Paseo breve por el K-pop

Se le dice K-pop a todo lo que se considera cultura popular surcoreana. Por algo se le dice cultura y no simplemente entretenimiento. Hay una diferencia. El impacto cultural que genera “el pop coreano” está desde hace rato recogiendo sus propios frutos.

Cosas de fanáticos

Conocer al grupo musical Astro fue para María José Aristizábal, de veintitrés años, una especie de revelación. Ya tenía un tiempo vinculada a la escena del pop surcoreano, el K-pop, gracias a una amiga de la universidad. Incluso había bailado un tema de Super Junior, otro grupo, en unas olimpiadas de su colegio. Pero cuando oyó Astro sintió que había encontrado un tesoro.

Llegó a ellos porque formaba parte de un grupo de dance cover, es decir, aquellos que rinden tributo a sus ídolos de K-pop, emulando sus coreografías y suelen organizar competencias y eventos. “De ellos me atrapó su buena energía y originalidad. No siguen las modas que van imponiendo los grandes grupos. Ellos emanan otra vibra. Sentí que yo los había descubierto. Me dije: este es ‘mi’ grupo”.

A diferencia de EXO y BTS, dos grupos que son empresas en sí mismos, Astro no cuenta con una campaña mediática financiada por una megacompañía que trabaja 24/7 para meterles por los ojos a sus fans. En 2018, por ejemplo, estuvieron a punto de desaparecer por problemas financieros que atravesó su casa disquera.

A María José le intrigaba saber por qué, a pesar de su talento, Astro no era tan reconocido. Investigó y encontró varias páginas, todas inactivas. Los ojos estaban puestos en BTS, Twice, Blackpink, Seventeen y el resto de agrupaciones con los mejores números en ventas y seguidores; las que tienen el espaldarazo de grandes firmas de la industria, como JYP, SM o Big Hit Entertainment.

“En 2020, en Twitter, donde se concentra el flujo de noticias sobre el pop coreano, conocí a una chica que también le gustaba Astro. Empezamos a hablar, nos hicimos amigas y se nos ocurrió la idea de crear una página en Guayaquil con información sobre Astro. Fue el 10 de octubre 2020. Empezamos sin saber a dónde nos llevaría, pero mi objetivo era conocer más arohas (Astro Hearts All Fans). Por eso lo bauticé como Unión Aroha Ecuador, porque quería ver a cuántas personas podía unir. Y para dar a conocer el talento de Astro”.

Grupo K-pop Astro
Astro es una boy band de Corea del Sur formada en 2015. Su nombre viene del significado de astro = estrella.

“Tener un fan club implica tiempo. Para funcionar se debe contar con un equipo. Es imposible que una sola persona lo mantenga a flote”. Visto desde afuera, podría parecer extraño que alguien dedique tiempo a una actividad como esta. Sin embargo, María José y sus amigas sienten que esa atención es correspondida por el mimo con que los integrantes de Astro tratan a sus fans: revisan personalmente los comentarios de sus seguidores, viven pendientes de sus deseos, y las complacen.

“Nosotros vemos la dedicación por parte de la banda para crear contenido, de forma que nos sintamos más cerca de ellos. No solo son cantantes, sino que también han explotado sus otras habilidades en la actuación, en la producción musical, en la composición. Y ese esfuerzo es recíproco. Nosotros los respaldamos cuando lanzan sus álbumes, votando por ellos en las premiaciones, dando nuestro apoyo digital, comprando mercancía. Nosotros no sentimos que estamos siguiendo a unos divos que hacen música solo para ganar dinero. Es como una familia”.

Mi corazón en Corea

La influencer Yidda Cabrera, de veintitrés años, también promueve en sus redes sociales el gusto por el K-pop. Empezó consumiendo anime, de manera que el algoritmo de YouTube empezó a recomendarle series japonesas y de Corea del Sur. “Me enganché durísimo con los K-dramas. Uno de los actores de [la serie de comedia] Eres hermosa tenía una banda popera llamada Cnblue. Y de esa manera me metí de cabeza en este mundo […] Por eso me metí a estudiar coreano. Y empiezas a buscar restaurantes coreanos en tu ciudad para comer lo mismo que les gusta a tus artistas favoritos. Y obviamente el objetivo de todo fan acérrimo es visitar algún día Corea del Sur”.

El Gobierno surcoreano se ha dado cuenta del potencial que tiene el K-pop para impulsar el consumo de varios aspectos del estilo de vida de su país, como las novelas (K-dramas), la moda (K-style) y los productos de belleza (K-beauty). Sus embajadas promueven y financian diversos eventos como el Hallyu Fest, en Guayaquil, que difunde las artes escénicas y musicales propias de Corea; y en Quito está el K-Pop World Festival, competencia de canto y baile de pop coreano.

fan k-pop
“Me enganché durísimo con los Kdramas. Me metí de cabeza en este mundo […] Por eso me metí a estudiar coreano”. Yidda Cabrera
Fotografía: Joshua Degel.

