A Roger Waters se lo ama o se lo odia. No hay término medio. Está siendo criticado por una nueva polémica o recibiendo ovaciones y condecoraciones. Con ochenta años, dará su primer concierto en el Ecuador, como parte de su gira de despedida.

La vida del vocalista de Pink Floyd ha estado marcada por una infancia sin padre, un hombre que murió combatiendo en la Segunda Guerra Mundial. Waters empezó en la música cuando estaba por cumplir veinte años y estudiaba Arquitectura. Impactado por un contexto político posguerra encontró en el rock la puerta hacia los activismos y el camino por donde lanzar sus cuestionamientos sobre la realidad.
Junto a Syd Barrett y David Gilmour protagonizaron una de las eras más relevantes en la historia del rock: la década de los setenta. En esta época destacaron el álbum The Dark Side of the Moon (1973) y los shows en vivo de Pink Floyd por la innovación audiovisual y el repertorio musical cargado de mensajes en contra del establishment.
En sus conciertos como solista Waters no ha perdido su esencia contestataria. No es lo mismo verlo en vivo y en directo, sin embargo, la película This Is Not a Drill, Live From Prague (en vivo desde Praga) es una ventana para asomarse al espectáculo con el que llegará a Quito. “Será el concierto de rock más extraordinario en nuestro país”, asegura Michael Rosero en su cuenta de X (Twitter).
Por su parte, el escritor, músico y periodista Eduardo Varas asegura que Waters no es el mismo que en su juventud. Ahora escoge sus batallas. “Estoy pensando en el músico de The Final Cut (disco de 1983), por ejemplo, ahí él hubiese tomado posturas más claras ante conflictos como los de Rusia y Ucrania”. Para el autor guayaquileño, aquello que lo hizo eterno es —también— lo que lo ha convertido en una figura paradójica. “Aún lo admiro, pero considero que actualmente es una sombra de lo que fue alguna vez”, asegura.

Si bien es la primera vez que el ex Pink Floyd dará un concierto en el Ecuador, no es la primera vez que visitará el país. En diciembre de 2018 estuvo en el Ecuador, junto a un grupo de activistas, para protestar en contra de la petrolera Chevron y el daño ambiental, social y humano que ha ocasionado en la Amazonía. Fue parte de la campaña Toxic Texaco y, en varias ocasiones y tuits, ha expresado su apoyo a las comunidades indígenas de estos territorios, y se ha opuesto fervientemente a la explotación petrolera y la destrucción de los recursos naturales.
Política cruda
Sus shows buscan incomodar incluso antes de empezar. “Si eres de los que dicen que te encanta Pink Floyd, pero no aguantas el tema político de los conciertos de Roger Waters, puedes irte a tomar por culo al bar”, se lee en las gigantescas pantallas en el centro del escenario. Alto, delgado y con una cabeza llena de canas. A sus ochenta años, se mueve en el escenario con soltura, viste de negro y gafas oscuras. En el escenario repasa sus años como parte de Pink Floyd, pero también se queja, se queja mucho, no esconde su hartazgo y sumerge al público en esa incomodidad.
Después de interpretar temas de la icónica banda inglesa, como “Another Brick In The Wall” en la que se grita a los profesores que buscan adoctrinar a los niños que los dejen en paz, empieza “el mitin político de Roger”. Mientras toca canciones de su época de solista como “The Powers That Be” o “The Bravery of Being Out of Range”, una ráfaga de imágenes deja al público en silencio. Las luces rojas pintan una atmósfera que provoca ansiedad, que incomoda. Imágenes de inocentes que perdieron la vida en guerras como las de Iraq desencadenan suspiros y lágrimas.
También aparecen fotos de los que, para Waters, son los responsables de tanto sufrimiento: los expresidentes de Estados Unidos. “Ellos, criminales de guerra”, los acusa en su monólogo a mitad del concierto. “Donald Trump, eres un pendejo”, también se lee en una de las pantallas.
Plataforma para denuncias
Waters nunca ha endulzado sus palabras para cuestionar a los Gobiernos de Estados Unidos, llamar “cerdos” a sus expresidentes y defender a personajes como Julian Assange. También ha llamado a boicots contra el Estado de Israel por —supuestamente— dirigir un régimen de apartheid al ocupar los territorios de Palestina. Sus fans brasileños también recuerdan cómo, al dar conciertos en su país, llamó fascista a Jair Bolsonaro cuando él aún estaba en el poder.
En una publicación de la revista Rolling Stone, se recuerda cómo intervino en las Naciones Unidas para defender a Palestina. Invitó a “llamar la atención sobre cómo los Gobiernos occidentales y las empresas permiten violaciones israelíes del derecho internacional”.
En 2012 el músico Stevie Wonder fue invitado a tocar en una cena de gala que celebraba a las Fuerzas Armadas de Israel, donde se esperaba recaudar fondos. Al enterarse, Waters le escribió una carta: “Hacer esto sería como jugar con la policía un día después de la masacre de Sharpeville en 1960”. No se sabe con exactitud si fue por presión de Waters o por otros motivos, pero el intérprete de “Superstition” llamó para declinar la invitación.



