
“Mi hija no puede leer, dicen que sus compañeros sí pueden”, “mi hijo va a terapia de lenguaje y no avanza”, “mi hija no se concentra”, “su niño debe tomar clases aparte para igualarse”, “no soy un buen padre, todo es mi culpa por hacerle los deberes”, “mi hijo está cansado, sale de clases a terapias, luego hace deberes, le veo desmotivado y presionado”… son algunas de las frases que retumban en las mentes de los padres de los niños que tuvieron la difícil tarea de educarse en pandemia, detrás de pantallas y en un sistema educativo que no estaba adaptado a esa realidad.
Los efectos de la pandemia traspasan el ámbito educativo, los niños educados en este período tienen un retraso de año y medio en su aprendizaje general. En lo psicológico quedaron huellas de ansiedad, depresión, repercusiones en el relacionamiento social.
Para Martha A. las clases virtuales no fueron tarea fácil porque notaba que su hijo se aburría y distraía con facilidad, “me tocó estar muy cerca de él para que atienda, reforzar lo que le decía la profesora; creo que tiene vacíos; ahora que volvió a presencial, lo noto más animado”. El niño recibió terapias de lenguaje por sugerencia de la escuela.
Para María el proceso continúa, su hija de siete años está en un colegio bilingüe y le cuesta el aprendizaje del inglés, con las terapias mejoró su desempeño en español, pero en el segundo idioma no, al estar en proceso de lectoescritura puede entenderlo, sabe los colores, días de la semana y vocabulario, pero le cuesta escribir en inglés.
Para la neuropsicóloga infantil educativa, Marcela Lascano, la pandemia afectó mucho, por ejemplo, en niños pequeños de cero a dos años se detectaron problemas de lenguaje, aunque también en niños de hasta cinco años.
“Hay padres que les hacían los deberes y afectaron su autonomía e independencia, en muchos colegios se improvisó en las aulas virtuales, y de regreso a la presencialidad a inicios de este año se notó un retraso del aprendizaje muy significativo, desorganización en las escuelas, no había interés de los padres en fomentar el aprendizaje en casa”.
Sergio es padre de un niño de ocho años, acepta que por cuestiones de tiempo y trabajo en muchas ocasiones le hacía los deberes a su hijo de primero de básica; pintaba y dibujaba por él, le decía las respuestas en las clases virtuales y, un día, su hijo le increpó: “Papá, no me hiciste este deber”. “Ese día entendí que me había equivocado y que le estaba haciendo un daño”.
Lascano explica que otro de los efectos es la codependencia de los niños, hay casos en los que sin los padres al lado no hacen las tareas. Otros niños son los que tienen autoridad en las casas, no saben lo que es un castigo, no entienden lo que es una consecuencia. A esto se suman muchos casos de divorcios, y en los que ha sido complicado el manejo emocional, que es clave para el aprendizaje, “durante la pandemia hubo niños que quedaron sin familias, algunos se sienten culpables de que sus padres se hayan divorciado”.
Hubo un giro de 360 grados: cuando regresaron a clases mejoraron en la parte emocional, refiere la neuropsicóloga, se les notaba felices, necesitaban contacto social, en virtual solo veían a sus amigos por la pantalla, pudieron socializar y jugar. Sin embargo, hubo padres que no mandaron a sus hijos a las clases presenciales y esos miedos innecesarios creados por el exceso de información sobre la covid-19 hicieron que algunos tuvieran mucho tiempo más las clases virtuales y no se acoplaran al sistema educativo de forma integral.
Todo eso tuvo consecuencias, comenta Lascano, porque hay niños con exceso de movimiento en el cuerpo, no pueden estar quietos, niños que no salían a jugar, niños que no hablan, tienen tres, cuatro años, les daban las tabletas y con eso les limitaron el lenguaje. Sugiere a los padres que los hagan jugar e incentiven su imaginación, que inventen juegos, que pongan en ellos elementos con los que puedan desarrollar el lenguaje.
Nuevos parámetros para comprender a niños y adolescentes
La psicóloga infantojuvenil Antonella Damone asegura que entre los efectos psicológicos de la pandemia en niños se encuentran trastornos del sueño y de la alimentación (comen más o dejan de comer), se muerden las uñas (lo que revela ansiedad). En adolescentes hay depresión, problemas de concentración (déficit de atención), falta de motivación.
Las repercusiones a nivel social, según la profesional, son diversas; fueron dos años de virtualidad en los que las habilidades sociales se pusieron en pausa, se perdió la cercanía, el juego compartido con el entorno. En los primeros meses, tras la pantalla, hubo más agresividad, más frustración e intolerancia en las casas, porque no era fácil compartir tiempo de trabajo y de estudio, los niños gritaban, rompían o lanzaban cosas y tenían episodios de desfogue emocional.
Cuando volvieron a clases: “no tenían el escudo de la pantalla y tuvieron problemas para relacionarse, reaccionaban con agresividad, se arranchaban las cosas. Todo tiene que ver con la dificultad de acercamiento que generó la pandemia”, dice Damone.
Otras repercusiones fueron “el malestar significativo en niños pequeños, con miedo a salir o contagiar a la familia; que salieran de casa sus padres y no volvieran; miedo a quedarse solos”.
Damone cree que en los colegios deben adaptarse y modificarse los parámetros, porque no se puede esperar que esté al mismo nivel evolutivo, emocional, educativo un niño de cinco años de 2022 que un niño de cinco años de 2016.
