Peter Pan y sus siniestras perversiones

Ilustración de F. D. Bedford. Peter Pan tocando la gaita con Neverland al fondo, novela Peter y Wendy, 1911.

En 1904 se estrenó en Londres la obra de teatro Peter Pan or the Boy Who Wouldn’t Grow Up, un texto escrito por el dramaturgo Matthew Barrie. La obra tuvo un éxito arrollador, al punto que logró mantenerse en cartelera a lo largo de diez años. Tal ha sido la popularidad que, desde entonces a esta parte, el cuento ha llegado a convertirse en un auténtico mito de la cultura popular que compite de tú a tú con Don Juan, Otelo o Hamlet.

La gran acogida que tuvo entre el público animó en 1924 a los estudios Paramount a adaptarla al cine. Luego, en 1953 se hizo la versión de Disney, quizás la más famosa y, en tiempos más recientes, la de Steven Spielberg que contó con Dustin Hoffman y Julia Roberts como actores de reparto. La figura de Peter Pan también apareció en otros trabajos como Tommy and Grazel, en The Boy Castaways of Black Lake Island o en su novela The Little White Bird. El cuento ha sufrido cambios sustanciales respecto del original; de hecho, el propio Barrie hizo muchas versiones para adaptarlas según el público. El éxito de la obra convirtió a su autor en millonario.

Barrie y los Llewelyn

Barrie nació en Escocia en el seno de una familia relativamente acomodada. Su vida, sin embargo, estuvo marcada por la muerte accidental de su hermano mayor, un hecho que conmovió con fuerza a la familia. Su madre, la más afectada, lo rechazó, mientras que el padre, como buen victoriano, fue incapaz de darle afecto. Hay quienes sostienen que el impacto psicológico fue tan fuerte que pudo haber detenido su crecimiento. Aunque no fue un enano propiamente dicho, lo cierto es que nunca superó el metro cincuenta de estatura. Aparte, hay evidencias que sugieren que padeció algún tipo de disfunción relacionada con su sexualidad. Dio mucho qué pensar que su esposa declarara que en quince años no había consumado el matrimonio. Los psicoanalistas, por su parte, han detectado en él una personalidad morbosa y llena de perversiones sexuales. Incluso algún malintencionado llegó a sugerir que practicaba la pederastia, una acusación que, sin embargo, fue desmentida. La relación con los chicos Llewelyn era obsesiva y, por otro lado, su figura tampoco ayudaba: siempre se mostró extraño, arisco y muy retraído.

El cuento de Peter Pan tiene como trasfondo la amistad que Barrie trabó con el matrimonio Llewelyn. Tal fue el cariño que profesó por los cinco hijos de la pareja que solía llevarlos al parque de Kensington, un lugar que no por casualidad fue uno de los escenarios del País del nunca jamás. A la muerte de los Llewelyn, Barrie se convirtió en tutor de los hijos del matrimonio. Su vida con los chicos, sin embargo, estuvo salpicada de tragedias. Dos de ellos fallecieron: primero George y luego Michael, con quien había mantenido más afinidad. Este último había conocido a Rupet Buxton, con quien estableció una relación muy estrecha, al punto que se rumoreó sobre una posible homosexualidad. En circunstancias extrañas, nunca aclaradas, la pareja murió ahogada en el Támesis. Los pobladores de la zona encontraron los cuerpos abrazados. Para rematar Peter, otro de los hermanos, se suicidó arrojándose a las vías del tren.

A Matthew Barrie le gustaba pasear por el parque de Kensington de Londres, allí conoció a los cinco hijos del matrimonio Lewellyn Davies de quienes quedó como tutor cuando murieron sus padres y en quienes se inspiró para escribir Peter Pan.

Una obra para adultos

Actualmente Peter Pan se asocia con la literatura infantil, pero en realidad la novela inicialmente fue concebida para adultos. Para entender la historia hay que remontarse a la Inglaterra de las dos primeras décadas del siglo XX. Estos fueron tiempos de transición y de inestabilidad que generaron inquietudes intelectuales y no pocas manifestaciones de rebeldía contra un establishment severo y exigente.

Durante estos años afloraron insatisfacciones y crisis espirituales profundas, muchas de las cuales están detrás del grupo elitista de Bloomsbury. El ciclo de Peter Pan tuvo el acierto de reflejar muy bien el descontento y la fatiga que soportaban los hombres de la época.

El personaje expresó esa rebeldía hacia las rigideces y demandas del orden establecido; fue una crítica en toda regla a esos hombres ensimismados en el complicado mundo de los negocios. Esta era una forma de ser y de estar que estaba empobreciendo espiritualmente al hombre. Peter Pan, ese hombrecillo que no quería crecer y que odiaba el mundo de los adultos, no reflejaba sino el miedo a ser mayor, a tener que afrontar las responsabilidades y a vivir en un entorno represivo, que le imponía límites y que sofocaba la imaginación. Como el personaje de ficción, los rebeldes británicos de la época querían vivir en un País del nunca jamás, menos estresante y más humano.

