Un aniversario luctuoso para recordar al irremplazable maestro, que con una fórmula ondulante y simple se rebeló contra la rigidez estructural de la arquitectura.
Más de un siglo de vida y más de siete décadas de trabajo son los cronómetros que marcaron la vida de Oscar Niemeyer, paradigma de la arquitectura moderna, a la que legó otras cifras extraordinarias de proyectos por todo el mundo.
El influyente arquitecto brasileño falleció en Río de Janeiro el 5 de diciembre de 2012, diez días antes de cumplir 105 años, debido a complicaciones respiratorias. En junio de ese año había fallecido su única hija a los 82 años, la diseñadora y galerista Ana María Niemeyer.
Ondulaciones, curvaturas y arcos marcaron el estilo de Niemeyer, un creador que rechazó la rigidez estructural y los límites de la arquitectura racionalista. Le atraían las curvas libres y sensuales: “La curva que encuentro en las montañas de mi país, en la sinuosidad de sus ríos, en las nubes del cielo y en las olas del mar”.
Nada menos que alrededor de seiscientos proyectos generó el incansable Niemeyer, quien trabajó con Le Corbusier en el diseño de la sede de las Naciones Unidas en Nueva York.
De afiliación comunista, Niemeyer creía que lo más importante era la solidaridad y denunciar las injusticias sociales. Durante la dictadura militar en Brasil (años sesenta y setenta), se exilió en Francia y regresó a su país natal en los ochenta.
Hasta el final de su vida estuvo activo y aun a edad centenaria acudía a su estudio en la playa de Copacabana. El prestigioso premio Pritzker es uno de los innumerables galardones que reconocieron su aporte a la arquitectura.
El gran hito de su carrera fue crear la cara ultramoderna de Brasilia al convertirse en los años sesenta en la nueva capital brasileña. Ese proyecto fue diseñado junto al urbanista Lucio Costa.

De esta experiencia dijo: “Mi preocupación era encontrar una solución estructural que caracterizara la arquitectura de la ciudad. Entonces hice lo mejor que pude en las estructuras, tratando de hacerlas diferentes, con columnas angostas, tan angostas que pareciera que los palacios apenas tocaban el suelo”.
Niemeyer realizó proyectos en el mundo entero: Chile, Uruguay, Venezuela, Argentina, Nicaragua, Cuba, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Rusia, Italia, España, Alemania, Portugal, Inglaterra, Argelia, Arabia Saudita, Libia, Senegal, Congo y Ghana, entre otros países.
Eso muestra el extraordinario alcance internacional del legado de un hombre que dotó al hormigón de sentido poético y disfrutó haciendo una arquitectura “de sueños y fantasías, de curvas y grandes espacios libres”.
Obras notables
El Congreso Nacional (Senado y Cámara de Diputados), el Palacio de Itamaraty (cancillería) y la Catedral Metropolitana en Brasilia, el Museo de Arte Contemporáneo de Niterói, el Memorial de América Latina en Sao Paulo, el Sambódromo del carnaval de Río, el Museo de Curitiba, la Ciudad Administrativa Presidente Tancredo Neves en Belo Horizonte, la Universidad de Constantina en Argelia, la sede del Partido Comunista francés en París y el Centro Cultural Internacional Oscar Niemeyer en Avilés (España) son apenas un puñado de las tantas edificaciones que llevan la autoría del arquitecto brasileño.