NOTA DE LIBRE ACCESO

Y se hizo la radio en Guayaquil

Fotografías: Shutterstock.

Por Jimmy Jairala Vallazza y David Suárez Moreno
Publicado en Revista Mundo Diners de enero del 2003

No era un día común en Guayaquil. La mañana de ese domingo 27 de julio de 1930, la gente caminaba de un lado a otro por el boulevard Nueve de Octubre, a la espera de un acontecimiento poco usual en esos días. Poderosos altoparlantes de 50 vatios eran colocados estratégicamente en las esquinas y al mismo tiempo eran conectados a un micrófono y a un amplificador, ubicados a las puertas del Teatrófono Columbia, en las calles Chile y Nueve de Octubre.

De un momento a otro, el “speaker” (todavía no se conocía el término locutor) dio inicio a la transmisión de prueba y dejó escuchar los tres primeros discos de pizarra Columbia, grabados en Nueva York, por el consagrado Dúo Ecuador, Ibáñez-Safadi. Cientos de personas, atraídas por la curiosidad, se arremolinaron alrededor de los megáfonos, incrédulos ante esta maravilla de la tecnología.

Sin embargo, a esas alturas ya había el antecedente de la radio experimental París, construida y armada en Guayaquil por Francisco Andrade Arbaíza, en 1926. La radio París transmitía en onda corta, con mucho ruido atmosférico y estática, debido a lo cual era muy difícil apreciar sus breves programas culturales y musicales. Para poder escuchar la radio, algunos aficionados construían sus propios receptores artesanales (a base de piedras de sulfuro de plomo, natural), dentro de las cajas vacías de cigarrillos, y adaptaban al aparato rudimentarios audífonos, que resultaban tremendamente incómodos para quienes los usaban. Pero la novelería podía más que la incomodidad y la gente acomodada de la época hacía cualquier esfuerzo para disfrutar de este novedoso adelanto.

Debido a este interés genuino, la transmisión por altoparlantes fue bien recibida, a tal punto que ese mismo año (1930) logró reunir a entre cinco mil y siete mil personas en las afueras del Teatrófono, para escuchar las noticias acerca del encuentro boxístico que se llevó a cabo en Argentina, entre el ecuatoriano Kid Lombardo y el argentino Gogliardo Púrcaro.

Este acontecimiento marcó los primeros pasos de la radiodifusión no comercial en Guayaquil y probablemente en el resto del país. Según anota el laureado historiador radiofónico Hugo Delgado Cepeda en su libro Orígenes de la Radio Guayaquileña, éstos fueron apenas los primeros pasos de una actividad que poco a poco fue ganando terreno, no sólo como un entretenimiento sino como un negocio lucrativo y una herramienta de poder.

Como resultado de la investigación histórica de Delgado Cepeda, conocemos que la aparición de la radio comercial en Ecuador recién se da en la década de los treintas, gracias a la iniciativa del hábil radiotécnico guayaquileño Juan Behr, quien el 16 de junio de 1930 lanzó al aire la exigua programación de su emisora, utilizando un rudimentario equipo experimental de onda corta, de 20 vatios de potencia. Dos años después, Behr obtuvo la licencia para operar legalmente y el gobierno le asignó las siglas HC 2 JSB. En 1934 esa emisora adopta su nombre definitivo de Ecuador Radio.

Behr se las ingenió para construir su primer micrófono. Para ello utilizó un aro de bordar al que le adaptó una cápsula de los antiguos teléfonos de magneto. ¿Y el pedestal? Para esta pregunta él también tenía una respuesta ingeniosa: utilizó una varilla de metal, sacada de una de las lámparas eléctricas que se vendían en el almacén de su padre. La base, en cambio, la hizo con una rueda de hierro.

La curiosidad inicial de la gente se fue transformando poco a poco en genuino interés, lo cual permitió que Ecuador Radio creciera tanto que ya no cabía en el domicilio de su propietario, ubicado en la avenida Eloy Alfaro, y tuvo que trasladarse a Nueve de Octubre y Escobedo. Delgado Cepeda anota que el local era amplio, contaba con un estudio moderno y tenía un auditorio para recibir al público, que se agolpaba para escuchar a los artistas nacionales que se presentaban en ese escenario.

Otro aspecto destacado de la evolución de la radio fue la incorporación de la Frecuencia Modulada. Gracias a esta forma de transmitir las ondas heritzianas, por fin se logró eliminar el ruido estático y atmosférico. La primera estación en estrenar ese sistema fue la Corporación Radiodifusora del Ecuador (C.R.E.), en 1945.

La libertad de expresión radial

Desde sus inicios en 1946, la Asociación Ecuatoriana de Radiodifusión (AER) inició una larga lucha ante las autoridades gubernamentales para que se reconozca legalmente la libertad de expresión por medio de la radio, logro que recién se pudo concretar en el año 1963, durante el gobierno de Carlos Julio Arosemena.

