La crisis sanitaria por la covid-19 ha tenido muchos efectos, entre ellos, los mentales. Uno de los más reportados por los psicólogos son los ataques de ansiedad.

Primero, ¿es lo mismo un ataque de ansiedad que uno de pánico? La doctora en Psicología Montserrat Amorós explica que no. Sobre todo se diferencian por la intensidad. “Los ataques de pánico están más asociados a aspectos que pueden complicar la salud mental y que pueden desatarse, por ejemplo, por fobias, lo que representa una mayor dificultad a nivel psicológico”, señala a Mundo Diners. Es decir, son casos más extremos.
Los que han registrado mayor incidencia desde el inicio del confinamiento son los de ansiedad, que son episodios de angustia exacerbada y han aumentado por la cotidianidad que se ha visto truncada, por el freno a la autonomía, por los cambios inesperados a la rutina. El tema se complica cuando la situación se alarga más de lo esperado, inquietando aún más a las personas que empiezan a desarrollar insomnio o problemas alimenticios.
A nivel orgánico, los ataques de ansiedad pueden provocar varios síntomas: incremento de la sudoración, dificultad para respirar, palpitaciones o taquicardia. Hay personas, sobre todo jóvenes, que acuden al doctor con aparentes afecciones al corazón, pero luego los análisis médicos revelan que todo es somático, generado por ese estado de nerviosismo elevado.
Para Amorós lo principal y más importante en esta situación es analizar el estado emocional, es decir, identificar qué es lo que nos está ocasionando ese malestar y ser conscientes de aquello. Con ese primer diagnóstico, lo siguiente es “bajar el ritmo” del detonante identificado, “pues si la angustia va creciendo habrá un momento que explotará el estado de ansiedad, por lo que tenemos que intentar regular”, dice la docente de la Universidad Internacional de la Rioja.
Después, es primordial transmitir esas sensaciones de angustia, conversarlas con alguien más o escribirlas; es decir, exteriorizarlas con el fin de ordenar las ideas. “Cuando verbalizo o escribo puedo ver que lo que considero un problema a lo mejor no es tal. Eso también nos permite escucharnos y disminuir el estado de angustia”.
Pero no toda angustia es mala. La ansiedad normal es una emoción que todos sienten ante situaciones estresantes y ayuda a protegerse, a tomar precauciones, etc. ¿Cuándo es un problema que necesita tratarse con un profesional? Cuando es incapacitante, es decir, cuando la persona detecta que no está haciendo las cosas que hacía antes o que no disfruta de lo que solía disfrutar y cuando los episodios se vuelven muy repetitivos, pues si bien todas las personas sufren de angustia en algún momento de su vida, esta no debe ser permanente.
“Si nos ha pasado una o dos veces, puede que no tengamos que preocuparnos, pero si ha pasado durante seis meses puede que la situación esté fuera de control y se vaya prolongando”, puntualiza Amorós.
Otra recomendación práctica es enfocarse en cosas que nos gusten hacer o en actividades físicas que ayuden a equilibrar las emociones, como el yoga o la meditación.
La importancia de tratar este trastorno radica, además, en que no hacerlo puede conducir a situaciones más graves como la depresión. También hace que sea más difícil concentrarse y mantener un trabajo. La cuestión es que muchos desconocen al respecto y no tratan este trastorno como deberían.
Finalmente, existen tres recursos que pueden ayudar a superar un trastorno de ansiedad. La investigadora en salud mental Olivia Remes los describe:
1. Tratar de tener el control sobre nuestra vida. Quienes tienen más control sobre su existencia tienen una mejor salud mental. Y esto se logra tomando decisiones sobre todo lo que nos rodea, aunque sean decisiones equivocadas. Puede ser atemorizante en un inicio, pero resulta.
2. Perdonarse a sí mismo. Las personas con ansiedad, por lo general, piensan mucho en lo que están haciendo mal. Es necesario ser más amables con nosotros mismos y una forma de hacerlo es perdonarse por cualquier error.
3. Tener un propósito y un significado en la vida. No podemos ser completamente felices hasta que sepamos que alguien más nos necesita. No es que necesitemos de las buenas palabras de otras personas para seguir adelante en la vida, pero si no hacemos algo con otra persona en mente, corremos un riesgo mucho mayor de tener una mala salud mental. (Ángela Meléndez)
Fotografía: Shutterstock
Edición 464-Enero 2021