“Es necesario reestructurar esos parámetros para comparar si un niño está por encima o por debajo de lo que debe estar a esa edad; eso no se está haciendo. Si aplican un test, deben entender que estamos atravesados por una pandemia y que hay que analizar con qué ojos veo una dificultad para clasificar si es normal, producto de la pandemia, o realmente un trastorno del aprendizaje o del lenguaje”.
Si bien cada caso es individual, Damone habla de una alta demanda en consulta porque las escuelas no pueden abastecerse o poner en un ritmo parejo a todos los niños; muchos estuvieron solos en la virtualidad porque sus papás trabajaban y otros sí tuvieron a sus padres pendientes, reforzando ciertas cosas y están más nivelados, no son grupos homogéneos.
Actualmente, tomar terapia está más normalizado que hace quince o veinte años, pero en ocasiones hay una sobreexigencia de terapia, porque cosa que no puede el niño ya piden terapia, y eso afecta a nivel familiar e individual. Hay padres que sienten que no pueden ayudarle, que le fallan.
“El niño siente que no creen en él, la autoestima familiar se afecta, llegan a la consulta con todo lo que les falta y lo que hacemos es construir una imagen fuerte de lo que sí puede hacer el niño; abordando lo que no ha alcanzado o se le dificulta”. En todos estos procesos se requiere el acompañamiento de los padres para avanzar de mejor manera, recomienda Damone.
Adolescentes en pandemia buscan identidades
En los adolescentes está muy arraigada la búsqueda del sentido de pertenencia y de quiénes son, qué les gusta. No solo se trata del cambio hormonal y físico, también se juegan muchas cartas de la personalidad, explica Damone. Se fortalecen las cosas que se marcaron en la infancia y determinan quiénes son; está el miedo al rechazo: detrás de una pantalla los adolescentes tienen una máscara, una imagen fácil de manejar, pero en el día a día “es más difícil decidir si me quedo con la máscara o no”.
Según la profesional, la adolescencia es una etapa para probar muchas cosas, y si bien el tema de la sexualidad no es algo nuevo, sí está más exacerbado; les retuvieron tanto tiempo que lo que quieren es salir, estar con gente, buscarse a sí mismos en otras personas, “cómo se visten, que música escuchan, el trago que están tomando; en el encierro tenían mucha ansiedad y muchas prohibiciones”.
Eso los llevó a ver muchas series explícitas, que quieren poner a prueba; la sexualización de la conducta se ve ya desde los doce, trece años, a diferencia que hace cinco o seis años atrás, pero no es algo de la pandemia, es que las plataformas enseñan más y se está normalizando, aunque hay muchos tabús alrededor de la sexualidad.
Las series que ven en Internet hacen que se identifiquen, quieren llamar la atención de cierta manera. En la serie Élite aparecen mucho el suicidio y la muerte: “justamente, entre septiembre y noviembre del año pasado, vinieron bastantes chicas adolescentes con autolesiones. El fondo de esto es no saber a dónde pertenecen o sentirse rechazadas, lo que les generó malestar y miedo, y su forma de descargar esas emociones era mediante cortes”.
Para Damone esto ya existía antes de la pandemia, pero se intensificó y coincidió con los primeros meses de readaptación al colegio. La psicóloga considera positivo que muchos adolescentes buscaran ayuda profesional al notar que no estaban bien emocionalmente.
Andrés Álvarez es psicólogo general, con una maestría en Psicología y Psicoterapia Analítica; a su consultorio también llegaron adolescentes con depresión, tristeza profunda, “para que no les duela se lastiman los brazos, las piernas, bajo el busto; tienen pensamientos e intenciones de acabar con su vida; se desvalorizan, no tienen esperanza en el futuro ni en el presente; los padres no saben qué hacer; lo mejor es trabajar en el conjunto familiar. Ver y entender de una forma diferente, e indagar los factores de riesgo presentes en el hogar, en el ámbito educativo; cómo están la autoestima, el autoconcepto”, dice Álvarez.
Cuenta que en los últimos dos años llegaron adolescentes que habían vivido duelos, que se quedaron sin padres, hermanos o familiares, que presentan cuadros de ansiedad y estrés postraumático; también con sensaciones de soledad y ataques de pánico. ¿Cómo se refleja esto?, en enuresis (micción involuntaria), cuando se muerden las uñas: a los varones se les nota lastimados y con sangrados; las chicas se tapan las heridas colocándose uñas postizas.
Se evidencia un desfogue de la sexualidad, que Álvarez considera que es el resultado combinado de algunas cosas: plataformas que presentan series de animé, muy sexualizadas, con cuyos personajes se sienten identificados. También conductas de riesgo, sin sentido de responsabilidad; los padres ya han dejado de formar y guiar. “No es que antes de la pandemia no pasaba, pero ahora hay una mayor búsqueda de nuevas sensaciones (fiestas, orgías, drogas)”.
Según Álvarez, antes de la pandemia ya había “caídas” con nombres (daiquiri, switch, etc.), en las que una especie de cañón disparaba preservativos, a ellas iban chicas y chicos de catorce, quince años para tener juegos sexuales con grabaciones y fotos, que atentarían contra su dignidad, sin caer en cuenta sobre sus consecuencias (embarazos no deseados, enfermedades de transmisión sexual).
Consecuencias de la pandemia en niños
- Déficit de atención
- Falta de concentración
- Hiperactividad
- Adicción a la pantalla
- Dificultades de relacionamiento social
- Dependencia de los padres para hacer tareas
- Niños con culpa por el divorcio de sus padres
Consecuencias de la pandemia en adolescentes
- Incapacidad de tomar decisiones y de solucionar problemas
- Ideas suicidas, suicidio
- Tendencia a autolesionarse
- Ansiedad
- Comportamientos sexuales de riesgo