Perdida en el mar de las apps

Ilustración: Adn Montalvo Estrada.

No tengo cuenta de Twitter, tampoco Instagram, y no tengo la más pálida idea de cómo funciona TikTok. Tengo una cuenta de Facebook en la que doy likes y comparto alguna cosa que me interesa, pero en la que, por lo general, guardo silencio pues detesto las discusiones por esa vía, tan binarias, tan sinsentido. He pensado en cerrarla, pero temo perder esa conexión con el mundo y sentirme totalmente aislada. Tengo un perfil en LinkedIn que nunca reviso y que no está actualizado. Nunca he guardado certificados y logros, y se me escapan de la hoja de vida, así que mi perfil profesional en esa red social está vacío. No tengo idea si me citan o no, aunque de vez en cuando me llegan reportes de Academy donde me solicitan pagar algo al año para estar al tanto de las citas a textos míos. La verdad, estoy totalmente descontinuada en apps y, con las justas, tengo un teléfono con WhatsApp y una cuenta en Netflix, aunque escucho que ahora hay no sé cuántas alternativas para ver televisión.

No tengo idea de qué hacen los influencers y cómo es que se ganan la vida. De todas formas, sin tantas apps, estoy segura de que nos tienen vigilados como en el gran hermano. De vez en cuando el teléfono me avisa si he comido en un restaurante o si he ido al parque y no sé a qué le he dado clic aceptando que el teléfono haga un mapa de todas mis rutinas. No pocas veces me he sorprendido con algún anuncio publicitario en medios digitales que responden justamente a algún tema que he comentado por teléfono: se dañó el mouse de la computadora, por ejemplo, y me aparecen decenas de artículos sobre mouse modernos, inalámbricos y ergonómicos… y si he dado clic a un vestido, me aparecerán cientos de ofertas de vestidos que no voy a comprar nunca.

Mi generación, la X, es testigo del paso de lo analógico a lo digital. No entiendo nada del poliamor ni de citas por Tinder y me alegro mucho del hecho de no haber tenido que hacer noticia, en mis tareas como periodista, de los trinos de los políticos. Todavía no entiendo cómo anuncian grandes decisiones o se arman las grandes polémicas ideológicas, vía Twitter. Prefiero hacer periodismo caminando, haciendo preguntas y entrevistando a personas de carne y hueso, que pegada a la computadora fisgoneando declaraciones y respuestas de los seguidores de los políticos o de los artistas o sacando conclusiones de las reacciones de la gente en las redes.

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Esta temporada de teletrabajo me ha tocado participar de reuniones y cursos por Zoom y, les confieso, he terminado zoombada. Aún disfruto más de un café en compañía que de una videollamada. Pero ahí le damos, aprendiendo a sobrevivir como náufrago en este mar de apps.

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