El paisaje olvidado: la pintura de Luis A. Martínez

Pintura de Luis A. Martínez.
“Paisaje de la Costa”, 1898, óleo sobre lienzo, 200 x 100, colección privada. Fotografías: Martín Jaramillo Serrano

En la historia del Ecuador y el mundo hay muchos artistas olvidados o que cuya obra se desconoce. La mayoría son mujeres. Un caso especial, entre los hombres, es el de Luis A. Martínez. En nuestro país es muy reconocido como escritor, sobre todo por su famosa novela A la Costa, publicada en 1904, pero muy pocos conocen su faceta como pintor. Y es, justamente, su pintura lo que puede considerarse el gran legado artístico.

Martínez es quizá el único pintor ecuatoriano de finales del siglo XIX e inicios del XX que se dedicó exclusivamente al paisajismo romántico. Durante toda su vida pintó este motivo, a través de una larga búsqueda en los Andes, sobre todo de la Sierra central, como fuente de inspiración para sus cuadros.

Dedicarse casi veinte años a pintar la montaña le permitió perfeccionar su técnica. Además, su posición liberal y anticlerical hizo que nunca pintara motivos religiosos, lo que pudo convertirlo en uno de los primeros pintores laicos del siglo XIX que logró, a través del paisaje, superar el largo legado de la escuela barroca quiteña.

Pintura de Luis A. Martínez.
“Río Babahoyo”, 1901, óleo sobre lienzo, 170 x 108, Colección Club Tungurahua.

Martínez fue también de los primeros montañistas y exploradores ecuatorianos, junto con sus hermanos fotógrafos Augusto y Nicolás, geólogo y meteorólogo, respectivamente. Su obra romántica está influenciada por la experiencia de ascender a los Andes, vivir y trabajar en la Costa, ser uno de los primeros exploradores del Oriente y por la obra científica y fotográfica de sus hermanos. Algunas de estas últimas sirvieron de bocetos o fueron copiadas y hechas en óleo sobre lienzo. Martínez también copió algunas acuarelas del alemán Rudolf Reschreiter plasmadas durante su viaje por el Ecuador en 1903.

Augusto Martínez reprodujo fotográficamente algunas de las obras pictóricas de Luis para tarjetas postales, muy populares en su época, así como para libros, revistas y prensa. La obra pictórica de Luis A. Martínez y la fotográfica de sus hermanos coincidieron con el establecimiento del Estado moderno liberal en el Ecuador, que motivó el surgimiento de nuevas publicaciones editoriales, muchas de ellas con ilustraciones y fotografías. De esta manera el paisaje empezó a posicionarse en el imaginario nacional, y la opinión pública empezó a ver en los Andes una representación cercana de su territorio e identidad.

La obra pictórica de Martínez, pese a ser considerada por él mismo como científica y realista, al enfatizar los detalles de la flora, geografía y atmósfera, también se puede considerar el punto más alto del paisaje romántico en el Ecuador: en ella se aprecia una ideología individual creadora.

Para Andrea Moreno en muchas de sus pinturas pudo transmitir su relación sensible y anímica con la naturaleza y los volcanes que tanto amó; una fusión entre lo sublime de los paisajes, páramos y volcanes, y la emotividad vivencial de su autor. En su pintura la naturaleza trasciende lo descriptivo del registro científico, y se transforma en una representación de su sensibilidad espiritual. Una combinación entre la marca personal y subjetiva y el esfuerzo del empirismo científico objetivo.

Reseña de una corta vida

Luis A. Martínez.
“Luis A. Martínez pintando en Atocha”, fotografía de autor no identificado, primera década del siglo XX, colección MuNa, Archivo Histórico del Ministerio de Cultura y Patrimonio.

Luis A. Martínez nació en Ambato el 23 de junio de 1869, creció en una familia de once hermanos y hermanas, dedicada tanto a las artes y las letras como a las ciencias y la política, que tenía, además, un profundo amor por la naturaleza. Su casa ubicada en Atocha, en los alrededores de Ambato, se conoce hasta ahora como La Liria, y fue una de las quintas familiares más megadiversas en flora del siglo XIX del Ecuador.

Los vecinos de la familia Martínez eran los Mera Iturralde, la familia de Juan León Mera Martínez, sobrino de Nicolás Martínez Vásconez, papá de Luis A. Martínez. Ambas quintas albergaban dos de las mejores bibliotecas privadas del Ecuador en su tiempo.

Luis A. Martínez peleó en la Revolución Liberal de 1895 junto a sus hermanos Augusto y Nicolás y fue un liberal radical moderno toda su vida. En una biografía corta que escribió pocos días antes de morir señala: “Lo he sido todo, desde peón y jardinero hasta gerente de grandes explotaciones agrícolas e industrias, desde Teniente Político de la más miserable parroquia hasta Ministro de Estado, cazador, ascensionista, pintor, escritor”.

Sus últimos años fueron muy creativos y depresivos a la vez, por la muerte de su esposa Rosario, hija de Juan León Mera, y de sus dos hijas. Además, enfermó, y su máximo proyecto político modernista, el ferrocarril al Oriente, fue cancelado por Eloy Alfaro por diferencias políticas irreconciliables.

Todo esto lo llevó a un retiro depresivo en Atocha, en la casa de los Mera. En esta última época se dedicó principalmente a la pintura y realizó sus mejores lienzos. En algunas de sus últimas obras, como “Réquiem” de 1908 o “Carihuairazo” de 1906, transmite el estado atormentado y solitario que vivió al final de su vida. Solo su temprana muerte el 26 de noviembre de 1909, cuando tenía cuarenta años, detuvo su constante crecimiento artístico.

Pintura de Luis A. Martínez.
“Carihuairazo”, 1906, óleo sobre lienzo, 100 x 70, Colección MuNa, Ministerio de Cultura y Patrimonio.

Paisajes. Instantes de los Andes de Luis A. Martínez permanecerá abierta hasta el domingo 23 de octubre de 2022. La exposición se realiza con motivo de la conmemoración del Bicentenario de la Independencia.

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