Texto y fotografías: Murray Cooper.
Edición 461 – octubre 2020.

Después de vivir en el Ecuador por treinta años, soy un fiel amante de su increíble diversidad natural y cultural. Pero volviendo a visitar mi tierra natal —Sudáfrica— me acordé que ¡África es África. No hay nada igual! Y fue en un safari en la tierra de los zulúes donde más sentí la fuerza africana.
Viajamos a la Reserva Privada Manyoni, que abarca veintitrés mil hectáreas de sabana y bosque seco de algarrobo, situada al oeste de las montañas Lebombo, entre los famosos parques nacionales Mkuze y Hluhluwe, en la provincia de KwaZulu-Natal.
Si resulta difícil ver animales en la selva ecuatoriana, en cambio, durante los seis kilómetros que recorrimos en auto hasta llegar al lujoso Zebra Hills Lodge, vimos cheetahs, cebras, jirafas, venados y pumbas, que asomaron por todas partes. Este mágico lugar conserva todos los mamíferos que marcaron su presencia antes de la llegada de los seres humanos a estas tierras.
Cada día era una sorpresa. Antes de que salieran los primeros rayos del sol, salíamos en un jeep abierto con un guía que tenía conocimiento profundo de la historia natural de la zona. En la tarde, después del descanso en el lodge y varias comidas inolvidables, íbamos de nuevo a observar animales y al atardecer tomábamos el té, unos traguitos y bocaditos en plena sabana africana, lo cual resultó inolvidable.
Si has sentido la llamada de África y estas pensando en conocerla, te puedo recomendar Sudáfrica como el destino perfecto.