Pero, antes y después de que esto suceda, muchos radiodifusores ecuatorianos han sido víctimas de persecución y hasta de encarcelamiento, debido a que han expresado sus opiniones libremente a través del micrófono. Sólo para nombrar algunos: Washington Delgado Cepeda, propietario-fundador de la desaparecida Radio Cenit; Rafael Guerrero Valenzuela, director general y propietario de CRE; y Vicente Arroba Ditto, gerente –propietario de CADENAR – Sucre Radio y Televisión.

Al mencionarle este episodio, Rafael Guerrero sonríe. “Bueno, no quisiera recordarlo, pero… la dictadura militar me metió preso porque yo combatí en los espacios editoriales y noticiosos a todas las dictaduras que pasaron por aquí… y alguien que ya era presidente de la República mandó a sus `amigos` y ellos nos destrozaron la radio”.

Sin embargo, la atención de los empresarios radiales ahora se centra en otro tema, no menos interesante: “El superintendente de Telecomunicaciones, de cuyo nombre no quiero ni acordarme, está empeñado en ponernos bajo su control a la radio y la televisión”, asegura Guerrero Valenzuela. Agrega que, por definición constitucional, las radios son “medios de comunicación social, lo cual las diferencia de las empresas telefónicas o de otro tipo”.

El malestar se acentúa porque aparentemente la Superintendencia de Telecomunicaciones quiere hacer desaparecer el Consejo Nacional de Radio y Televisión, donde las estaciones de radio cuentan con un representante gremial.

Otro elemento preocupante es el proyecto de creación de radioemisoras comunitarias, impulsado por la diputada Nina Pacari. El empresario Mario Canessa, propietario de Radio Caravana, considera que es una buena iniciativa, aunque advierte que hay que hacerle un seguimiento detenido para evitar que las emisoras caigan en manos de “grupos peligrosos”, tal como ha sucedido en Colombia y Perú. 


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Mientras tanto, Rafael Guerrero también expresa su acuerdo con el proyecto, pero se opone al artículo que reconoce como periodistas profesionales a los locutores y productores de las radios comunitarias, a pesar de que estos no posean estudios superiores en el ramo. “Eso sería lo mismo que hacer por decreto o ley, a quien no tiene la capacidad o no ha hecho los estudios, cardiólogos especialistas o abogados”.

Todo parece indicar que el espectro radioeléctrico nacional, que hoy por hoy está poblado por más de 700 señales, no tendrá respiro. Frente a este panorama, hay que considerar que las radios perdieron mucho terreno en el reparto del “pastel” publicitario, bajando a tan solo un 6 por ciento, hace diez años; y aunque han experimentado una ligera recuperación, aún se ubican en el 12 por ciento.

Por eso surge la pregunta: si el negocio de la radiodifusión no es tan rentable y los trámites para obtener la autorización estatal son tan complicados, ¿por qué hay tantas emisoras nuevas y otras en proceso de creación? Mario Canessa tiene su propia lectura de este tema. “En primer lugar, no hubo una política seria de otorgamiento de frecuencias (por un tiempo)… Es el involucrarse con el poder, todos queremos tener poder… cómo se utiliza ese poder es lo importante”.

Y aunque los adelantos de la ciencia aseguran una larga vida a la radio, tal vez el viejo radiodifusor Enrique Vega Ruilova tenga razón al afirmar que si bien la radio de ahora es mil veces mejor (tecnológicamente hablando), no lo es en cuanto a su contenido cultural e intelectual, “incluso en ciertos aspectos ha retrocedido”.

La radio no sólo tiene adeptos entre los ciudadanos comunes, pues también atrae a periodistas dedicados a la televisión, que diariamente abandonan el oropel de los estudios televisivos para instalarse en una cabina de radio.

Detrás del micrófono, estas conocidas figuras ya no tienen que asumir pose alguna y actúan libremente. Muchos se aflojan el nudo de la corbata, dejan a un lado la leva y comienzan a hablar de los temas que les interesan. Algunos de los que han incursionado en este tipo de actividad son Jimmy Jairala, Xavier Segarra, Jorge Rendón, Sandra Grimaldi, Eduardo González, Luigi Guerrón, Minerva González, Hugo Gavilánez, José Delgado, Fernando Barreno, Carlos Vera, entre otros. 

Las primeras radioemisoras de Guayaquil:

Fecha de fundaciónNombre
1926París
1930Ecuador Radio
1933Quinta Piedad
1933La voz del Litoral
1935American Trading
1935Radio El Telégrafo
1935Ortiz
1936Ondas del Pacífico
1936La voz del Alma
1936H.I.R.S.A.

¿En cinco años se apaga la voz de CARR?

Uno de los más carismáticos y populares radiodifusores guayaquileños es sin duda alguna Carlos Armando Romero Rodas, CARR, como cariñosamente lo reconocen sus oyentes de Radio Cristal, que fue fundada por él en 1947.

