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Diners 467 – Abril 2021.
Por Laura Fornell Fotografías: Óscar Espinosa
Cada vez son más las personas que practican un estilo de vida eco-friendly o ecoamigable con el medioambiente, tomando conciencia del entorno y adoptando hábitos para generar el menor impacto posible, tanto en la generación de residuos como en la forma de consumir. Y cada vez son más las empresas que se suman a este movimiento, poniendo en el mercado productos ecológicos, con los que se persigue generar el mínimo daño ambiental durante su elaboración y en los que se usan ingredientes de origen natural o materiales reciclados.
Así fue cómo, hace veintitrés años en Sri Lanka, una pequeña isla en el océano Índico, Thusitha Ranasinghe, que había nacido en el seno de una familia de impresores que durante tres generaciones estuvo comercializando con papel de distintas partes del mundo, tuvo la brillante idea de producir papel utilizando como materia prima los excrementos de elefante, que contienen gran cantidad de fibras. Una idea revolucionaria con la que, aparte de crear un producto ecológico, consiguió también tender un puente en el conflicto que hay en el país entre agricultores y elefantes por la tierra, dando empleo a los habitantes de las zonas rurales e intentando cambiar la percepción que tienen de los elefantes como una amenaza.
Con la mezcla de papel reciclado y excrementos se consigue un papel más fino, ideal para las libretas y los cuadernos. En la imagen se ve cómo se distribuye la pasta mezclada en varios recipientes desde los que se va vertiendo la mezcla en mallas enmarcadas.
Aunque en un primer momento todos sus allegados vieron la idea como algo totalmente descabellado, en 1997 nació Maximus Ltd., con siete trabajadores y una pequeña fábrica en Kegalle. Hoy la empresa da trabajo a más de 120 personas, con dos fábricas más pequeñas en Kandalama y Rangirigama, además de muchas tiendas repartidas por todo el país. Y aunque la sede se ha trasladado a la capital de Sri Lanka, Colombo, su fábrica principal sigue estando en Kegalle, con más de setenta trabajadores.
Es en un pequeño despacho, con paredes de cristal, una mesa llena de muestras de papel con diferentes texturas y alguna que otra bolsa de papel reciclado, en la fábrica de Kegalle, donde su gerente Wibatha Wijerathne explica con detalle el proceso de elaboración artesanal del papel ecológico. “No utilizamos químicos”, es una de las primeras cosas que resalta. “Solo usamos productos naturales y colorantes naturales para teñir el papel”. Wibatha, que empezó a trabajar en Maximus Ltd. en 2004 cuando había unos treinta empleados, apunta orgulloso: “Tushita fue el pionero en utilizar los excrementos de los paquidermos para hacer papel reciclado, y por ello tenemos la correspondiente patente registrada que lo demuestra”.
“La mayor parte de la producción que tenemos actualmente es papel hecho con una mezcla al 50 % de excrementos de elefante y de papel reciclado. Solo un tercio de nuestra producción actual es de papel hecho al 100 % con excrementos de elefante, ya que el papel resultante es muy basto y áspero al contener muchas más fibras y solo se puede utilizar para hacer diseños de cajas o marcos de fotos, puesto que por su textura es difícil escribir en él”, nos aclara Wibatha. “Con la amalgama de papel reciclado y excrementos, en cambio, se consigue un papel más fino, ideal para las libretas y los cuadernos, que es el producto final más solicitado”, añade mientras pasa sus dedos por una hoja de papel del muestrario que tiene encima de la mesa.
Dos mujeres colocan una tela entre hoja y hoja para que no se peguen entre ellas. Luego, se van apilando para posteriormente prensarlas.
Todo el proceso empieza con el elefante y su mal sistema digestivo. Es un animal herbívoro con una dieta altamente fibrosa, pero su sistema digestivo es algo ineficiente, lo que hace que no digiera ni descomponga completamente todas las fibras que come. Esto da como resultado una cantidad significativa de fibras que permanecen intactas cuando defecan, lo cual la convierte en la materia prima perfecta para la producción de papel.
“Una vez están secas se alisan y con eso termina el proceso de elaboración del papel”, comenta A. Malini, de 50 años, una de las tres personas que trabaja en la empresa desde que arrancó el proyecto. Hoy es la responsable del producto final.
Los excrementos de elefante de los que se nutre la fábrica provienen de la Millennium Elephant Foundation, una organización no gubernamental que se dedica a mejorar el bienestar de los elefantes domésticos y que está puerta con puerta con la fábrica de Tushita. Los voluntarios de la fundación cada día llevan cuatro carretillas llenas de excrementos a sus vecinos, y a partir de ahí arranca la elaboración del papel reciclado. “Maximus no paga por la materia prima, pero a cambio damos una contribución a la fundación para apoyar en el mantenimiento de los elefantes”, nos explica Wibatha mientras sale de su despacho camino de la fábrica.
