da una primicia, preguntarme cuál es su interés para que se la publique. Si tengo las respuestas claras, mi respuesta será muy prudente. Creo que no es fácil que a los periodistas que intentamos ser honestos nos compren con un pedazo de filete.

                —¿Qué pasa con la Ley de Comunicación?

—El periodista en este país que me diga que no está autocensurado está mintiendo. Recientemente compartimos una mesa con Patricio Barriga (presidente del Consejo de Regulación de la Comunicación, Cordicom), yo le dije lo mismo que le acabo de decir a usted y él decía que eso no es lo que busca la Ley de Comunicación. Le ofrecí sentarnos un rato y discutirlo, para demostrarle con ejemplos prácticos que hay muchos casos en los que la ley es totalmente antojadiza, contradictoria e inaplicable. Por una parte te dicen que no a la censura previa, pero por otra te quieren decir qué es noticia y qué no es. ¿Quién decide que es algo de interés público o no? Los mismos que te regulan, te controlan y te sancionan. No quisiera hacer de esta entrevista una polémica sobre la Ley de Comunicación, pero esta es una carrera de resistencia. Eso es lo que hacemos los periodistas en el Ecuador, ahora. Yo trabajo todos los días y en mi oficina, en el primer cajón, a mi izquierda, tengo la Ley de Comunicación, el reglamento y los códigos deontológicos, encima un manual que hizo Darío Patiño, director nacional de noticias de Ecuavisa, con los casos que a diario nos podríamos topar y con la mejor utilización de la ley. Todos los días yo me siento allí y si viene un reportero con un tema que le causa alguna inquietud, voy y reviso.

                —Han dicho que la regulación es necesaria para impedir abusos de parte de la prensa…

—Siempre ha habido periodistas buenos y otros que no son tan buenos. Medios buenos y otros que no lo son tanto. Si te ponen a elegir, tú eliges, esto es más o menos como la comida. Tú eliges qué medio quieres escuchar, lo terrible es que nos quieran limitar la posibilidad de elegir, que nos digan: solamente estos medios y encima a los medios decirles cómo tienen que ponerlo. El caso del doctorado honoris causa (del presidente Correa) en Chile. La Senacom ya acogió la demanda y lo hizo porque no se cubrió en el espacio que ellos consideran correcto la envestidura de un nuevo doctorado honoris causa para el presidente. Ellos ya aceptaron esa investigación. No solamente te quieren decir qué pones, sino cuánto espacio le das. Pero ese es el desafío que tenemos de hacer periodismo con esta ley, como dijo Darío Patiño, que para mí fue inspirador: “Cuando se nos cierre el Ecuador, se nos abre el mundo”. Y es cierto, de alguna manera. También pasaremos esto, soy una optimista incorregible.

                —¿Se ha autocensurado?

—No me diga que a usted no le ha pasado. Se lo dije hace un rato, el periodista que me diga que no se autocensura creo que está mintiendo.

                —Claro, el tema de la contrastación de fuentes es complicado en la práctica…

—¿Cómo nos vamos a ir a Iraq a comprobar que ha estallado un pozo petrolero?

                —Y aquí mismo, si un ministro no responde las llamadas de un medio, no podemos contrastar…

—Ellos van a decir que sí lo podemos hacer después de haber cumplido un proceso en el cual van a decir que hay que documentar el pedido de una entrevista y, si se pasa determinado tiempo, usted puede poner su información o su noticia sin esta participación oficial.

                —Pero en la práctica…

—Yo no quiero dedicar esta entrevista a eso, porque se puede pensar que estoy usando esto para una pelea y de eso no se trata, esto es una carrera de resistencia. Yo entiendo que hay una ley, acepto que la haya y la cumplo. Estamos haciendo periodismo con esa ley. Sin embargo, quien ha perdido con la ley no es el periodismo únicamente, es el Ecuador. Cuando los ecuatorianos tienen menos información, ellos pierden.

                —¿Como nace Visión 360?