A sus 73 años de edad, Armando Romero ahora sólo trabaja media jornada, debido a su quebrantada salud. “Vengo a la radio a las 05h30 y me retiro a las 11h30. De tarde, me dedico a la lectura, a la distracción, a otras actividades que no son las de la radio”, nos cuenta.

De religión católica, muy apegado a su familia, profundo admirador de su madre (Marianita Rodas), compadre y uno de los principales impulsadores de Julio Jaramillo, Armando ahora considera seriamente su retiro definitivo de la radiodifusión. “Pienso que puedo seguir en la radio unos cinco años más, hasta que la emisora cumpla 50 años”.

La siguiente generación de los Romero parece haber tomado las riendas del negocio: María Isabel es la directoria propietaria de Radio Cristal de Vinces; Ricardo Arturo es el director de Radio Cristal de Quito; y el menor de todos los hijos, Julio Juan, a veces reemplaza a su padre en la conducción de la Radio Cristal de Guayaquil.

De orígenes humildes, Radio Cristal llegó a ocupar los primeros lugares de sintonía por muchos años. Este éxito se debe, según su propietario, a que desde el comienzo se alineó con el pueblo. No solamente tratando de dar a conocer sus necesidades, sino también coadyuvando a la solución de sus problemas.

CRE se prepara para la era digital

Pese a ser una de las emisoras más antiguas del país, pues se fundó en 1940, se mantiene a la vanguardia de los adelantos tecnológicos de la radiodifusión. Actualmente cuenta con una página Web, que registra unas 230 mil visitas mensuales. Los cibernautas pueden escuchar, en Real Audio, las transmisiones de la radio en cualquier país del mundo.

Bajo la dirección de su mentalizador, Rafael Guerrero Valenzuela, CRE ocupa los primeros lugares en transmisiones deportivas y en la generación propia de noticias. Actualmente cuenta con un plantel de treinta profesionales de la comunicación social, que sirven en las diversas áreas del quehacer periodístico de la emisora. 

Fue la primera estación ecuatoriana en transmitir un mundial de fútbol, el de México de 1970, pese a que en ese evento no participaba la selección ecuatoriana. Años más tarde, la televisión comenzó a interesarse en las transmisiones deportivas, pero como los canales no contaban con periodistas especializados tuvieron que acudir a la radio para conseguirlos.

Rafael Guerrero hizo varios paréntesis en su vida de radiodifusor para ejercer cargos públicos. Pero, aclara: “cuando estoy en comunicación no estoy en política y cuando he estado en política no he hecho comunicación”. Por ello recalca que cuando fue nombrado Gobernador del Guayas por Rodrigo Borja, dijo a sus colegas periodistas: “He dejado de ser martillo, para convertirme en yunque”.

Petronio Salazar, narrador deportivo muy conocido en el país, llegó a CRE de forma anecdótica. Refiere que fue tentado por Guerrero Valenzuela para que dejara la radio quiteña Gran Colombia en la que trabajaba y se uniera a su staff de narradores. Petronio le dijo que sólo lo haría si recibiera un sueldo lo suficientemente bueno para afincarse en Guayaquil, con su familia. “¿Cuánto necesita para vivir?”, le preguntó Guerrero, a lo que Petronio respondió: “Unos seis mil sucres”. Guerrero le replicó: “No, no le voy a pagar eso”. “Entonces no puedo venir” refutó Petronio; pero Don Rafael agregó: “le voy a pagar 10 mil sucres mensuales”. Y desde hace 33 años Petronio se convirtió en el narrador característico de la CRE.

El radioteatro y la novela Camay

Quien haya vivido en Guayaquil por la década de los 50 no podrá haber olvidado el efecto que causaba en la ciudad la transmisión de la famosísima radionovela Camay. 

Desde su lanzamiento, a través de Radio América, propiedad de don Luis Albán, su impacto en el público fue notable. La gente adaptó su horario laboral, de diversión y hasta de visitas a este nuevo fenómeno.

Lo curioso de esto es que la “novela Camay” como tal, nunca existió. Cada una de esas producciones de radioteatro tenían título propio y podían durar al aire entre cuatro y seis meses. Se las llamaba “Camay” porque el auspiciante de la transmisión era una firma de jabones, de origen estadounidense, que quería posicionar esa marca en toda América Latina.

Los libretos eran cubanos, pero todos los actores eran nacionales, entre los que se destacaban el director y primer actor Enrique Vega Ruilova, Paco Villar, Delia Garcés y Manuel Ocaña Dorado.

Enrique Vega, a sus ochenta y tres años, aún se dedica a la radiodifusión activa en la emisora guayaquileña Tropicana. Al preguntarle por cuánto tiempo más continuará al frente del micrófono, responde: “Hasta cuando tenga la necesidad de comer y darle de comer a mi familia”.

Siendo uno de los más antiguos radiodifusores, don Enrique Vega recuerda como una de sus más preciadas experiencias su paso por Radio El Telégrafo, donde comenzó como locutor de noticias internacionales y terminó dirigiendo la emisora por varios años.

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