Sociedad civil y cambio social

Por Jorje H. Zalles

Ilustración: Shutterstock.

El politólogo de la Universidad de Harvard Robert D. Putnam publicó en 1993 un libro bajo el título Making Democracy Work,[1] cuya traducción al español es Cómo hacer funcionar la democracia.[2] En él, Putnam presenta la tesis, basada en estudios realizados en Italia durante más de veinte años, que la mayor garantía de gobernabilidad en una sociedad democrática es la presencia de la que describe como “una sociedad civil vigorosa”.

Cuatro de nuestros países, Ecuador, Colombia, Perú y Bolivia, y muchos otros en todo el mundo, están actualmente viviendo serios desafíos de gobernabilidad. Este hecho invita a reflexiones sobre la sociedad civil y su potencial rol ante esos desafíos.

Comienzo por responder a la idea, que no comparto, de que no existe tal cosa como “sociedad civil”. Este término describe al vasto conglomerado, que obviamente existe, de todos quienes, no siendo autoridades oficiales —presidentes, vicepresidentes, ministros, alcaldes, congresistas, policías—, influimos en la vida de nuestras sociedades con nuestras actitudes, acciones y pronunciamientos, a título personal o a través de las agrupaciones e instituciones a las que pertenecemos, sin que estemos organizados de esta o de aquella manera ni, menos aún, autorizados por ley, reglamento o autoridad alguna.

La “sociedad civil vigorosa” a la que se refiere Putnam es aquella conformada por una multiplicidad de organizaciones, asociaciones, instituciones, fundaciones, clubes, etc., que —y en esto radica la esencia de su contribución a la gobernabilidad— se encargan de atender con eficacia una gran variedad de necesidades e intereses, y de resolver múltiples problemas de la ciudadanía. Tenemos, por ejemplo, en el Ecuador, a la Junta de Beneficencia de Guayaquil, la Sociedad de Lucha Contra el Cáncer (Solca), la Fundación Amigos Benefactores de Enfermos Incurables (ABEI), Sporting Club Barcelona, la Casa de la Música y Sociedad Filarmónica de Quito, la Academia Ecuatoriana de la Lengua, la Asociación de Damas Voluntarias del Hospital de Niños Baca Ortiz y tantas otras agrupaciones nacidas de las inquietudes, angustias o intereses de unos, y la generosidad, buena voluntad y energía de otros. Un excelente análisis de la sociedad civil ecuatoriana que constituyó la tesis de grado de una estudiante mía[3] concluyó en 2018 que la sociedad civil ecuatoriana goza de sustancial vigor.

El expresidente Rafael Correa alguna vez caracterizó a la sociedad civil de peligrosa, otra apreciación con la cual discrepo, que refleja la pretensión eminentemente antidemocrática de reservar para las autoridades políticas todas las iniciativas, el poder y el accionar de una sociedad. Quienes consideramos que lo que más bien es peligrosa es la concentración de poder e iniciativa solo en el sector oficial apreciamos que una sociedad civil vigorosa es altamente constructiva.

Partiendo de las reflexiones anteriores, planteo la tesis central de estas líneas: la sociedad civil puede, a mi juicio, ser mucho más vigorosa y constructiva en tanto la naturaleza de sus influencias evoluciona a través de tres etapas principales, que describo a continuación.

Las instituciones democráticas de una sociedad es otro de los temas que más ha examinado, como se muestra en el libro Making Democracy Work: Civic traditions in modern Italy (1993), en el que Robert D. Putnam estudia las consecuencias de la descentralización de poder en Italia tras la aparición de los gobiernos regionales.

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En la primera, la sociedad civil se concentra en actividades caritativas y asistencialistas orientadas a paliar el sufrimiento humano, como las de Solca y la Fundación ABEI, o en actividades enriquecedoras de la vida de la comunidad basadas en el esparcimiento, las satisfacciones estéticas, etc., como las de los clubes deportivos, la Casa de la Música, etc. La evidencia sugiere que las actividades de la sociedad civil ecuatoriana corresponden principalmente a esta etapa. Son, sin duda, actividades muy valiosas y encomiables, pero no suficientes para lograr la óptima influencia de la sociedad civil.

