Sophia lleva un año dando cultura al sur de Guayaquil 

En una casa construida en 1931 y diseñada por Francesco Maccaferri, autor arquitectónico del Palacio Municipal y otras edificaciones patrimoniales, desde hace poco más de un año funciona la primera librería gratuita de recambio de la ciudad. 

El proyecto cultural es un éxito y ya tiene casi mil socios. Fotografías: Paulina Vallejo

Recostada en el piso, Canela aprovecha el sol que abrillanta la mañana del tercer martes de noviembre de 2021 y se abre paso por entre las copas de los árboles de mango que resguardan una de las casas que el arquitecto Francesco Maccaferri diseñó en el sur de Guayaquil.

En esta zona tradicional de la ciudad como es el Barrio del Astillero, Canela ya es tan icónica como la obra que del italiano se convirtió en patrimonio arquitectónico guayaquileño por ser la mascota de la casa en la que desde hace poco más de un año funciona Sophia, la primera librería municipal gratuita de recambio que hay en el puerto principal.

El espacio nació para impulsar “el amor por la sabiduría” y acercar la oferta cultural al sur de Guayaquil, un sector que, en este sentido, ha sido históricamente relegado, reconoce Melvin Hoyos, director de la librería ubicada entre las calles Eloy Alfaro y Argentina, donde, además, opera la Unidad de Coordinación Histórica y Cultural del municipio local, que también preside.

“Yo estuve casi treinta años como director de Cultura y como sabía que al sur no habíamos podido llegar por presupuesto ni dar el servicio que se pretendía dar, yo dije: No, tenemos que lanzarnos hacia el sur”, cuenta Hoyos desde su oficina situada en la planta baja de la esquinera casa blanca.

Y añade que, a un año de su inauguración, cumplido el pasado 9 de diciembre, el lugar ha alcanzado su objetivo constitutivo: “Creemos que ha tenido un éxito más allá de nuestras expectativas. Nos habíamos fijado no más de quinientos clientes y tenemos casi mil, de los cuales casi todos son asiduos, lo que quiere decir que esto funcionó y nos anima a ver si en otro lugar de la ciudad podemos poner otra librería Sophia”.

Canela, la famosa mascota de la librería Sophia, toma sol y está presta a recibir a la gente.

Eso quisiera Rufino Morán de 54 años. “Debería haber más de estos espacios porque incentivan la lectura”, opina. En esta misma línea Fernando Navarrete, de 52, piensa que Sophia es una iniciativa “fabulosa” sobre todo para que los niños y jóvenes, “que están muy apegados a la tecnología”, se vuelquen a los libros.

Fernando y Rufino son socios de la librería. Fernando desde julio de 2021 y Rufino desde diciembre de 2020, mes en el que se llevó su primer libro. Hasta noviembre llevaba trece recambios. “Siempre me ha gustado leer, la lectura siempre ha sido mi entretenimiento”, expone Morán detrás de un barbijo amarillo, sentado en uno de los cinco asientos que luego del saludo de Canela reciben a los visitantes junto a una réplica del “Moisés” de Miguel Ángel.

En la planta superior, a la que no sube ninguno de los socios de Sophia, está el fondo bibliográfico, enteramente donado, que supera los 137 mil tomos, e incluye el acervo del fallecido historiador José Antonio Gómez Iturralde. Hoyos es quien dirige el recorrido y el que sabe en qué repisa está cada grupo de textos. “Los libros verdes y cafés son del Bicentenario. Lo que está aquí son libros del Archivo Histórico del Guayas que nos dio en donación el Club de la Unión (los de Gómez Iturralde), y desde esta percha hacia allá son los del colegio Palestra”.

Melvin Hoyos dirige la iniciativa que busca acercar la cultura al sur de Guayaquil.

Todo está desplegado en más de una veintena de repisas metálicas de seis pisos. Hoyos se desliza por entre las bibliotecas y prosigue: “Acá están los cómics que eran de la licenciada Nancy Palacios de Medina (quien fuera directora de la Biblioteca Municipal); esto es la biblioteca de Irene Márquez de La Plata; acá está parte de la biblioteca del doctor (Luis) Sarrazín Dávila; revistas y libros que hemos ido recibiendo, allá están los de diario El Universo y cómics del Bicentenario”, expone Hoyos mientras Canela sigue acostada afuera, rodeada de las catorce vitrinas en las que se expone la oferta de libros que se renueva cada dos o tres meses o si los socios/lectores lo solicitan.

Por ahora hay obras diversas. De María Piedad Castillo de Levi, Emily Brontë, Naguib Mahfuz, Justino Cornejo, Carlos Cuauhtémoc Sánchez, la Historia general del Cuerpo de Bomberos de Guayaquil; Dostoievski, Wilde, la Antología de la oratoria cuencana, Shakespeare, los Diccionarios biográficos del Ecuador de Rodolfo Pérez Pimentel… entre otros tantos de la historia local y la literatura universal, así como de economía y autoayuda, que son consultados sobre todo por jóvenes, cuenta Freddy Muñoz, quien trabaja en la librería.

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Este catálogo se despliega a un costado de la parada El Astillero Este de la Metrovía, que es la ventana principal de promoción de Sophia, así como el Hospital del Día del IESS situado enfrente, agrega Muñoz, quien trata con los socios, que a partir del tercer cambio pueden quedarse gratis con el libro que elijan.

Pero hay quienes se acercan a Sophia para donar lo que tienen en sus propias bibliotecas. Es jueves, 25 de noviembre, y Vicente López de ochenta años ha llegado para entregar dos libros: uno sobre Stephen Hawking y otro de Mark Twain. “Yo antes dejaba libros en las bancas del Malecón 2000 y después regresaba y ya no estaban”, recuerda.

Lo hacía para que la gente se entusiasmara por leer porque para él esto “proporciona autoeducación, le permite a la persona conocer lugares, ideas, razas, maneras de llevar la vida que, si uno no puede viajar, no las puede conocer, pero la lectura lo hace viajar, lo lleva a tantos lugares”.

“Recién la semana pasada me enteré de que había este lugar, entonces hoy día pasé por aquí”, comenta con doble mascarilla, mientras su blanca cabellera, como un faro, ilumina todavía más el ya blanco lugar. Pero, además, hay quienes solo pasan por Sophia para ver a Canela.

Hoyos comenta que ella ya tiene “padres y madres entre los transeúntes y como veinte madrinas”. Se refiere a las profesoras y alumnas de Silvia, la academia de belleza, cocina y corte y confección que queda en el edificio de al lado. Ya es casi mediodía y, mientras el sol sigue resplandeciendo su pelaje marrón, Canela se apoya sobre la corta reja negra para recibir sus mimos, saludos y caricias. En Sophia hay amor por la sabiduría y amor por los animales.

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