(porque es el artista número uno del mundo)
EDICIÓN 486

Texto: Carla V. Cisneros
Bad Bunny, el reguetonero puertorriqueño, es muy probablemente el cantante más popular de su generación. A punto de llegar al Ecuador, le damos una corta lista de motivos para verlo.
El lunes 24 de enero de 2022 el artista puertorriqueño Bad Bunny anunció en sus redes sociales que saldría de gira todo el año, y el Ecuador estaba entre sus destinos a conquistar. Las entradas para los conciertos, que salieron a la venta después, se agotaron en el transcurso de horas. Su disco más reciente, Un verano sin ti, que también le dio nombre a la gira y que salió a inicios de mayo de 2022, continúa en los Top Hits Globales de plataformas de streaming como Spotify; y canciones de ese álbum como “Efecto”, “Tití me preguntó” y “Me fui de vacaciones” son las más virales en la plataforma TikTok.
Hace poco me encontré con un amigo que es el epítome de la melomanía: le encanta el rock, escucha playlists curadas por otros melómanos, viste camisetas negras y también produce conciertos. Cuando me preguntó si iría al concierto de Bad Bunny (que será el 16 de noviembre en Quito) le respondí, apenada, que no, que no conseguí entrada. Con un poco de duda le pregunté lo mismo: “Y tú, ¿vas?”; pensé que me soltaría un NO rotundo, ya saben, por eso de que el género urbano no es música de verdad. Pero me respondió él también apenado: “Por gil me quedé sin entrada. Yo iría porque es el artista número uno del mundo, y al artista número uno del mundo hay que verlo en vivo”.
Y sí.
Para tratar de entender este fenómeno mundial llamado Benito Ocasio Cortez, a.k.a Bad Bunny (o Conejo Malo, en español), he seleccionado cuatro motivos por los que —para mí— Bad Bunny es el artista número uno del mundo y por qué verlo en vivo resulta tan atractivo para fans y no tan fans suyos, como mi amigo melómano.
Aquí y ahora, parece muy difícil que alguien más destrone al artista más popular del momento. Tratemos de adivinar por qué.
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Su historia podría ser tú historia o la mía
Bad Bunny tiene ahora veintiocho años. En 2017, cuando su nombre empezaba a ser uno de los más sonados en la música latina y mundial, una foto suya con una excompañera de trabajo se hizo viral. En la foto se ve a Benito y a su amiga vistiendo el uniforme de una famosa cadena de supermercados. “En 2016 estaba trabajando en un supermercado y este año estuve en los Latin Grammy”, comentó en sus redes respecto a la imagen.
En una entrevista que dio en 2020 al portal YouTube, comenta que “mi sueño siempre fue este, que la gente conozca mi música”. Bad Bunny componía beats desde niño, inspirado en ritmos de su tierra natal y en reguetoneros de la vieja escuela como Tego Calderón o Vico C. “Mis días consistían en ir a la escuela y soñar despierto con llegar donde estoy ahora”.
Esta historia, que parecería sacada del “sueño americano” y que hace referencia a la idealización de migrar para conseguirlo, se materializó en Latinoamérica, en el Caribe, en las carnes de un tipo que habla con un acento boricua supermarcado, un latino orgulloso de serlo que le echa hate a los gringos y a la vez llena estadios en Norteamérica.
Ese chamaquito, que hasta 2020 no hablaba inglés, canta en español y usa su propio slang. “No tengo que cambiar quién soy para agradar a otros mercados”, comenta frecuentemente en sus apariciones públicas.
Bad Bunny no busca agradar, no es tibio ni agacha la cabeza. Al contrario, cuestiona, y ha hecho que cada vez sean más los artistas no latinos que quieran sumarse a la ola del reguetón, la salsa, el merengue, la bachata. Como canta en su canción “El apagón”: La capital del perreo/ ahora todos quieren ser latinos/ pero les falta sazón, batería y reguetón (haciendo referencia a Puerto Rico y a una canción de Tego Calderón en la que canta “métele sazón, batería y reguetón, que lo demás lo pone Calderón”).

