En el documental “Sr.”, Robert Downey Jr. cuenta quién fue su padre, el director de cine underground Robert Downey Sr.
Por Juan Fernando Andrade | @pescadoandrade
No me pregunten cómo, pero una cosa llevó a la otra.
Vi “Sr.”, el documental que Robert Downey Jr. le dedica a su padre.
De hecho, a los tres últimos años de vida de su padre, que estaba enfermo de Parkinson.
Robert Downey Sr., el papá de Iron Man, fue un cineasta independiente de tomo y lomo.
Tuvo una carrera de más de cuarenta años en la que dirigió casi veinte películas.
Ninguna de ellas fue lo que podría llamarse un éxito comercial, al contrario, la mayoría de las veces, el director setentero tenía que conseguir otros trabajos para tener con qué pagar, él mismo, la producción de sus guiones.
Esto demuestra que las películas no eran especialmente caras. Se hacían con actores improvisados en escenas improvisadas, siguiendo como único plan las nuevas ideas de cada día.

Robert Downey Sr. salía de su casa con una idea en la cabeza y una cámara sobre el hombro, filmaba, rodaba, y dependiendo de lo que encontrara, pues muchas veces cambiaba de idea, seguía filmando y pensaba: al final sabré de qué se trata, debo seguir haciendo esta película para que ella misma me diga hacia dónde quiere ir, cómo quiere terminar, cómo termina.
Pasa con frecuencia: uno hace las cosas, se equivoca, aún así vuelve a hacerlas, y no es hasta después de haberlas hecho que comprende, igual de manera vagabunda, por qué las hizo y de qué se trató el trozo de vida que gastó haciéndolas.
Decía que las de Robert Downey Sr. eran películas de poco presupuesto, pero de grandes esperanzas. Cuando escuchamos las entrevistas que hace el hijo a su padre, y adivinamos o nos acercamos al argumento de cada cinta, es posible suponer que se trataba de películas absolutamente libres.
Hay artistas que te inspiran, de esos hay muchísimos y qué bueno que sea así. Entre más, mejor. Pero no todos los artistas te liberan.
Quiero decir que uno puede ver decenas, cientos de películas que lo hagan enamorarse del cine, pero serán bastante menos las que te convenzan de hacer cine y menos aún las que te exijan hacer cine a tu manera, apostando por eso que sólo tú puedes decir.
Recuerda: si no conseguimos colocar nuestras obsesiones fuera del cuerpo, seremos poseídos por ellas.
Recuerda: sólo hay una forma de ser, la tuya.
Robert Downey Jr., el hijo, actúo por primera vez en una película de su padre cuando tenía cinco años. Y tiene recuerdos anteriores: pasaron su cuna al cuarto que tenían adecuado como sala de montaje para poder monitorearlo mientras dormía; la casa en que vivían olía a marihuana y a licor a cualquier hora del día, o de la noche.
Robert Downey Jr., al igual que su padre, fue drogadicto y no siempre contamos con tenerlo de vuelta entre los vivos, pero lo hizo, se liberó, volvió, y claro, se convirtió en uno de los actores mejor pagados del mundo.
A su padre, esto nunca le pasó. Dejó las drogas, salvó la vida, pero nunca dispuso de millones de dólares para realizar su trabajo, sólo siguió trabajando.
La lección parece ser esa. Mira cine porque, si lo miras, es muy probable que te enamores del cine y quieras hacer cine. De lo que venga o pueda venir después poco se sabe, mejor así. Pero aún si te va mal, si el cine te queda grande o te queda chico, aún si tus películas no las ve nadie o casi nadie, si no te invitan a festivales alrededor del mundo y no te dan premios o reconocimientos de ninguna especie, aún así, será de lo mejor (a veces lo mejor) que podría pasarte. Será una vida increíble. Quién sabe, de pronto alguien más termina llevando tu vida al cine. Y quizás ese alguien más sea tu hijo.