Los generales de la Independencia

Un crimen, un mecenas y el pincel de Salas marcan el inicio del arte republicano

El maestro Antonio Salas (1780-1860) puede ser considerado sin remilgos como el pintor más importante de los inicios de la República por varias razones.

Primero, porque fue discípulo de Rodríguez y de Samaniego, y era el que más talento y oficio tenía entre los herederos de la Escuela Quiteña, que se había concentrado en el arte religioso.

Luego, porque trabajó mucho y enseñó mucho, y dio origen a una dinastía de pintores que se prolongaría hasta bien entrado el siglo XX: la dinastía de los Salas.

Pero, sobre todo, porque fue él quien, por encargo del futuro primer presidente del Ecuador, Juan José Flores, pintó la famosa serie de generales de la Independencia, algunos de los cuales aparecen silueteados en esta galería.

Varias fuentes consultadas señalan 1824 como el año en que el maestro habría realizado estos retratos. Pero esa historia se ensombrece por un hecho desdichado: el 19 de marzo del mismo año 24, en estado de embriaguez, luego de asistir a misa por el día de san José, el maestro mató a puñaladas a la hermana de una amante mulata empleada a su servicio y con la cual tuvo un hijo que se añadió a numerosos vástagos de dos matrimonios. Debió entonces enfrentar un juicio en los meses siguientes y fue sentenciado a cinco años de destierro en la remota provincia de Loja.

En Los pintores quiteños del siglo XIX, el padre José María Vargas —una autoridad en la materia— recuerda que Flores le había encargado “que trazara los retratos de los generales y jefes que intervinieron en las luchas de la Independencia. Salas conoció posiblemente a todos y los representó de cuerpo entero, con el uniforme militar y las preseas de su grado respectivo”. Y concluye que los retratos “fueron destinados para la finca del primer presidente”.

Agrego yo que Flores, fiestero y pícaro en los dos sentidos del término, solía pasar los fines de semana en la quinta El Placer, que así se llamaba, rodeado por las figuras de sus amigos de juventud.

Sobre el trabajo cumbre de Salas, el historiador José Gabriel Navarro anota, en La pintura en el Ecuador del XVI al XIX, que casi todos los próceres, “desde Bolívar hasta el negro Otamendi, desfilaron por su obrador”, de modo que habrían sido retratados en vivo.

Y Flores habría metido la mano en la justicia para que Salas guardara “prisión en el palacio de Gobierno mientras concluía unos cuadros”.

Puestas así las cosas, luego de siglos de arte religioso, no pudo se más truculento y simbólico el nacimiento del arte republicano en el mismísimo centro del poder político y con ese tema patriótico sobre el que volverá una y otra vez hasta bien entrado el siglo XX, en su afán de reforzar nuestra frágil identidad nacional.

Los retratos quedaron en posesión de la familia Flores Jijón durante generaciones y hoy se exhiben en el Museo Jacinto Jijón de la Universidad Católica de Quito, donde Christoph Hirtz las fotografió para mi Historia gráfica del Ecuador 1809-2009.

Para completar esta galería de militares que participaron en las luchas por la Independencia, aunque no lo pintó Salas, añadimos aquí el óleo de un prócer importantísimo, el coronel Carlos Montúfar, quien se alzó en armas contra los realistas luego de la matanza del 2 de agosto y en defensa del fugaz Estado de Quito creado en 1812.

Este hijo del marqués de Selva Alegra fue derrotado, escapó y se incorporó a las tropas del Libertador en Colombia. Capturado por los españoles, murió fusilado en Buga, en 1816.

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