—Este es un viejo sueño de Xavier Alvarado Roca de hacer la versión criolla de 60 minutos. Allen Panchana se fue a Washington y a Navarra a hacer un masterado en Comunicación. Entonces, cuando él regresa, le plantea hacer un programa que se adecúe a nuestros tiempos y que tenga en la manera de lo posible todas las perspectivas que haya con respecto a un tema. Y es así cómo empieza a tomar forma el año pasado. Fuimos a comer un ceviche peruano y Allen me preguntó qué me parecía y le dije: me subo al barco en este momento. Lo de ser la presentadora ni yo misma sé cómo se dio, pero desde el principio estuve ahí como un soldado. Hubo ahí la discusión o la pregunta de si estoy en Visión 360 o en el noticiero y dije que estaría en las dos partes, yo no soy de nadie, ni siquiera de Bruce. Visión 360 nos está dando unos resultados increíbles e inesperados con respecto a la gente. Lideramos parrilla en ese horario y muchas veces somos tendencia en las redes sociales. Cada domingo recibimos muchísima retroalimentación de lo que hacemos. Y eso nos llena de satisfacción y de compromiso.

                —¿Cuál es el enfoque del programa?

—Los temas nos abundan, pero estamos en este momento de hacer periodismo con una ley, entonces no podemos tratar todos los temas, escogerlos es un trabajo verdaderamente de médico cirujano, pero se trabaja con mucho entusiasmo y con muchos recursos. Este es primer programa que tiene HD (formato High Definition), por ejemplo. Somos seis reporteros y cada uno de nosotros sale a trabajar con un productor de campo. Los temas no son necesariamente los que encuentras en ese día o esa semana en los periódicos y no solamente hablamos de cosas polémicas, por ejemplo, la semana pasada sacamos un tema sobre Añango, una comunidad del Oriente donde llevan el “buen vivir”, pero a su manera. Nadie les explicó qué era eso, ellos solo lo hacen. Han dejado la caza, reciclan todo, hacen su propio compost, generan su propia energía con paneles solares. Nosotros estamos felices de decirles a los demás ecuatorianos: miren, hay una comunidad en el Yasuní que hace esto y es un ejemplo para todos.

                —El libro de metafísica que escribió en 2007 sobre la maestra intuitiva Natlie…

—Yo preferiría que no me pregunte sobre ese tema porque es difícil hablar de metafísica cuando la mayoría de la gente no está interesada en eso. Si yo me reúno con un grupo de personas interesadas, yo feliz de la vida hablo de eso pero no para un público tan abierto.

                —Ok. Usted era periodista cuando ocurrió el Taurazo…

—Sí, pero yo era redactora, quien estuvo allí fue Teresa Arboleda. Yo estaba en la redacción y me puse a llamar como loca a todo el mundo. Me preocupaba mucho por Tere porque era una situación muy peligrosa, sobre todo para ella, y éramos compañeras, era mi amiga, somos amigas hasta ahora. A veces nos pasa, por trabajar tanto tiempo juntas, que llegamos a presentar con la misma ropa, los mismos colores. Tenemos la misma peluquera de toda la vida. En verdad, cuando uno puede hacer amigos en el trabajo es una bendición.

                —¿Ha cambiado el oficio del periodismo desde la época de León Febres Cordero hasta ahora?

—A mí me parece muy gracioso cómo ahora, por ejemplo, los trolls, que son unos fanáticos, te insultan con facilidad e, inmediatamente, asumen que, como no estás favoreciendo su posición, entonces tú favorecías a Febres Cordero. Hace poco encontré entre mis cosas una carta horrorosa de Febres Cordero contra mí. Él me persiguió, mandó a medir mi casa para ver si yo estaba salida unos centímetros. Siendo alcalde, cerró un restaurante que yo tenía con mi esposo. Sin embargo, fue un magnífico alcalde. Creo, personalmente, que Nebot lo ha superado, pero esa es la realidad, quien no lo quiera reconocer es un ciego… La época de Febres Cordero fue muy dura para nosotros los periodistas, pero nunca tanto como ahora.