Después de secar los excrementos al sol, hervirlos durante unas horas hasta alcanzar una temperatura de 130 °C, con lo que se consigue matar todas las bacterias y suavizar las fibras, haciéndolas más flexibles, se obtiene una pulpa con una textura parecida a la avena. Seguidamente, se mezcla la pulpa obtenida junto con el papel reciclado y, si es el caso, se añade el colorante natural.
“Con los elefantes que tiene Millennium Elephant Foundation tenemos más que suficiente para la producción actual”, explica Senerath Bandara. Senerath tiene 45 años y lleva trabajando en la empresa desde sus inicios, hace ya veintitrés años. “Después de haber pasado por todos los puestos en la sección de fabricación del papel, ahora soy el supervisor de la sección, responsable de todos los pasos para la elaboración del papel, desde el secado al sol de la materia prima hasta el momento en que se deja el papel secar a la sombra”, comenta orgulloso mientras observa cómo se mezcla la pasta de papel.
Una vez que se tiene la masa mezclada ya se puede pasar a hacer las hojas de papel, siguiendo un método artesanal que no ha cambiado mucho desde su invención en China en el año 105 d. C. Se vierte la mezcla en un fregadero grande lleno de agua donde hay un marco con una rejilla sumergida y se extiende la masa de manera uniforme en toda la superficie de la pantalla enmarcada. Se levanta la pantalla del recipiente con una fina capa de la mezcla, se coloca una tela para que no se peguen las hojas entre sí y se van apilando hasta que las pasan por una prensa para escurrir el agua; para llevarlas después a secar a la sombra.
“Una vez que las hojas están secas se alisan y con eso termina el proceso de elaboración del papel”, comenta A. Malini, de cincuenta años, quien también lleva trabajando en Maximus Ltd. desde que empezó el proyecto. “Cuando empecé a trabajar en Maximus estaba en la sección de elaborar papel y después de veintitrés años he pasado por todas las otras secciones”, dice entre risas mientras supervisa el planchado de unas hojas de papel. “Hoy soy la responsable del producto final, y superviso todas las etapas del papel desde su alisado, el corte y el acabado final de cada producto según las peticiones del cliente”.
“Nuestro principal cliente es Estados Unidos a donde enviamos tres contenedores con unos treinta mil productos cada tres meses. Japón lo fue, pero ya no compra tanto. De Europa cada vez hay más pedidos”. Sanjara Kumara es el último de los tres empleados que están en la empresa desde sus inicios. Actualmente, es el supervisor de la sección de embalaje.
Al final de la cadena empieza un minucioso proceso de manufacturación del papel. Más de treinta personas trabajan en cadena en esta fase, en la que todo se hace a mano, unos cortan, otros hacen pequeños detalles con moldes, otros pegan, otros juntan las piezas, otros pintan. “Cada producto final, ya sea tarjetas de felicitación, cuadernos, blocs de notas, cajas, libretas, libros, papelería corporativa, tarjetas de visita, menús de restaurantes o marcos de fotos de papel, es único ya que está hecho a mano”, nos dice satisfecho Wibatha.
Sanjara Kumara está en el almacén, rodeado de cajas grandes de cartón, preparando un envío de marcos de fotos para un cliente en Hiroshima. “Nuestro principal cliente es Estados Unidos, a quien enviamos tres contenedores con unos treinta mil productos cada tres meses”, cuenta Sanjara. “Japón fue el primer cliente que tuvimos, pero ya no compra tanto”, se lamenta mientras sigue cerrando cajas. “En Europa cada vez están haciendo más pedidos, actualmente estamos enviando unos tres contenedores al año a Italia, pero parece que la demanda irá en aumento”. Sanjara tiene cuarenta años, es el supervisor de la sección de embalajes y es uno de los tres trabajadores que están desde el principio y han pasado por todas las áreas de fabricación artesanal del papel.
En la actualidad la empresa amplía el negocio y habilita una planta de reciclaje de tetrapak, siguiendo con su filosofía de negocio eco-friendly. “La idea es hacer bolsas de papel con el objetivo de extender su uso y retirar las bolsas de plástico”, dice Wibatha. Con el papel a base de excrementos de elefante que fabrican actualmente no pueden hacer las bolsas, ya que el papel se rompe con facilidad. “Seguimos apostando por la conservación de nuestro entorno y trabajaremos siempre en esa línea, aunque no recibamos ninguna ayuda”, dice Wibatha, “desgraciadamente todavía en estos tiempos el gobierno no está preocupado por el medioambiente”.