Por Xavier Gómez Muñoz.
Fotografía: Shutterstock.
Edición 466 – marzo 2021.

Los caminos de la industria también pueden ser misteriosos. ¿Quién iba a pensar que, en tiempos en los que domina la imagen, el sonido sería uno de los formatos más innovadores del periodismo y la ficción en Internet? Y ocurre justo un siglo después del auge de la radio, de 1920, que después fue destronada por la televisión en los años cincuenta. Ahora, que se habla de la decadencia —o cuando menos parálisis creativa— de lo que muchos llamaban la edad de oro de las series y las plataformas de streaming, el sonido está dando otra vez de qué hablar.
Pero hay otra coincidencia. El auge de la radio ocurrió luego de la pandemia más letal que se recuerde, la gripe española, que, entre 1918 y 1920, mató alrededor de cuarenta millones de personas en el mundo. El pódcast no es nuevo, pero fue durante el año de la pandemia del coronavirus, en 2020, cuando ganó fuerza. Hartos del trabajo, la comunicación, el ocio, incluso el amor y otros menesteres a través de pantallas —todos los días, a toda hora—, no es raro que haya quienes prefieran “desconectar” la vista y escuchar. Además, está el cambio del confinamiento al distanciamiento social y, en medio de todo eso, la soledad. La radio, ya sabíamos, es compañía, una voz contándonos cosas al oído. El pódcast lo hace en cualquier día y hora (se puede escuchar en línea en todo momento o descargar en la computadora o el celular), prácticamente sin publicidad —todavía—, sin bloques musicales obligatorios, como en la radio —es pura tertulia al oído—, se enfoca en nichos (si se busca bien hay pódcast de todo y para todos —o casi—) y, ya que no es necesario ver mientras se escucha, permite hacer al mismo tiempo otras cosas.
Además, el sonido tiene otra ventaja. Requiere menos esfuerzo: económico desde el punto de vista de la producción, en comparación, por ejemplo, con lo que cuesta la ficción y el periodismo en video, y, desde el lado del público, siempre es más fácil que una voz te cuente algo al oído que evitar la fatiga de leerlo. Pero no hay que engañarse. Si han aparecido buenos pódcast en español en los últimos años no ha sido por las audiencias ni el virus. Han sido las empresas de tecnología, medios, productores, guionistas… gente de radio, narradores de ficción y periodistas —podcasters les dicen—, quienes han revitalizado lo que empezó un siglo atrás con la radio.
Algo de pasado en el presente y futuro
Todo empezó cuando la radio llevó su programación a Internet entre los años noventa y el cambio de siglo. Luego se combinó el sonido con imágenes, textos, infografías… en sitios web, aparecieron emprendimientos sonoros sin presencia en el dial, los programas se hicieron más participativos, personalizados y se podían escuchar a toda hora. Y entonces pasó algo determinante con el tataranieto del walkman: el iPod ya no se utilizó solo para oír música, sino para descargar archivos, información y programas sonoros. De hecho, “el término pódcast se acuñó por la mezcla de las palabras iPod y broadcasting (radiodifusión, en español)”, recuerda el profesor de la Universidad San Francisco y creador del pódcast musical Postlatino, Miguel Loor. Los primeros pódcast aparecieron en Estados Unidos entre 2000 y 2004 y, por sus similitudes con la radio digital —más allá de la posibilidad de descarga y suscripción—, no es una criatura fácil de definir. En la presentación de su pódcast Solaris, ensayos sonoros, el escritor y crítico cultural Jorge Carrión lo define de esta manera: “El pódcast no es radio ni es audiolibro, pero tiene algo de la radio y del audiolibro. Es nuevo, pero como todo lo nuevo tiene su tradición, su genética, su historia. Es futuro con un rastro de pasado. Puro presente”.