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Música y fama
En 1992 el salsero panameño Rubén Blades cantaba “se fue la luz y sigue el saqueo”. Este año Bad Bunny presentó una canción con el mismo nombre que, como hizo Rubén, combina el baile, los ritmos latinos y la protesta popular. Ambos hablan casi-casi de lo mismo, aunque con treinta años de diferencia.
El video de “El apagón” de Bad Bunny se estrenó el 16 de septiembre. Es en realidad un documental de veintitrés minutos sobre la gentrificación en Puerto Rico. La isla, de playas preciosas e impuestos reducidos para los extranjeros, sufre actualmente el desplazamiento de personas nativas que deben salir de las casas que han habitado durante décadas, esto para que sean demolidas o remodeladas y alquiladas mayormente a estadounidenses.
En los primeros minutos del video aparecen Benito y otra gente de la isla coreando la canción, que tiene frases icónicas como esta: “No me quiero ir de aquí/ que se vayan ellos”. Después viene una suerte de reportaje conducido por la activista y periodista puertorriqueña Bianca Graulau. La investigación evidencia que playas públicas, como El Dorado, son de difícil acceso para los locales de la isla, en su mayoría de clase media o trabajadora.
En la letra, Bad Bunny menciona una serie de apagones eléctricos ocurridos en Puerto Rico desde que el servicio fue privatizado y entregado a una compañía estadounidense. Y les dedica estas líneas: “Maldita sea, otro apagón/ vamo’ pa’ lo’ bleacher, a prender un blunt/ antes que a Pipo le dé un bofetón”. Todo esto con un ritmo que combina el reguetón y Electronic Dance Music (EMD).
Esta no es la primera vez que Bad Bunny nos pone a bailar y a pensar en la actualidad al mismo tiempo. En 2019 su voz sonaba en fiestas y en charts musicales, pero también en protestas que exigían la renuncia del entonces gobernador de Puerto Rico, Ricky Roselló, quien intercambió mensajes homofóbicos y racistas que se filtraron y fueron el detonante de la furia colectiva.
Paréntesis: Las contradicciones de Bad Bunny, por otro lado, son tan evidentes como sus aciertos. Apoya la causa feminista, pero varias de sus letras son abiertamente machistas; se une a la clase popular, pero canta sobre ser millonario y tenerlo todo; las entradas a sus conciertos se cotizan por todo lo alto, pero él lanza un sencillo que se llama Maldita pobreza.
Ser su fan no me libra de cuestionarlo, Bad Bunny tendrá que ir ordenando con el tiempo las piezas de su discurso. Aun así, es refrescante encontrarse con un artista que, trepado sobre los hombros de la fama mundial, empieza a cambiar la narrativa de un género musical históricamente liderado por hombres de costumbres rancias. En sus letras se nota el espacio para la incomodidad y las conversaciones vulnerables mientras, sí, por qué no, se perrea y se pasa bien.
3
No se toma las cosas tan en serio

Bad Bunny se muestra siempre natural, no le da miedo desafinar en vivo, no sabe bailar ni habla inglés perfectamente.
Además, como en el video de “Neverita”, puede dar material para memes sin que esto sea un problema para él. En este video hace una referencia directa al clásico noventero “Suavemente” del merenguero Elvis Crespo, montando una oda a la época kitsch del Windows XP, el croma y los vestuarios coloridos.
Si comparamos “Neverita” con “El apagón”, por ejemplo, podemos calcular el rango de acción de Bad Bunny. Por un lado, se presta para que nos burlemos de él y canta “No seas mala/ me tienes de meme”; por el otro, se suma a las causas populares de su país y da enfoque social a su carrera.
A estas alturas parecería que el artista del momento puede hacer lo que le da la gana. No olvidemos que así, Yo hago lo que me da la gana, se llamó su álbum prepandémico, lanzado en 2020, que incluye temas como “Yo perreo sola”, “Safaera” y “Bichiyal”.
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Está en su mejor momento
Es poco frecuente que lleguen al Ecuador artistas como Bad Bunny, es decir, que se encuentran en el pico de su carrera, que pueden viajar a países donde el mercado sea mayor, y que más que relevantes para su época, la están definiendo con su música, su estética y su pensamiento. Ver al cantante más popular de música en español es una oportunidad que se toma o se deja. Si tienen entradas, disfruten el show. Si no, guárdense este artículo para el próximo concierto de Bad Bunny .
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