El cine de Argentina ha sido pródigo en contar –desde diferentes perspectivas– las gravísimas violaciones a los derechos humanos cometidas por la dictadura militar que gobernó ese país desde 1976.
Por las pantallas del mundo pasaron: Kamchatka (2002) de Marcelo Piñeyro, Garage Olimpo (1999) de Marco Bechis, La noche de los lápices (1986) de Héctor Olivera y, sobre todo, La historia oficial (1985) de Luis Puenzo, primera ganadora argentina del Oscar a la mejor película extranjera.
A ellas se suma este filme protagonizado por el célebre Ricardo Darín en el papel de Julio Strassera, el principal fiscal acusador en el juicio contra los miembros de la junta militar. Juicio que parecía imposible y que se inició tan pronto como el gobierno democrático de Raúl Alfonsín se posesionó, al término de la dictadura.

La discusión nacional, en esos momentos, consistía en si un tribunal civil –apoyado por el Gobierno– tenía la competencia de juzgar a los exfuncionarios militares. La gran mayoría de la población apoyaba el juicio, pero la casta militar, naturalmente, se negó a aceptar la competencia del poder civil.
Finalmente, las audiencias de 1985 lograron presentar los más impactantes testimonios de centenas de testigos, casi todos sobrevivientes de las torturas y encarcelamientos de la dictadura. Cinco militares –entre ellos los exjefes de Estado Jorge Videla y Emilio Massera– fueron condenados a prisión luego del juicio.
Los jóvenes y creativos abogados
Argentina, 1985 sigue los pasos de Strassera y de su asistente, el fiscal adjunto Luis Moreno Ocampo. La Cámara de Justicia los asigna para enjuiciar a los militares, y los fiscales encuentran toda clase de escollos. No solo hay poco tiempo para preparar el caso, sino que ningún abogado “de carrera” acepta integrar el equipo que requiere Strassera para llevar adelante el proceso, por temor a represalias. Acude entonces a varios jóvenes y creativos abogados para preparar el caso.
La película se vuelve, al mismo tiempo, un thriller –donde suceden amenazas, peligros y escapes– y un filme de juzgado –que transcurre entre declaraciones de testigos y alegatos. Todo es templado por la actuación maestra –cuándo no– de Ricardo Darín, que interpreta su papel con economía y otorgando a su personaje dotes humanas y no heroicas.
Película sobre los seres humanos
Quizás ese es, justamente, el resonante éxito de 1985: siendo una película profundamente política, que recrea un hito fundamental de la transición democrática de Argentina, nunca deja de ser una pieza que habla sobre las emociones y la humanidad de sus personajes. Miedo, incertidumbre, valentía, determinación: todo ello está presente en este filme, que confirma la potencia de Argentina como país cinematográfico y refuerza esa nutrida colección de películas testimoniales sobre la dictadura y sus crímenes.