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Hemos visto surgir una segunda orientación, que en los términos de este análisis constituye una evolución, hacia más actividades de influencia política. En un reciente artículo de opinión comenté dos instancias de ello relacionadas a la intención de pacto político previo a la elección de autoridades de la Asamblea Nacional y al proceso de remoción del alcalde de Quito.[4] En ambos casos, se dio una enorme actividad ciudadana en redes sociales, que en los últimos años se han sumado masivamente a los tradicionales canales de expresión de la opinión pública, y en el segundo caso se dio, además, la intervención determinante de un nuevo conglomerado de la sociedad civil, el Frente de Profesionales por la Dignidad de Quito, inexistente hasta hace dos meses y, según la prensa, constituido por no más de quince personas. Este segundo tipo de influencia desde la sociedad civil es muy valiosa, pero quienes, en coincidencia con Putnam, celebramos y propugnamos el cada vez mayor vigor de la sociedad civil vemos que encierra un peligro: al dirigir sus energías hacia la influencia política, los individuos y conglomerados que van por esta vía corren el riesgo de ser absorbidos por el proceso político, convertirse en movimientos políticos, entrar en alianzas con los poderes públicos, todo lo cual puede desvirtuar su condición de miembros de la sociedad civil, claramente diferenciada del poder político.

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Una óptima evolución de la sociedad civil es hacia un tercer tipo de actividad orientada a fomentar profundos cambios en la sociedad, no desde el poder político sino, como lo expresa el expresidente de Estados Unidos Barack Obama: “de abajo hacia arriba”. Antes de entrar en política, Obama fue lo que llaman un “organizador de la comunidad”,[5] quintaesencial expresión de una sociedad civil activa. Luego llegó al máximo nivel del poder político, y ahora ha regresado a sus orígenes en la sociedad civil, convencido como lo estoy de que los cambios más necesarios en toda sociedad no provienen ni pueden provenir de decisiones políticas, cambios constitucionales, leyes, reglamentos u ordenanzas. Pueden darse solo cuando una masa crítica de ciudadanos reformula sus esquemas de valores, creencias, actitudes y comportamientos. Un importante paso en la dirección correcta se ha dado en las últimas décadas en el Ecuador con el establecimiento y florecimiento de nuevas instituciones educativas privadas, dedicadas a brindar una educación liberal que estimula el pensamiento crítico y la maduración personal. Pero es solo un primer paso, que es imprescindible complementar con un cada vez más amplio fermento en la sociedad civil orientado a abandonar la idea de que las soluciones vendrán de decisiones políticas, estimular la evolución de todo nuestro sistema educativo hacia los preceptos de la educación liberal, y cambiar el conjunto de paradigmas perversos que aún dominan parte del pensamiento en nuestra sociedad y hacen posible el continuado dominio de actitudes y comportamientos racistas, machistas, clasistas, prepotentes, abusivos, intolerantes y corruptos. Ese cambio de paradigmas dominantes, que solo la propia sociedad civil podrá obrar, es lo único que nos permitirá luchar con éxito contra la pobreza, la desnutrición, la carencia de oportunidades y la desesperanza de nuestra gente. Y nos protegerá efectivamente del Foro de São Paulo y del socialismo del siglo 21 que, hasta que ganemos esa lucha, seguirán amenazando a nuestras sociedades.


  1. Putnam, Robert, Making Democracy Work: Civic Traditions in Modern Italy, 1993, Princeton, Princeton University Press.
  2. Putnam, Robert, Cómo hacer funcionar la democracia: capital social y tradiciones cívicas en la Italia moderna, 2011, Madrid, Colección Clásicos Ciencias Sociales – Centro de Investigaciones Sociológicas.
  3. Salgado Herrera, Sofía, La sociedad civil ecuatoriana: análisis de su vigor en términos de Robert Putnam, Tesis de grado, Universidad San Francisco de Quito, 2018.
  4. Zalles, Jorje H., “Pequeñas hojas verdes”, El Comercio de Quito, 9 de junio de 2021.
  5. En inglés “community organizer”.
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