
La compañía italiana Ludovica Rambelli Teatro sincroniza en posturas y gestos corporales la tensión dramática de obras maestras de Caravaggio.
No es un arte nuevo, pero la perfección de imitar el realismo de pinturas de un gran artista como fue Caravaggio otorga gran mérito a los tableaux vivants de la compañía Ludovica Rambelli Teatro.
Sencillez e impacto emocional son los componentes de la representación de lienzos de Caravaggio en un marco imaginario dominado por los cuerpos de los actores que en cuestión de segundos arman una escena que se apoya en el vestuario, la iluminación y la música de Mozart, Bach, Vivaldi o Sibelius.
El cuadro viviente (del término francés tableau vivant) transporta al espectador “a un mundo de fantasía en el que se superponen gradualmente el arte pictórico y el arte teatral”, señala la compañía que lleva el nombre de Ludovica Rambelli, quien falleció en 2017 y dirigió Malateatro. Ella recuperó la antigua técnica de los cuadros vivientes en 2006, en el marco de un proyecto educativo.

Caravaggio, decía Rambelli, “es la bandera y el patrón de todo exceso fibrilar, exaltado y artístico”. El increíble montaje escénico de las obras del pintor italiano ha llevado al grupo a presentar sus obras en museos, galerías, festivales y plazas de Italia, así como en otros países.
La Conversione di un Cavallo da nombre al conjunto de veintitrés montajes escénicos de lienzos de Caravaggio creados en los últimos quince años por Ludovica Rambelli Teatro, que dirige Dora de Maio.
Entre las pinturas convertidas en cuadros vivientes figuran “Santo entierro” (o “Descendimiento”), “El éxtasis de la Magdalena”, “La decapitación de san Juan Bautista”, “La incredulidad de santo Tomás”, “El sacrificio de Isaac”, “Juan Bautista”, “La resurrección de Lázaro”, “San Francisco de Asís en éxtasis” y “Baco”.
De pasatiempo a técnica interdisciplinaria
El cuadro viviente se ha convertido en un género artístico interdisciplinario, pero antes fue un medio de entretenimiento de la aristocracia en el siglo XVIII y tuvo auge en Francia en el siglo XIX.
Este formato, desarrollado ampliamente en las artes escénicas, la fotografía y el cine, reverdeció hace dos años en las redes sociales, durante el confinamiento por la pandemia, con iniciativas que invitaron a los usuarios a reproducir con objetos caseros famosas escenas pictóricas.
“Entre performance, teatro, pintura y escultura, la práctica del cuadro viviente es cautivadora: además del juego de los parecidos, una inquietante extrañeza emana de estos seres vivos que se inmovilizan para recrear una imagen, pero cuyos cuerpos tiemblan, respiran… un arte que se despliega entre quietud y movimiento”, explicó el parisino Centro Pompidou al dedicar espacio el año pasado a esta manifestación artística.

Te podría interesar:
- Arístides Vargas: monólogo de un elegido
- ‘La muerte de Stalin’ y las ridiculeces del poder
- “El Festival de Música Sacra es un respiro en medio de tanta vorágine”
- ‘Q Galería’, un espacio para acercarse al arte contemporáneo en Cumbayá
- Daniel Espinosa narra el mundo moderno desde la estética precolombina