No por nada, según la edición argentina de la revista Forbes, las autoridades surcoreanas estiman en 10 000 millones de dólares el aporte de esta industria a su economía. Y la tendencia es que esas cifras se incrementan.

Yidda explica así este nivel de fijación: “Los artistas de otros países no crean una comunidad tan fuerte como los de K-pop. Ellos generan contenido constantemente. BTS lanza un show todos los martes, publica videos detrás de escena, tuitea haciendo sesiones en vivo, cuando saca un álbum publica mil entrevistas. Y aunque hay breves períodos de descanso entre giras y discos, continúan sacando contenido sobre su vida. Tú sientes que los conoces en su intimidad. Te enganchas no solo con su música, sino con su forma de ser”.

Del otro lado del espejo, las rutinas que debe mantener un idol (ídolo del K-pop) son terribles. Las chicas, por ejemplo, solo pueden ser delgadas y deben conservar un tono de piel pálido, casi transparente. Y si los ídolos pertenecen a una empresa puntual, como las gigantes GYP, SM o Big Hit Entertainment, ya no son dueños de su imagen: cualquier aspiración creativa, aunque pase únicamente por la curiosidad estética, será eliminada. Algunos gastan años entrenándose en estas fábricas de entretenimiento para nunca triunfar, otros ni siquiera llegan a debutar.

A eso se suman los casos de hostigamiento, no solamente virtual. El K-pop incluye mitos sobre héroes que no pudieron soportar el peso de sus propios hombros y se quitaron la vida; así como un expediente de denuncias por acoso sexual (Nancy del grupo Momoland, Lisa de Blackpink).

La cultura oriental como gran escaparate

A pesar de que se trate de dos culturas diferentes, en Latinoamérica se ha desarrollado una tendencia natural a que las personas que gustan de las producciones japonesas, ya sean series, mangas o animes, se interesen también por el pop coreano.

Lo confirma Luis Coppiano, organizador del Festival Budokan en Guayaquil, que nació como una convención de anime y cómic pero ha incluido al K-pop en muchas de sus actividades. “La gente que oye pop coreano ha pedido que en el Budokan tengamos pabellones dedicados al género. En nuestro país lo que se ha hecho popular es la cultura asiática. Y esa influencia llega de algunas ramas, básicamente de Japón y Corea, de forma que las manifestaciones de ambos países crecen juntas. En Budokan hay pabellones para cada gusto específico, pero en un solo lugar perfectamente pueden convivir diversas tendencias; si bien en un principio hubo cierta reticencia a integrarse, porque cada grupo era receloso con lo suyo”, dice Coppiano.

fan k-pop
“De ellos me atrapó su buena energía y originalidad. No siguen las modas que van imponiendo los grandes grupos. Ellos emanan otra vibra. Sentí que yo los había descubierto. Me dije: este es ‘mi’ grupo”.
María José Aristizábal
Fotografía: Joshua Degel.

El fenómeno es curioso. En el Ecuador, la música surcoreana se ha difundido de mayor manera que la japonesa, aunque haya llegado mucho después. Los temas japoneses vinieron atados a series animadas, y crecieron entre fanáticos criados en la era de la televisión. La música surcoreana se cuenta desde internet en adelante, su impacto cultural parece más profundo, y el gancho es el baile: una buena coreografía no es lo mismo que una buena canción; en este caso, lo primero es más importante que lo segundo.

El K-pop, haciendo honor a su nombre y a su condición de música popular, mezcla un poco de todo: balada, new wave ochentero, soft rock e inclusive elementos de hiphop y música urbana. Es un género inclusivo y se apoya en otros productos: películas como Parásito y series como El juego del calamar acaban siendo embajadoras culturales. La “lingua franca” actual bien podría ser la que ya se habla en Corea del Sur.

Aunque las cifras no son oficiales, Luis Coppiano se permite decir lo siguiente sobre los eventos que organiza: “A un evento que sea exclusivamente de pop coreano pueden llegar a asistir unas 5000 personas”, lo que constituye el núcleo duro de la escena. Aparte se cuenta a las personas que, aunque consumen el género, no llegan a dedicarle el tiempo que merece una convención.

El siguiente paso, que podría darse en cuestión de años o décadas, sería traer un grupo de pop surcoreano al Ecuador, pero al parecer la inversión aún constituye un riesgo inmenso. Mientras tanto, se dan pasos cortos. El año pasado, en Guayaquil, el Budokan Fest tuvo entre sus invitados a una joven conocida como Chingu Amiga, una tiktoker que reside en Ciudad de México y comparte videos en los que compara la cultura de su país con la vida en Latinoamérica. La presentación, señala quien la organizó, sirvió para mantener unida a la comunidad, “Que cada quien tenga su espacio y reciba lo que le gusta. Eso permite que todos se sientan involucrados”.

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