Canción de la mañana

El POY Latam, fundado en 2011 por Loup Langton y Pablo Corral Vega, se ha convertido en el concurso de fotografía y cine documental más grande de Iberoamérica. La revista Mundo Diners va a explorar la visión de las ganadoras del POY Latam del año 2021. En esta edición presentamos el trabajo de Sarah Pabst, fotógrafa alemana radicada en Buenos Aires. Además de su trabajo autobiográfico, se centra en la identidad, los derechos humanos, las mujeres y las cuestiones medioambientales. Fue ganadora del segundo premio en Fotografía del Año 2021 del POY Latam. En 2021 fue nombrada exploradora de National Geographic y becaria del Pulitzer Center on Crisis Reporting. Su trabajo ha sido publicado en medios internacionales: Time Magazine, The New York Times, Financial Times Magazine, Washington Post, Der Spiegel, The Wall Street Journal y California Sunday Magazine, entre otros. 

Un hombre se ve a través de las copas de los árboles desde el pequeño parque frente a nuestro edificio en Buenos Aires, el 15 de abril de 2020. Argentina entró en un encierro total el 20 de marzo, que duró más de cuatro meses. Comenzamos a ocupar la terraza del edificio para tomar aire y para que mi hija pudiera correr un poco.

El 20 de marzo de 2020 Argentina entró en un encierro total que esperábamos terminara rápidamente, pero que duró varios meses. Solo se nos permitía salir a la calle para hacer compras, asuntos urgentes y el trabajo esencial. Tuve que explicarle a mi hija de dos años y medio que ya no podía jugar afuera y que de un día para otro nuestro mundo había cambiado por completo. Me sentía como si me ahogara en el caos: nuestra rutina, nuestro lugar, todo estaba desordenado.

Teníamos problemas con nuestra vida cotidiana. Me sentía atrapada, como un animal enjaulado en una megaciudad. Desde la terraza miraba las copas de los árboles frente a nuestro edificio y sentía la necesidad desesperada de conectar con la naturaleza. Al cabo de un mes, descubrí que estaba embarazada. Un silencio repentino ocupó el caos. Era como si, después de girar a gran velocidad, el mundo hubiera hecho una pausa. En plena cuarentena, tras varios días de fuertes emociones, mi cuerpo decidió poner fin al embarazo antes de que este hubiera empezado realmente.

Lo que siguió fue una profunda tristeza y culpabilidad: me sentí traicionada por mi propio cuerpo y, al mismo tiempo, culpable de mi tristeza, pues hasta entonces no había sido “nada”. Lo que más me sorprendió: lo supe todo el tiempo antes de tener ninguna prueba en la mano. Empecé a ser consciente de nuevo de la conexión, de mis instintos, de mi intuición femenina.

Para luchar contra una parálisis abrumadora, cogí la cámara y empecé a documentar lo que me rodeaba. Mi hija, mi pareja, yo misma, y lo que tanto echaba de menos: la naturaleza, los pequeños momentos al aire libre, los paseos prohibidos a una laguna cercana donde me encontré con un mundo mágico. La naturaleza había recuperado su espacio, la laguna estaba cristalina en medio de Buenos Aires, repleta de pájaros y peces. Empecé a sentir mi parte en un ecosistema mayor, como madre y como mujer, analizando esta conexión con nuestro animal interior. Técnicamente, por naturaleza, los humanos no sufrimos metamorfosis, pero esta cuarentena se sintió de alguna manera como si lo hiciéramos. Solo que el resultado aún no está claro.

Mi hija Elena se sienta en mi regazo en nuestra habitación para dormir y estira su mano hacia el sol en Buenos Aires, el 29 de abril de 2020. El día que tomé esta foto me di cuenta de que perdería mi embarazo temprano.
Izq.: Una granada es cortada por la mitad en Buenos Aires, el 4 de junio de 2020. Las granadas son antiguos símbolos de fertilidad, utilizados frecuentemente en las pinturas.
  Der.: Sostengo un pañuelo manchado de sangre después de una pérdida de embarazo muy temprano en Buenos Aires, el 3 de mayo de 2020. Después de una semana de fuertes emociones durante el encierro total, mi cuerpo terminó el embarazo antes de que realmente hubiera comenzado.
Una fuerte lluvia cae sobre Buenos Aires, el 27 de abril de 2020. Comencé a tomar fotos con un filtro de color en el flash, asemejando el hilo invisible del exterior, un virus.
Mi hija está en el jardín de mi suegro en Buenos Aires, el 11 de julio de 2020. Durante el encierro ha crecido mucho, convirtiéndose en una niña que exige con frecuencia ir a la laguna cercana para ver los peces.
Se ven palmeras en la laguna artificial de Buenos Aires, el 8 de mayo de 2020. La laguna se convirtió en nuestro pequeño pedazo de paraíso, el único contacto con la naturaleza en una megaciudad durante el encierro.
Mi hija se agarra al hombro de mi marido en nuestra habitación para dormir en Buenos Aires, el 2 de junio de 2020. El encierro nos ha unido más, una ruptura repentina en nuestra apurada vida cotidiana. Hemos superado la pérdida juntos, unidos como una familia.
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