Por Ángela Meléndez.
Edición 447 – agosto 2019.
El bordado es el arte de embellecer una tela con hilo y aguja. Así ha sido desde que egipcios y romanos adornaban sus túnicas con “la pintura de aguja”, como la llamaban, sin imaginar que esa habilidad evolucionaría hasta el punto de plasmarse en increíbles diseños.
El primer registro de una prenda bordada apareció en la tumba del faraón egipcio Tutankamón en tres capas de lino finamente labradas que envolvían su momia. Pero fue en la Edad Media cuando el bordado vivió su esplendor como un arte noble y refinado que se practicaba en las Cortes y con encargos para la Iglesia.
En el siglo XIII se inició la mezcla de hilos de oro y de seda para bordar escudos y otros motivos de caballería de las cruzadas. Después tomó impulso el bordado en relieve y la joyería incrustada.
Un hito ocurrió en 1828 cuando Joseph Heilmann inventó la primera máquina de bordado. Según el libro La historia de los textiles, esa máquina tenía 140 agujas que podían utilizarse al mismo tiempo sobre el bastidor. Además, aprender esa labor fue significativo en la emancipación de las mujeres, pues les permitía asistir a escuelas de arte, “expresar su habilidad creativa e impri-mir así su sello personal en aquello que le rodeaba y pertenecía”.
Hoy el bordado es parte del mercado textil y artesanal; y muchas veces es subestimado. Sin embargo, artistas en diversas partes del mundo lo revitalizan y enriquecen con nuevos formatos.
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Ese es el caso de Sheena Liam. Para esta modelo malasia, bordar se ha convertido en su nuevo oficio marcado por un estilo minimalista, enfocado en retratos femeninos que se pueden “peinar”, pues el cabello sobresale del bastidor.
La delicadeza de sus cuadros y los minuciosos detalles hacen que sus obras sean consideradas piezas de arte. En una entrevista con el sitio web Las Hilanderas, Liam explicó que si bien el bordado se ha visto como una forma de arte secundario, porque las mujeres y los hombres que trabajaban en ello se consideraban simplemente artesanos o aficionados, ella está segura de que “nin-guna forma de creación triunfa sobre otra en términos de ser mejor o preferida”.
De lo único que se lamenta esta modelo y artista es de no haber empezado a bordar antes y cuenta que prefiere dibujar mujeres porque “son hermosas” y le resulta difícil desviarse de la belleza. Para sus obras usa un bastidor, un lienzo crudo e hilo negro con el que da forma a los peinados, como si tuvieran vida propia. Sus creaciones van desde una mujer peinándose al viento hasta otra leyendo mientras toma un café.
Aunque no vende sus obras, sí acepta encargos de sus más allegados. Sheena tuvo su primera exposición individual en octubre de 2018 con Item Gallery, un espacio de arte contemporáneo relacionado con la imprenta de arte Idem Paris.
Con simples líneas negras, bordea las siluetas de mujeres de belleza asiática cuyos peinados tienen un papel fundamental: largas trenzas y melenas se descuelgan por fuera de los bastidores dando un toque casi escultórico a cada obra y enamorando a los espectadores.
www.timesnewromance.net
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El estilo de Cayze Zavalgia es distinto, usa los mismos implementos en sus cuadros hiperrealistas que a simple vista parecen fotografías o pinturas. Así como Sheena, prefiere los retratos y puntada a puntada los recrea a la perfección.
Zavalgia se formó primero como pintora, pero hace dieciséis años dio el salto a la costura y decidió centrarse exclusivamente en retratos de amigos, familiares y compañeros artistas. Cada proyecto comienza con una sesión fotográfica en la que toma entre 100 y 150 imágenes de la persona a la que retratará en su bordado. Después, la imagen seleccionada se imprime en el lienzo escogido, lo que sirve como referencia para iniciar el trabajo, pues Cayze luego elige la gama de colores a utilizar para hacer una copia lo más fidedigna posible de la fotografía original.
El inicio, cuenta la artista, fue frustrante, pues a diferencia de la pintura, donde se logra una serie de colores a partir de la mezcla de otros, en la costura se debe crear un sistema para alcanzar el efecto o la ilusión de una u otra tonalidad, algo que le tomó varias semanas pulir.
Su trabajo es parte de la colección permanente de la Universidad de Maine, la Colección West en Filadelfia y la Colección Shoeni en Hong Kong, por nombrar algunos.
Cayze Zavalgia es una pintora americana que ha cambiado la pintura por el hilo y borda retratos hiperrealistas puntada a puntada. Su trabajo es parte de la colección permanente de la Universidad de Maine, la Colección West en Filadelfia y la Colección Shoeni en Hong Kong, por nombrar algunos.
www.caycezavaglia.com
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Entre otras experiencias similares está la artista lituana Severija Inčirauskaitė- Kriaunevičienė, quien se enfoca en el punto de cruz, pero en lugar de textiles elige metales. Sí, por más descabellado que suene, el metal es su lienzo. En su sitio web www.severija.lt explica que precisamente su interés es usar “diversos utensilios domésticos que no están destinados a ello” y transformarlos en artesanías únicas. Los adornos de punto de cruz se plasman en platos, cuencos, tapas, cucharas y cucharones, y hasta en automóviles y edificios.
