El oro de no tener nada: cien años de Trilce

trilce
Ilustración: Diego Corrales

Hay ciertos temas compartidos a lo largo de los 77 poemas que conforman Trilce: la vida en familia, la división entre los mundos de los adultos y de los niños, la pobreza, el sexo, la muerte. Hay también un interés persistente por el léxico científico, los números romanos que dan título a cada poema, los ruidos de las letras, la ortografía alternativa. Pero donde plantea una cosa (cohesión, unidad) César Vallejo busca establecer también su contrario. Quedar con el frente hacia la espalda.

A pesar de la merecida fama que tiene como un libro indescifrable, rebuscado o incluso absurdo (Absurdo, solo tú eres puro), otra de las paradojas de Trilce es su incorporación natural del modismo y el dialecto andino-americano más común y accesible. Así se explican ciertas frases cálidas que aparecen dentro del torrente de golpes: vamos viendo, mejor estemos aquí nomás, todo sin novedad, de veras, nada a medias, como debe ser, tas con tas… Los dos recursos también se unen: qué la bamos a hhazer, así, con esa ortografía aberrante.

Si esto fuera Estados Unidos ya habría biopic y serie en Netflix que recreen a Vallejo desde Santiago de Chuco hasta París. Pero claro, esto no es ese país y uno de los temas clave para aproximarse a Trilce es reconocer que lo escribió un peruano del interior, antes de haber salido de su país; y si Vallejo lo hizo, es porque ya había, incluso ahí, unas condiciones y tensiones que alentaban la gestación de un libro tan desbocado, tan rompedor, tan crudo. Había más personas como él también buscando lenguajes propios, en Puno, en Concepción, en Guayaquil, en Xalapa… Quizás debamos desear el continente y las ciudades que se tienen, no los lugares que uno asume son de avanzada.

Trilce también es el testamento de Vallejo sobre la pobreza, no como una condición indeseable, sino como la base para la creación artística, (¿también para el deseo?), en especial en los Andes, donde la palabra clave quizá sea mañana. Todo está por hacerse, todo queda para mañana mañana mañana. Parece que siempre van a ser las seis de la tarde en Trilce o que algo se está guardando para después o que alguien volverá, pero de tarde (no deja de sorprender que la palabra tarde se refiera tanto a un momento del día como a lo que demora; así como la palabra mañana puede referirse tanto a un momento del día como al día siguiente).

Nos cubriremos con el oro de no tener nada. Es decir, ocuparemos esa región supuestamente periférica, fragilizados, levantando una voz que probablemente no se escuche, pero persistiremos. La pobreza no es solamente la falta de riqueza (y la falta de centralidad), es la falta de respeto también. No se reconoce el trabajo (He almorzado solo ahora, y no he tenido/ madre, ni súplica, ni sírvete, ni agua). No, no solamente no se lo reconoce, ni siquiera se lo reconoce entre el puñado de personas con quienes se comparte vocación y territorio. Es el oro de ser rechazado por todo club privado, toda familia, fraternidad o sororidad excluyente. Y al mismo tiempo: solo se pide respeto (un poco más de consideración).

El oro también es una energía ya derramada, por lo tanto, desperdiciada, perdida e irrepetible. Llegado a un punto, no había otra opción que botarla y esperar un nuevo momento, siempre distinto. Por último, el oro puede ser el propio lenguaje poético. Un tesoro en sí mismo y no apenas la representación de un tesoro hipotético (como podría ser el lenguaje de los intercambios cotidianos, el de los mensajes de texto o incluso el de la narrativa). Pero es lenguaje a la final, y se nos escapa, no lo tenemos.

Vallejo: me gusta el sonido de su voz.

¿Te resultó interesante este contenido?
Comparte este artículo
WhatsApp
Facebook
Twitter
LinkedIn
Email

Más artículos de la edición actual

Recibe contenido exclusivo de Revista Mundo Diners en tu correo