Loor dice, además, que la velocidad de Internet, el desarrollo de plataformas como Spotify, Apple Music… y otras que facilitan la edición y compartición de sonido, apps, y desarrollo de celulares y otros dispositivos móviles, han hecho posible que el consumo de pódcast se haya naturalizado. Aunque quizá lo más interesante ha ocurrido a nivel creativo: “Al ser un espacio no regulado, con otras lógicas comerciales y editoriales respecto a los medios tradicionales, Internet ha permitido ciertas licencias a los creadores de contenido”.
En el artículo “La edad de oro del pódcast”, publicado en The New York Times en español, Jorge Carrión explica cómo Spotify, el Netflix de las plataformas de sonido, se ha puesto a la cabeza del mercado mundial del pódcast, como ocurrió, en su momento, con otras empresas de Internet, digamos, Facebook, Amazon o Google. En 2019 Spotify compró Gimlet Media, una de las compañías estadounidenses más importantes en la producción de pódcast, y Anchor, una popular red social que permite crear y publicar archivos de sonido con facilidad. En 2020 lanzó un pódcast de ficción de manera simultánea en cuatro idiomas —mercados— (Sonia, en español), liberó su audioteca para que “sus usuarios mejoren sus habilidades y la calidad de sus productos” y compró una compañía de pódcast especializada en publicidad y métricas de audiencias llamada Megaphone. “Spotify aspira claramente al predominio en las experiencias sonoras —escribe Carrión—. En el ADN de las plataformas está esa tendencia glotona. Pero en la explosión del pódcast, la competencia va a ser feroz”.
Pódcast en el Ecuador y el mundo

En diciembre de 2020 el medio digital La Barra Espaciadora lanzó Al oído pódcast, un proyecto de “periodismo narrativo para escuchar” que recupera crónicas y trabajos de investigación publicados en ese espacio y los convierte en historias sonoras. En la primera temporada hay tres episodios: la historia de los 315 jubilados perjudicados por una cementera en el Ecuador, la de las víctimas de “esclavitud moderna” del caso Furukawa y otra sobre la pandemia. El objetivo, dice el editor general, Diego Cazar, es “mantener vivas historias que se tratan de dejar en la impunidad”, pero también involucrar en el proyecto a otros periodistas del Ecuador y la región y hacerlo sostenible. Para eso el equipo de La Barra Espaciadora ha generado alianzas con instituciones y, hasta enero de 2021, ya tenía financiamiento para sus tres primeros episodios.
Cazar considera que en el Ecuador hay intentos interesantes de pódcast, pero que todavía hay “confusión entre hacer pódcast y producir cosas en audio (o subir programas de radio a Internet), que no es lo mismo”, pues cada formato tiene sus propias narrativas y peculiaridades. Es decir, sigue, “siento que todavía estamos en un proceso exploratorio, pero también que cada espacio y cada medio va a hallar su proceso”. El creador del pódcast musical Postlatino, Miguel Loor, está de acuerdo con lo anterior y añade que, si bien es cierto que en el país sí existen producciones, muchas todavía son artesanales. Pero, como en todo hay excepciones, recomienda algunos pódcast ecuatorianos, como Te gusta y lo sabes, que trata abiertamente temas de sexualidad, y Habla serio mi llave, en el que se habla con humor de temas variados.
Además, existen pódcast como BNrables, que se transmite en el canal de YouTube de BN Periodismo y en Spotify; Y si nuevas cadenas preparan, cuya temática es la política y realidad nacional con un tono satírico, entre otros emprendimientos. Del lado de los medios tradicionales, el formato más difundido hasta el momento es el resumen informativo (como al inicio de los noticieros de radio o televisión), utilizado, por ejemplo, en los sitios web de El Comercio y El Universo.
Diego Melo es profesor en la Universidad de Las Américas y ha hecho periodismo deportivo en televisión y radio durante dieciocho años. Melo identifica cuatro grandes tipos de pódcast. Los formatos más populares, dice, son la tertulia o panel, en el que varias personas hablan sobre uno o varios temas, entrevistas, reportajes en los que se mezcla la voz del periodista con testimonios y ciertos elementos de producción y, quizá el más creativo, un formato heredero del radioteatro, que se utiliza en la ficción y el periodismo para contar historias. Otra de las características del pódcast, termina Melo, es que sus contenidos suelen desarrollarse por capítulos, es decir, tienen continuidad, un hilo, y, “ya que la coyuntura es lo que por lo general más llama la atención a los medios, (estos) no suelen apostar por proyectos de largo aliento”.