                —El caso de Carlos Vera es tal vez un ejemplo de lo que enfrentan los periodistas…

—Carlos Vera es un periodista apasionado y siempre dijo que era un periodista político, pero, ¿quién puede decir que es un hombre o un periodista deshonesto? ¡Nadie! Su ausencia de los medios por circunstancias que todos sabemos es una pérdida para el país. A Carlos Vera lo silenciaron, pero creo también que llegará un momento en que volverá, aunque él me dice que no… Este momento pasará, ya hubo tiempos en que los periodistas ecuatorianos pasamos dictaduras, pero vendrán mejores tiempos.

                —Muchos creen que un periodista que incursiona en política pierde un poco de credibilidad…

—Yo he dicho siempre que no lo haría, pero quién soy yo para juzgar eso. Es como cuando alguien me pregunta sobre el aborto, en principio, no estoy de acuerdo, pero quién soy yo para juzgarlo.

                ¿Cómo reacciona su familia cuando el presidente la ataca?

—Mi papá ya murió, mi mamá menos mal no está muy pendiente al detalle. Imagínese, tengo un hermano correísta, él está convencido de muchas cosas buenas del Gobierno de Correa y tiene su derecho, pero cuando yo le hago un par de preguntas se queda sin piso. Mi otro hermano es totalmente anticorreísta, así que está balanceado el tema. El domingo no hablamos de eso, pero la familia sufre. Cuando el mismo presidente me dijo mentirosa, Amelia llegó y me dijo: “Mami, ¿cierto que Correa te dijo mentirosa?, ¡pero tú no eres mentirosa!”. Y mi hijo, que es más grande a veces se preocupa, pero una vez más les digo: “Esta es la madre que Dios les dio, no me voy a quedar callada, no me voy a encerrar en esta casa ni voy a aceptar la oferta de Bruce”… Él me hizo una oferta hace un par de años, me dijo: “Conviértete en una mujer mantenida, yo proveo todo”.

                —Una madre normal…

—En ese momento le contesté que, si me convirtiera en la madre normal, estaría muerta.

                —¿Ha temido alguna vez por su integridad física?

—Nos han pasado cosas tremendas. Ya una vez me patearon. Hace un año o dos, participé en una marcha en defensa de El Universo, cuando llegábamos a la corte, Bruce se acercó porque me iba a recoger, ya nos íbamos y las personas que estaban cercanas al gobernador Cuero nos comenzaron a insultar, a decirnos un montón de cosas. Yo quiero pensar que él no se dio cuenta, pero él estaba muy cerca de donde nos agredieron. No quiero hacerme la víctima, dígame a qué periodista no le ha pasado una cosa así, más aún en Gobiernos como estos. Nos han amenazado, me han puesto varias cadenas, me han llamado mentirosa, y nunca se han disculpado después, pero eso no es lo importante. En la situación en la que estamos, estas cosas se han vuelto gajes del oficio, aunque no deberían serlo. ¿Cómo es posible (entender) lo que le dicen a Carlos Vera?, ¿a (su hijo) Carlos Andrés? ¿Cómo se meten con su familia, las amenazas a todos ellos, solo porque él es un periodista combativo… este tipo de cosas se han vuelto comunes ahora.

                —Con lo que a usted le ha pasado, muchos hubieran dicho chao, me voy a hacer otra cosa.

—Como usted me ve, estoy en paz y estoy completa. Créame que cuando me acuesto a dormir digo: “Dios también ilumínalo al presidente”.

                —¿Cuál es su proyección a futuro, cómo se ve en diez años?

—Ya sabes que soy metafísica. Vivo en el hoy, en el aquí y ahora. Yo no vivo del pasado. Hay planes por supuesto, generales: mi hijo se va a estudiar fuera el otro año. Mi hija Amelia va a estar tres años más en el Colegio Alemán. Bruce me ha preguntado sobre el futuro, yo solo le digo que él me prometió que íbamos a ser un par de viejos viajeros.

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