#Prayingfor.

Por Anamaría Correa Crespo.

@anamacorrea75

Ilustración: María José Mesías.

Edición 454 – marzo 2020.

En Australia arden las llamas, se ven imágenes de canguros calcinados, koalas huérfanos, personas sin casa y la gente motivada por el espíritu de grupo repite y repite #PrayingforAustralia, inmóviles desde sus computadores.

Hay una matanza en cualquier escuela en Estados Unidos y el presidente sentencia en Twitter: #Praying4ElPaso, #Praying4Columbine, #Praying4Charlotte. No importa cuál será la locación de la siguiente matanza escolar ni sus causas estructurales, la constante será la frase trillada.

Hay un terremoto de proporciones destructivas en Puerto Rico y el rebaño va tras el hashtag #Prayingfor… La gente ya murió aplastada por sus casas, el huracán ya pasó destruyendo cuanto encontró, el fuego ya arrasó, el terrorista ya mató, el psicópata ya asesinó…

Praying for? ¿En serio? Vivimos las épocas del Armagedón y ¿solo atinamos a decir eso? ¿Es que alguien piensa que una vez ocurrida la catástrofe, muertos los niños sirios, quemados los territorios australianos o de la Amazonía, destruido Haití, hay que rezar y algo va a cambiar, el tiempo va a retroceder? ¿Rezan para aplacar la voluntad de un dios atroz? ¿Será para pedirle que atenúe la furia? ¿Para suplicarle que no ocurran más eventos así en el futuro? ¿O en qué mismo está pensando la gente cuando dice #Prayingfor?

Parece que el #Prayingfor es uno de los tantos mecanismos que nos hemos ideado para lavar nuestras conciencias ante lo que sucede en el mundo, mientras dejamos que todo se mantenga exactamente igual de lo que estaba o peor. ¡Qué viva el statu quo!

Mientras que en Estados Unidos se multiplican los #Prayingfor por las víctimas de las armas en los colegios, no se hace nada serio para que exista un control que impida que cualquier persona cometa un acto de violencia semejante. Los casos siguen repitiéndose, el #prayingfor no ha alterado en nada el panorama y seguramente las familias de los muertos no sienten ni el más mínimo consuelo cuando alguien lo dice. Sus hijos ya no están, no importa cuántos hashtags se repitan. Como dice el dicho, a Dios rogando y con el maso dando.

Igual cosa con el incendio de Australia. ¿Qué tal si dejamos el lavado de conciencia del Praying for para otro momento, y más bien nos aplicamos con seriedad a disminuir el calentamiento global para que en nuestro mínimo círculo de incidencia algo cambie? Todo se mantiene intacto mientras nos lavamos la conciencia y quizá nos comemos el cuento. Al menos ahora existen mecanismos de donación virtual para que seamos menos pusilánimes.

Ahora vamos con los desastres naturales. Sería más sensato que todos los que van en modo de rezo post mortem, más bien adopten el modo preventivo de #Prayingfor. Así, quizá el sujeto de sus oraciones se apiade a priori y no tengamos que lamentar los platos rotos. No sé, digo, podría ser más efectivo rezar para que no ocurran catástrofes, que inmovilizarnos en la oración cuando ya todo está perdido.

Ya sé, ya sé. Me dirán que la oración tiene efectos poderosos. Puede ser que tengan razón, al menos cuando se trata de casos particulares, en el caso de una persona enferma, la energía positiva puede darle esperanza y fuerza para luchar. Pero cuando se trata de asuntos planetarios parece que Dios nos tiene un poco olvidados y la repetición del hashtag no nos ha llevado lejos. Como diría el viejo Shakespeare: ¡Mucho ruido y pocas nueces!

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