Sexo con amigos

¿Por qué preferimos irnos a la cama con desconocidos y no con gente que nos ha querido y tal vez deseado toda la vida? Las respuestas son varias.

Fotografía: Shutterstock.

No sé si presencié esta escena o si S me la contó. “Tú y yo nunca vamos a tener sexo”, le dijo una amiga a S, “porque somos amigos”. S le respondió: “¿O sea que tú tienes sexo con el enemigo?”.

La voz de S volvió a mi mente años después. Era el momento de decidir con quién irme esa noche. La fiestita en el departamento de D se había puesto animada: habíamos pasado de besitos de tres a besitos de a cuatro. Esto, por supuesto, pasó antes de la covid, unos pocos meses antes. El mundo era casi la misma mierda que ahora, pero éramos un pequeño grupo de amigos y amigos de amigos, estábamos borrachos, solteros (o casi) y no había distancia social que nos sacara de la cabeza la posibilidad de darnos besitos de a cinco, cosa que, como se comprobó, era un lengüeteo sin sentido, sexi, asqueroso. Bailaba con H pero sabía que también podría darme besitos de a dos con X. H es mi colega hace años y X casi un desconocido. Estaba más o menos bien depilada y con el departamento aceptablemente limpio. En medio de la tormenta perfecta vino a mí la voz sabia y burlona de S. Y finalmente me decidí por H, porque es mi amigo.

¿Qué pasa por nuestras mentes cuando se mezclan sexo y amigos?

¿El sexo puede arruinar una amistad?

¿Fortalecerla?

Los lazos de amistad entre hombres y mujeres heterosexuales era un tema poco tratado por los estudios de psicología y relaciones humanas hasta mediados de los ochenta, y se consideraba bajo el rótulo de relaciones románticas. La psicóloga Heidi Reeder puso esto en discusión y publicó en 2000 uno de los primeros artículos académicos que analizaba el papel de la atracción sexual en este tipo de relaciones: I Like you… as a Friend’: The Role of Attraction in Cross-Sex Friendship (Me gustas… como amigo: el rol de la atracción en amistades de sexos opuestos).

Para entonces recién habían pasado tres años del estreno de una de las comedias románticas más famosas de todos los tiempos: La boda de mi mejor amigo (1997), donde una Julia Roberts, convencida de que el amor de su vida es su largamente frienzoneado Dermot Mulroney, hace de todo para quitárselo a Cameron Diaz. ¿Qué hay de cierto en este relato social de que toda amistad entre hombres y mujeres contiene interés romántico-sexual?, se preguntó Reeder. En un pionero estudio cualitativo, la académica estadounidense encontró cuatro tipos diferentes de atracción en este tipo de lazo afectivo que, traducidos al lenguaje coloquial, serían más o menos así:

  1. La atracción física-sexual subjetiva: “Mi amigo/a está muy bien, a mí me gusta, si me da chance me lo/la como”.
  2. La atracción física-sexual objetiva: “Mi amigo/a está muy bien, pero no me atrae de esa manera”.
  3. La atracción amistosa: “Lo/la adoro, su amistad es lo más importante para mí”.
  4. La atracción romántica: “Él/ella no se ha dado cuenta de que somos el uno para el otro, voy a deshacerme de Cameron Diaz y estaremos juntos por siempre”.

La psicóloga encontró que estos cuatro tipos de atracción entre amigos se mezclan, pueden ser recíprocos o no, y cambiar con el paso de los años: la experiencia más común es la atracción amistosa y aumenta con el tiempo. Al menos en la mitad de los casos existe una atracción física-sexual objetiva, mientras la atracción subjetiva no es tan frecuente. El interés romántico entre amigos suele suceder al inicio, pero decrece a lo largo de la amistad. Es obvio y fascinante: nuestros amigos nos parecen guapos, pero eso no quiere decir que nos los queramos tirar, el crush se supera y la amistad perdura.

Una de las cosas más cursis que he dicho en mi cursi vida, como una Julia Roberts que no quiere ser cursi, se la dije a mi amigo F a los veinte y pico. Le dije: “F, creo que me estoy enamorando de ti”. F me respondió: “Pero ya mismo se te pasa”. ¿Qué más podía hacer? Me hizo cagar de risa y desdramatizar; un montón de años después es lo que más me gusta de nuestra amistad.

*

En 2016 Reeder lo volvió a hacer, la psicóloga entrevistó a trescientas personas y encontró que el 20 % había tenido sexo con amigos al menos una vez en la vida, y que el 76 % reconoció que su amistad se había fortalecido después. Por suerte para mí, estoy dentro de la estadística favorecida: eso pasó con F, y también con H después de la fiesta de besos de a cuatro.

Aun así, existe la posibilidad de que el sexo y sus derivados (la intensidad, los celos, o peor, el amor romántico) afecte para mal una amistad. Entonces, es normal no querer arriesgarse. Quizá eso es lo que pensaba la amiga de S cuando le dio a entender que ella prefiere no tener sexo con sus amigos. No creo que la chica estaba hablando de tener sexo con el enemigo (aunque lamentablemente, sí, son cosas que pasan).

Según cierta expectativa cultural, los lazos entre lo femenino y lo masculino son principalmente románticos y sexuales, pero no es tanto ni siempre así, como revelan los análisis de Reeder. Si cuando crecemos nos dicen que los hombres y las mujeres solo nos relacionamos de una forma sexualizada, nos será más difícil vernos los unos a los otros en el rol de amigos. Benefit or burden? Attraction in cross-sex friendship (Beneficio o carga. La atracción en la amistad entre sexos opuestos, el estudio de otra psicóloga norteamericana, April Bleske-Rechek, encontró que los hombres suelen sobreestimar el atractivo sexual que sus amigas sienten por ellos (el clásico erróneo de “la traigo loca”), mientras nosotras tendemos a subestimarlo (“Nooo, nada que ver, él me quiere solo como amiga”).

El mundo está lleno de malos entendidos, pero cada amistad es un ecosistema único y precioso, son lazos voluntarios (la familia no se elige, por ejemplo) y casi siempre positivos (las amistades tóxicas existen, pero en el mundo de las relaciones humanas hay cosas peores, entre ellas tener sexo con el enemigo, así que, ante la duda, mejor con un amigo).

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PD: Casi un cuarto de siglo después de su estreno, La boda de mi mejor amigo sigue siendo una emocionante comedia romántica, aunque la promesa que se hacen Dermot Mulroney y Julia Roberts —casarse antes de los veintiocho si siguen solteros hasta esa “avanzada” edad— tenga un sabor bastante anticuado, cursi. Los tiempos cambian. Para actualizarse, sacarse el empalague y seguirle la pista al talento de Roberts y Mulroney, nada mejor que Homecoming, una serie de suspenso psicológico y política de Amazon, donde ambos actores interpretan a una (ex)pareja, haciéndole un guiño a su éxito de los noventa. Por cierto, son grandes amigos.

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