Waters también apoya al movimiento Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) contra el sistema de ocupación, colonización y apartheid de Israel. En 2006 pintó, junto al movimiento, la frase “We don’t need no thought control” (“No necesitamos ningún control del pensamiento”), parte de la canción “Another Brick in the Wall”, en la barrera de la ribera occidental de Israel.
A sus polémicas se suman su apoyo al Gobierno de Nicolás Maduro y la insinuación de que la invasión de Rusia a Ucrania fue “provocada”.
¿Un músico antisemita?
En mayo de 2023 la Policía de Berlín abrió una investigación en su contra después de un concierto que brindó en la capital alemana. ¿Por qué? Waters vistió un abrigo negro y un brazalete rojo, interpretando su personaje de tirano. La Policía de la capital alemana dijo que “la vestimenta de estilo nazi con la que Rogers salió a escena es susceptible de enaltecer la violencia nacionalsocialista de una forma hiriente para la dignidad de las víctimas y, por consiguiente, alterar el orden público”.
En ese mismo tono Polly Samson, la esposa de David Gilmour (quien también fue parte de Pink Floyd), publicó un tuit en que acusaba a Roger Waters de antisemitismo. “Desafortunadamente, Roger Waters eres antisemita hasta tu núcleo podrido. También un apologista de Putin y un mentiroso, ladrón, hipócrita, evasor de impuestos, sincronizador de labios, misógino, enfermo de envidia, megalómano. Basta de tonterías”, dijo Samson, quien recibió el apoyo de Gilmour, que confirmó que todo lo denunciado era cierto.

Las acusaciones de antisemitismo también fueron parte del documental “The Dark Side of Roger Waters”, donde el productor Bob Ezrin y el exsaxofonista de Waters, Norbert Stachel, ambos judíos, aseguraron que el músico constantemente hacia comentarios despectivos en contra de las personas judías.
Waters respondió y se asumió como un aliado imperfecto en contra de la ocupación de Palestina, “el documental distorsiona y no representa mi crítica hacia el Estado israelí y su ideología política: el sionismo”, comentó acerca del documental. Además, en una decena de entrevistas, ha asegurado que “criticar a Israel no me hace inherentemente antisemita”.
El fin del show
El concierto de Roger Waters está por terminar, y él rinde homenaje a quien inspiró la canción “Shine On You Crazy Diamond”: Syd Barret. Con “Wish You Were Here” (“Desearía que estés aquí”), Waters se emociona y recuerda a Barret, que dejó Pink Floyd por batallar contra una adicción al LSD, que le desencadenó una esquizofrenia difícil de controlar.
No podía faltar la oveja que sobrevuela el escenario mientras él y su banda interpretan “Sheep”, parte del disco Animals, inspirado en la novela Rebelión en la granja, de George Orwell.
El concierto dura más de dos horas y media. Horas intensas que hay que procesar. Se piensa en lo vivido y esa sensación dura semanas, incluso meses. Así lo aseguran sus fans y la prensa que ha cubierto sus shows, no es uno suave; hay que ir preparados.