Hace 115 años una neumonía puso fin a la vida del pintor francés que con su pincel inmortalizó paisajes, naturalezas muertas, retratos y bañistas.
Cézanne, figura capital del arte pictórico de la segunda mitad del siglo XIX, murió el 22 de octubre de 1906 en Aix-en-Provence, la misma ciudad donde nació el 19 de enero de 1839.
Creador de novecientos lienzos y cuatrocientas acuarelas, sus grandes aportes en la construcción de formas a partir del color y su enfoque analítico de la naturaleza influyeron notablemente en los artistas cubistas, fauvistas y vanguardias que le sucedieron. Es frecuente citar que, por ejemplo, Picasso consideró a Cézanne “el padre de todos nosotros”.
Cézanne fue un experimentador nato que pasó de colores oscuros y lienzos saturados de pintura a una faceta influenciada por el impresionismo, pintando al aire libre con una paleta que se iluminó y adquirió un trazo más fino y preciso, para luego ir más allá con paisajes atemporales y tendencia a la abstracción que acentuó en el tratamiento geométrico del sujeto.
Alternó el género paisajístico con el de naturaleza muerta y dejó un notable legado de retratos, casi doscientos en toda su carrera, entre los que sobresalen autorretratos y los de su esposa, Hortensia Fiquet, que revelan “la faceta más personal y humana” en la obra del artista francés, destaca el Museo de Orsay.
Por sobre todas las cosas amó la campiña, específicamente el paisaje de la Provenza, y decía que “cuando el color tiene su mayor riqueza, la forma alcanza mayor plenitud”.
Muy cercanos al pintor fueron los pintores Guillaumin, Pissarro, Monet, Manet y Renoir, pero el escritor Émile Zola ocupó un lugar central. Se conocieron de niños y fueron cómplices de charlas sobre el arte y la literatura durante una larga amistad de cuatro décadas.
Especulaciones sobre una ruptura de esa relación (por un supuesto malestar de Cézanne al reconocerse en Claude Lantier, el personaje amargado de La obra, publicada por Zola en 1886) han sido refutadas por investigaciones, pero se admite que se distanciaron, sin estar claros los motivos. Al conocer sobre la muerte de Zola en septiembre de 1902, Cézanne se encerró en su estudio a llorar la pérdida de su gran amigo.
“De la incomprensión a la gloria” es la frase que resume la vida del gran precursor del arte moderno. Pese a que sus trazos lo encumbraron a la posteridad y sus cuadros cuelgan en los museos más famosos del mundo, fue rechazado durante la mayor parte de su carrera. No fue aceptado en la escuela de Bellas Artes y la mayor frustración recayó en infructuosos intentos por ser reconocido en el Salón de París.
La vitrina oficial del arte parisino solo lo admitió en una ocasión, cuando en 1882 colgó un cuadro de Cézanne que “fue mal ubicado y pasó desapercibido”, precisa la Sociedad Paul Cézanne con sede en Aix-en-Provence.
Cézanne formó parte de la primera exposición impresionista en el estudio de Nadar, en 1874, y volvió a hacerlo en la tercera exhibición, en 1877. Ante las críticas del público y la prensa, se abstuvo de volver a exponer con el grupo vanguardista.
A finales de 1895 se presentó en París la primera retrospectiva de su trabajo, con la cual ganó reputación entre jóvenes artistas y abrió las puertas a que su arte fuera apreciado en varias galerías europeas.
Exposición Cézanne, el maestro de la Provenza
Esta muestra digital en las Carrières de Lumières, en la Provenza francesa, presenta hasta el 2 de enero de 2022 obras maestras de Cézanne como “Los jugadores de cartas” y “Las grandes bañistas”. Se trata de una experiencia inmersiva, con la dirección artística de Gianfranco Iannuzzi, que revela los múltiples géneros pictóricos que dominó el artista provenzal.