(Sobre la última temporada de Atlanta)
Nos hemos permitido seguirle la pista a la serie Atlanta, creada por Donald Glover. Se trata de una producción de FX y está disponible también en Netflix. El año pasado, tras la tercera temporada, publicamos un artículo para que se animaran a verla. Si lo hicieron, esta es su recompensa.
Para tratar de entender el mundo, quiero decir, el mundo de hoy, el planeta que me atropella y me pasa por delante y por encima, escucho atentamente a una mujer de veintitrés años. De lo mucho que dice, mencionaré dos cosas. 1. Mi generación siente que llegó tarde a todo. Esto, según entiendo, significa que la oferta es tan grande y accesible, basta un segundo en el teléfono para saber de qué otra cosa te estás perdiendo, que causa ansiedad (real, diagnosticada, medicada) saber que no hay forma de verlo y sentirlo todo. 2. Si no me causa shock, no lo leo. O sea, dime desde la primera línea que esto es de vida o muerte, porque hay mil cosas más que podría leer. Yo no creo que esto sea de vida o muerte. No te vas a morir si no ves Atlanta.Pero, si la ves, tu vida podría mejorar.
La cuarta temporada salió al aire (¿todavía se dice al aire?) a mediados de septiembre del año pasado. No exagero si digo que como otros esperaron el Mundial de Fútbol, los seguidores de Atlanta esperábamos una nueva temporada que, además, nos enteramos en ese momento, sería la última. Digamos que era tanto lo que podíamos esperar, tanto lo que la serie nos había dado hasta ese punto, que cualquier rumor parecido a un desenlace estaba en la obligación de lo nunca visto. En este caso, creo, aplica el principio del shock del que veníamos hablando. Uno esperaba quedar sepultado por lo que vendría, arrastrado por la corriente del perpetuo socorro y asombro. Uno no vio venir esta forma de hacer las cosas, de cerrar una historia como esta: cada pieza colocándose lentamente sobre la otra, un truco de magia que se revela, pero no puede reproducirse.

Cuando los dejamos, al final de la temporada anterior, cada personaje estaba en un momento propio y cada cual más extraño. El rapero Paper Boi se hacía famoso en Ámsterdam, pero, se sabe, conseguir lo que uno quiere puede ser una verdadera tragedia (la otra es, precisamente, no conseguirlo); la pareja de novios, a la que seguíamos de cerca, estaba hundida en una separación a todas luces inevitable y oscura (¿a cuántas personas divorciadas conoces?, más de las que creías, ¿sí o qué?); se hablaba abiertamente de racismo y se mostraba cómo los blancos y progresistas europeos se iban apropiando de la causa, robándose la causa para sentirse mejores personas; se pensaba/asumía que lo siguiente sería una especie de escándalo, muchas cosas muy intensas pasando al mismo tiempo y en todas partes. Pero no.
Ahora los personajes están de vuelta en Atlanta, Georgia, al sureste de Estados Unidos, donde los senadores demócratas (uno de raza blanca, otro de raza negra) ganaron con mucho esfuerzo las elecciones de medio término en 2022. La ubicación es importante porque genera una pregunta clave: si te fue bien en Europa, si allá puedes vivir libre y tranquilo, incluso admirado y seguido, ¿por qué volviste? Pues bien, ahora las cosas están más o menos así: Paper Boi, el rapero, vive en una granja, pero no por eso tiene una vida quieta y bucólica; la pareja, los de la trama romántica y conflictiva, están juntos, haciendo un esfuerzo genuino por criar a su pequeña hija dentro de lo que aún se entiende como una familia convencional; nada cercano a la farándula o al espectáculo aparece sacudiendo la trama, al revés, esta gente, al borde de los cuarenta años, parece perseguir la paz y la calma: el fin de la ansiedad, ya que estamos.

La última temporada de Atlanta se resuelve de manera casi dramatúrgica, anteponiendo los diálogos y las conversaciones largas a las acciones: yo te diría que puede verse tanto como leerse y hasta subrayarse. No se trata de qué pasa sino de qué más pasa, qué más nos puede pasar. Se siente como un discurso sobre la madurez actual, sobre un momento en el que la vida debería estar encaminada y en orden, pero no, qué va, ni de lejos. Si te mudas fuera de la ciudad, tendrás que convivir con el monte y los animales, ellos se encargarán de hacerte saber que ha pasado mucho tiempo desde que abandonaste la naturaleza. Si decides continuar una relación, trabajar en ella, y crees que esa simple decisión facilitará las cosas, encontrarás una realidad nueva: pelea por ella o serás su esclavo. La vida sigue pasados el ruido y la furia, ¿estás listo?