Los robots aspiradores lograron ingresar a los hogares: ahora son menos torpes y más eficientes.
La eliminación de la suciedad de pisos, alfombras, cortinas y muebles ha sido uno de los problemas de la vida diaria y un reto para los inventores. La gran sacudida comenzó a principios del siglo XX con máquinas que aplicaron el principio de succión mecánica, a partir de un invento del ingeniero británico Hubert Cecil Booth, aunque se trataba de un armatoste muy pesado que era tirado por caballos.
Diferentes aportes demostraron paulatinamente que era posible eliminar la acumulación de polvo a través de bombas de succión, cepillos giratorios y filtros desechables. Minimizar el peso y el ruido fueron otras adaptaciones que acompañaron la proliferación de modelos, cada vez más compactos y ergonómicos. Las aspiradoras tomaron su lugar junto a escobas y fregonas, y aunque parecía que la robotización de la limpieza calaría poco en la rutina hogareña, fue una realidad a principios del siglo XXI.
El desarrollo de sistemas para una limpieza robótica eficiente no solo se concentró en la máxima potencia de succión y en baterías de larga duración, sino en vencer el desplazamiento errático y extender el alcance a las áreas más recónditas. Sensores, cámaras e inteligencia artificial (IA) son algunas herramientas que hicieron posible un salto tecnológico en los implementos autónomos de limpieza.
La versatilidad en robots aspiradores es amplia, pero lo crucial es el tipo de sistema de navegación que tenga implantado, es decir, los sensores que ayudan al dispositivo a establecer rutas y esquivar estorbos, y, en definitiva, determinan la máxima utilidad del aparato, sin menospreciar otras funcionalidades: programas con rutinas personalizadas, aplicaciones para teléfonos móviles y conexión con asistentes de voz.
Según la web tecnológica ComputerHoy.com, los sensores infrarrojos o mecánicos no son tan eficientes, ya que improvisan y no evitan los choques con impedimentos. En cambio, añade, el sistema de reconocimiento láser (de modelos más avanzados) realiza un mapeo y “es capaz de recordar la ubicación, forma y obstáculos de cada estancia de la casa”, lo cual permite limpiezas más efectivas.
Roomba, de la compañía iRobot, es quizás el robot aspirador de mayor éxito comercial desde que incursionó en 2002 con una primera generación de dispositivos que han derivado en varias series con ventas de más de veinte millones de unidades.
Para armar ese robot hubo que enfrentar varios problemas como dotarlo de una alta potencia, una batería de alta eficiencia y “ojos para que fuera capaz de limpiar más en las zonas más sucias”, así como crear un cepillo que evitara atascos, por ejemplo, con pelos de mascotas, y lograr un sistema automático de encendido y de programación de tareas, incluyendo una app móvil, explicó Colin Angle, cofundador y presidente de iRobot, en una entrevista con el diario online www.elmundo.es.
Los desafíos de iRobot llegaron al aprendizaje y el desplazamiento inteligente (navegación iAdapt 3.0 y tecnología vSLAM) como muestra el Roomba i7+, un robot que mapea la casa, identifica obstáculos, “memoriza” las áreas por las que se ha desplazado y hasta recibe órdenes con comandos de voz.
Entre los muchos modelos que ilustran el desarrollo robótico de las aspiradoras se destacó recientemente el JetBot 90 AI+ de Samsung, equipado con sensores 3D y tecnología de reconocimiento de objetos (IA de Intel) basada en el aprendizaje de más de un millón de imágenes de artículos domésticos.
“Es capaz no solo de ver, sino de clasificar objetos en su línea de visión para diferenciar qué elementos evitar”, asegura la compañía, y precisa que la detección alcanza hasta seis metros de distancia y puede rotar 360 grados.
Gracias a un sensor Lidar, como el que usan los autos de conducción autónoma, logra un alto nivel de precisión de maniobra, mientras el usuario puede hacer un monitoreo remoto del aparato a través de la aplicación móvil SmartThings. Además, el vaciado de la bolsa que acumula la suciedad puede demorar meses, porque es una función automática.
Edición 467-Abril 2021