Ha recibido varios reconocimientos por su trabajo, entre ellos el primer premio en la competición Good Lithuanian Design (2014 y 2016) y ha ganado becas del Gobierno lituano en 2007, 2008, 2011, 2015 y 2017. Es invitada regularmente a participar en exhibiciones internacionales destacadas en Lituania y en el extranjero, dirige con éxito la galería textil Artifex de la Academia de Artes de Vilna (VAA) y enseña en el Departamento de Textiles de la VAA.
Dos materiales improbables se combinan a la perfección en la obra de Severija, que usa objetos antiguos de metal como soporte para sus bordados.
Realizando pequeños agujeros en formato de malla, por donde después pasa sus hilos de colores, esta artista resignifica piezas que ya tienen su propia historia dándole un toque de suavidad, generalmente con elementos orgánicos como sus delicadas tramas de flores.
www.severija.lt
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El caso de la inglesa Chloe Giordano es también digno de mencionar, pues su trabajo recrea animales en bordados que no son más grandes que un dedal. Comenzó a coser en el último año de su carrera en Ilustración en la Universidad del Oeste de Inglaterra, y desde allí ha seguido experimentando con bordado a mano alzada, usando hilo de coser y telas teñidas a mano. Su libro El arte bordado de Chloe Giordano se publicará en septiembre próximo.
Además de animales miniatura, también crea obras en 3D. Su técnica —dice— es sencilla, pues “solo coloco una puntada recta una y otra vez, trabajando a partir de un dibujo detallado que he hecho y de algunas fotos”. “Lleva mucho tiempo, pero afortunadamente el bordado me resulta muy relajante”, asegura.
Chloe Giordano es una ilustradora amante del bordado. Para crear estas hermosas piezas textiles, Chloe combina su talento por el arte, su amor por los animales y la naturaleza, y su destreza para el bordado. Primero, realiza un boceto a lápiz y papel a mano alzada hasta crear la estructura del diseño; luego, realiza un esquema en la tela y lo demás es parte de su talento.
www.chloegiordano.com
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La peruana Ana Teresa Barboza, en cambio, se especializa en paisajes bordados que salen del marco y casi rozan lo pictórico. Barboza estudió Arte en Lima y desde que finalizó sus estudios se relacionó con el mundo textil, lo que sería la puerta de su futuro trabajo que requiere mucha mano de obra; usa remiendos, tejidos o bordados.
Sobre las recreaciones que hace de la naturaleza, la artista ha explicado que tiene que ver con la transformación de esta y el poco contacto que tenemos con ella, entonces “propongo utilizar el bordado y el tejido como técnicas manuales que nos pueden acercar”. Entre reconocimientos está el primer lugar en el II Concurso Nacional de Pintura del Banco Central de Reserva del Perú (2010) y el primer premio en el IX Concurso de Artes Visuales Pasaporte para un Artista (2006). Ha dado a conocer su trabajo en exposiciones individuales y colectivas en Lima, Nueva York, La Paz, Barcelona, Houston y Mar del Plata.
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La japonesa Ipnot es otro ejemplo de que solo la imaginación es el límite, pues con sus bordados de alimentos miniatura desafía lo convencional. Para ella, que cose desde los cuatro años inspirada en su abuela, la comida no solo se cuece sino también se cose. Su técnica se basa en el punto francés, que es una puntada que crea nudos pequeños y ajustados. Con ella recrea desde pequeñas pizzas hasta espaguetis o tazas de café. También cose otro tipo de impresionantes figuras con los más de 500 coloridos hilos que usa.
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Pero el bordado no solo es una labor femenina, aunque la mayoría de artistas dedicadas a este oficio lo sea. Para contradecirlo está el estadounidense Matthew Cox, quien usa radiografías como materia prima para realizar bordados alucinantes.
Este artista, licenciado en el Parsons School of Design en Nueva York y en el Otis College of Art and Design de Los Ángeles, ha expuesto sus originales obras a nivel internacional y está presente en diversos museos y galerías de arte.
Lo impactante es cómo juega con los complementos, pues en medio de la radiografía de un cráneo borda un rostro para darle continuidad, o sobre un tórax cose una cabeza de Blancanieves, todo con un gran impacto visual. Su obra ha pasado por el Museo de Arte de Nueva Orleans, la Galería de Arte del Georgetown College y las colecciones privadas de Beth Rudin DeWoody, Ronnie Brenner y otros.
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Otro representante masculino es el chileno José Romussi. En su biografía se explica que “propone un ejercicio creativo basado en la experimentación con materiales relacionados con el arte textil, para que podamos apreciar una propuesta delicada y sutil, pero no por eso deja de ser enigmática”. Su sello son las fotografías bordadas, combinando imágenes de rostros a blanco y negro con coloridos hilos de algodón. Ha expuesto en Nueva York, Milán, Chicago, y en las ciudades chilenas de Santiago y Valparaíso.