A nivel internacional, uno de los proyectos destacados es Radio Ambulante, quizá la continuación del boom del periodismo narrativo latinoamericano que empezó un grupo de revistas y cronistas a finales de los noventa, pero directo al oído. Radio Ambulante cuenta América Latina desde 2012 y, desde 2016, se escucha cada semana también por National Public Radio, en Estados Unidos. Además, tiene una red de colaboradores en la región, un cuidado meticuloso en la producción, investigación y verificación de datos (fact-checking). En 2014 ganó el Premio de Periodismo Gabriel García Márquez en Innovación y, de ahí en adelante, no le han faltado reconocimientos. Otro de los proyectos de Radio Ambulante Estudios es El hilo podcast, en el que se abordan semanalmente temas de coyuntura.
Solaris, ensayos sonoros es una producción española, escrita y con la voz de Jorge Carrión, sobre temas contemporáneos (big data, feminismo y género, inteligencia vegetal, porno…) que, en enero de 2021, ya iba por su segunda temporada. Durante treinta minutos, Carrión, una voz femenina que funge de inteligencia artificial (su nombre es Ella) y “corresponsales” que en verdad son expertos en diversos temas, logran un efecto extraño: una sensación de futuro, pero escuchado en el presente mientras se lee el pasado.
Para los que gustan de la ficción existen pódcast en español como Guerra 3, Caso 63 y, en ciencia ficción, Biotopía. El documental sonoro De eso no se habla cuenta, en episodios, el silencio individual y social que cubre algunos temas en España. Durante la pandemia los dibujantes Liniers (Argentina) y Alberto Montt (nacido en el Ecuador) crearon un pódcast llamado La vida es increíble. Desde Argentina, Anfibia podcast produce historias, entrevistas y ensayos sobre temas actuales. Presunto Podcast, en Colombia, analiza con humor y argumentos los medios de comunicación de su país y Malditos Sudacas habla de música y cine, entre otros tantos pódcast en español.



Leer con el oído
Leer es básicamente una “conversación” con un autor que no está presente, en la que el lector —perdonen la redundancia— reproduce en su cabeza las palabras escogidas por el autor. En un libro que se llama Una historia de la lectura, Alberto Manguel dice que, en la Antigüedad, cuando la mayoría no sabía leer, las lecturas se hacían a viva voz en lugares públicos, y cuenta cómo él mismo, cuando era adolescente y Jorge Luis Borges ya se había quedado ciego, le leía cuentos al autor de El Aleph. En otras palabras: para leer no es imprescindible la vista; los audiolibros se leen con los oídos y, a través del braille, los ciegos leen con los dedos.
El escritor argentino Hernán Casciari, creador de la revista Orsai y conocido por los teatros y auditorios que llena con las lecturas en vivo de sus relatos, contó en una entrevista publicada en mayo de 2020, en Cracks Podcast, su paso de la escritura —digamos— convencional a escribir para el oído: “Mi sensación respecto a la lectura en voz alta era la tradicional, esa gente que engola la voz… esa cosa, así, como lenta, ausente de ritmo, en donde sabes que lo que está ocurriendo es una literatura melosa”. Pero un productor le convenció de que leyera sus cuentos en un programa de radio y empezó “a cambiar ciertas palabras, a cambiar ciertas entonaciones… No es lo mismo escribir para una persona que va a leer en voz baja, que escribir para alguien que va a oír”.
Y, aunque los expertos coinciden en que lo principal en los pódcast entra por los oídos, no hay guionista o productor que no esté de acuerdo en que para contar historias sonoras también se escribe, pero con la voz y otros sonidos.