Para Barrie era un hecho que el mundo de los adultos y el de los niños eran mundos paralelos, y que entre ellos la comunicación era imposible. Hacerse mayor era tanto como ingresar en un estado en el que, por oscuro, tenebroso y carente de alma, era imposible la felicidad. Aquí, el autor introdujo la figura del doble, la del otro en uno mismo, esto es el conflicto entre el yo domesticado y el yo rebelde. La condición de analfabeto de Peter Pan, su inmadurez, su irresponsabilidad y su holgazanería deben interpretarse como una condena a la educación formal y a los procesos de maduración hechos para la incorporación de los niños al sistema.

Un rechazo a la posibilidad de convertirse en adultos aburridos y convencionales, pero también quería ser un reconocimiento a la sabiduría infantil. Como bien dijo Barrie en una ocasión: “No soy lo suficiente joven para saberlo todo”. El cuento es en sí mismo un adelanto de esa otra protesta que llevará a cabo Pink Floyd con su tema “The Wall”. La actitud de Peter Pan puso de manifiesto algo que asumirá tanto el movimiento hippie como los modernos ecologistas: la roussoniana oposición naturaleza-civilización.

Tampoco debe extrañar que Barrie se haya inspirado en el dios Pan griego para forjar al personaje. Este era un ser mitológico que deambulaba libre por los bosques y que rehuía la civilización. La obra, en definitiva, expresaba el anhelo inevitable de ver la infancia como algo irrecuperable, una actitud que produce nostalgia y dolor.

Peter Pan ha sido analizado con lupa por los psiquiatras. De hecho, la figura de este niño estancado en el tiempo ha dado nombre a esa patología que hoy se conoce como síndrome de Peter Pan, un trastorno que afecta a ciertas personas que se niegan a superar la infancia y a adquirir responsabilidades. El síndrome, asimismo, se proyecta actualmente en ese obsesivo deseo de permanecer joven a fuerza de combatir las evidencias de una vejez ineludible.

Cada vez más la moderna sociedad se esfuerza por borrar la línea que separa lo juvenil de lo adulto. Como nunca antes nuestra sociedad ha temido tanto la caducidad de la vida, algo que hace evitarla a toda costa. El cuento envuelve esa tragedia que subyace detrás de la muerte y del afán del hombre por alcanzar la inmortalidad. Peter Pan es, en este sentido, un personaje trágico.

Arthur y Sylvia Llewelyn Davies con cuatro de sus hijos en 1901.

Las crueldades de Peter Pan

Un rasgo a destacar del texto original son sus manifestaciones de crueldad. El carácter oscuro y profundamente siniestro de Peter Pan aparece desde ya en la prohibición de crecer que tenían los niños perdidos de la isla del Nunca Jamás. Esto iba contra las reglas de la isla. A medida que se iban haciendo mayores, Peter se deshacía de ellos.

Su sadismo también queda patentizado cuando se propuso secuestrarlos embelesándolos con su flauta, una escena que recuerda a Hamelín, otro personaje patológicamente perverso. Rasgos parecidos afloran en las escenas en las que Peter Pan disfrutaba matando piratas y haciendo que estos a su vez liquidasen a los niños que, por haber entrado en la adolescencia, se habían convertido en indeseables.

El odio a los adultos y el espíritu de venganza que rezuman en el cuento llegó a extremos ciertamente enfermizos, al punto de que en el País del nunca jamás, cada vez que Peter respiraba, un adulto dejaba de existir. Al respecto también dice mucho el que su grito de guerra, en una de las escenas en las que deja morir a los niños en el bosque, sea “Morir será una aventura formidable”. En una interpretación benévola, la muerte de los niños debe interpretarse como una estrategia hecha para mantenerlos congelados en el tiempo y así evitarles el suplicio que suponía la madurez.

Por lo visto y como lo confirman los borradores de la obra, Barrie estuvo tentado a acentuar el carácter siniestro y cruel del personaje. La evidencia de toda esta colección de sadismos es la que provocó que uno de los chicos Llewelyn definiera a la obra como “una terrible obra maestra”. Todo hay que decirlo, el perfil truculento de Peter Pan no fue una novedad en el género.

Las versiones originales de Caperucita roja o de La Cenicienta también muestran un trasfondo oscuro, malévolo y hasta morboso. Toda esta colección de perversiones es la que obligó a la productora de Disney a edulcorar el cuento para no espantar a un público infantil moderno, poco habituado a la escena violenta.

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