Bienvenido al Paticano, un lugar donde el culto al humor está en el corazón de lo absurdo. Pase y diviértase.

Es viernes por la noche y me dirijo a un espectáculo en el Teatro del Barrio, un lugar que suelo visitar con mucha frecuencia. Camino por las estrechas calles de Lavapiés, el sitio más ecléctico de Madrid, y aunque tengo algo de prisa, me gusta cambiar de ruta constantemente, porque siempre encuentro algo que me llama la atención.
Una vez, bajando por la calle Ribera de Curtidores, encontré una guardería de plantas, donde puedes dejarlas para que las cuiden, mientras te vas de vacaciones. En otra ocasión, en el mercado de San Fernando, descubrí una antigua carnicería reconvertida en librería donde puedes comprar libros usados a diez euros el kilo y te los pesan en las mismas balanzas donde antes pesaban la carne.
Ahora, mientras camino por la calle Travesía de la Primavera, descubro unas puertas rojas abiertas de par en par y con gente agolpada en su interior. Levanto la vista. En un letrero muy barroco y dominado por la imagen de un pato leo:

PATICANO Ubi dibium ibi libertas (Donde hay duda hay libertad)
Me acerco a una joven que parece ser la que organiza todo.
—¿Qué ocurre aquí? —le digo, mientras intento echar un vistazo rápido al interior.
—Es la iglesia patólica del artista Leo Bassi —responde, amablemente.
—¿Puedo entrar?
—No, lo siento, ya está lleno. Pero, si la quieres conocer, los fines de semana ofrecemos una misa al mediodía. Eso sí, debes reservar tu entrada con anticipación.
Aquí tienes toda la información, dice, mientras señala un pequeño afiche. Sin tiempo para más, tomo una fotografía al afiche y salgo a toda prisa al teatro.
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Santo Sacramento de lo absurdo
Soy agnóstico desde hace más de treinta años y nunca he sentido interés por asistir a una misa, hasta este encuentro. Por lo que, apenas salgo del teatro, reservo mi entrada para el domingo y dos días después acudo puntual a la cita.
Soy de los primeros en llegar. Cinco minutos de espera y estoy adentro.
La capilla es pequeña y está sobrecargada de imágenes de un dios tan tierno como absurdo: el pato amarillo de goma de la iglesia patólica.
Busco la mejor ubicación para no perderme ningún detalle de la celebración de esta fe. Al cabo de unos instantes entra Idoloca, así se hace llamar la sacerdotisa clown que oficiará la misa. Tras una breve bienvenida, empieza la homilía.

“Este domingo hablaremos de la prohibición de la risa y la reivindicación de las mujeres payaso en el mundo”, dice muy seria mientras simula leer un libro parecido a una biblia. Los siguientes quince minutos son risas, carcajadas, frases absurdas, reflexiones filosóficas sobre el humor y datos históricos sobre la prohibición de reír, en tiempos antiguos.
Para la bendición de despedida, Idoloca saca una escobilla de váter y salpica de agua a todos los feligreses recién convertidos a esta religión humorística. Pero eso no es todo, en esta ocasión, una pareja de franceses ha traído su propio pato de hule para que sea bautizado. La sacerdotisa lo toma entre sus manos, lo nombra Phillipe y lo rocía con agua. El rito termina con el aplauso de los presentes y la invitación a hurgar en todos los rincones de la capilla.
Yo aprovecho el momento para conversar un rato con la sacerdotisa que, sin salir de su personaje de clown y en tono solemne, me cuenta un poco más del origen de esta absurda y divertida religión.
Leo Bassi, el papa del Paticano
Leo Bassi, su fundador, es un famoso clown italiano proveniente de una extensa estirpe de payasos. La primera misa la celebró el 28 de diciembre de 2012 justo en el día de los Santos Inocentes, y lo hizo para reírse de las contradicciones del mundo actual y reflexionar sobre la relación entre la religión y la comedia. Luego la idea fue evolucionando hasta ser lo que hoy es: una parada obligada para turistas que visitan el barrio.
La pequeña y acogedora capilla de la iglesia patólica está decorada al más puro estilo de una Iglesia católica tradicional, pero cargada de imágenes de patos de hule y cuadros de grandes personajes de la historia que han aportado al desarrollo de las ciencias, la cultura y el humor. Tiene sus propios diez mandamientos que son recordatorio de que la risa es una poderosa herramienta para cuestionar las estructuras sociales establecidas y recordarnos que el humor puede y debe ser una forma de resistencia social.
Reflexiones con el pato
Ya en casa, y con más calma, pienso en algo que dijo la sacerdotisa en su sermón. La primera vez que se planteó seriamente la prohibición de reír fue con la Regula Magistri de san Benito, en el siglo VI, la cual señalaba que la risa era “la peor contaminación de la boca”. Reírse constituía un pecado y quienes lo hacían en público debían ser castigados. La Iglesia y las autoridades religiosas temían que la risa descontrolada pudiera alejar a las personas de la seriedad y de la devoción religiosa.

No deja de ser curioso y reaccionario que hoy, siglos después, se haya creado un templo para celebrar la libertad de reír a placer. Desafiando así una absurda historia de prohibiciones y límites al humor que aún subsiste en nuestros días.
Quizás el mayor legado social y humorístico del gran Leo Bassi sea este, la fundación de una iglesia cuyo único fin es que podamos reír sin miedo. Usted, ¿a qué pato le reza?