Fotografías: Shutterstock
Edición 460-Septiembre 2020
Muchos consideran que nadie más en el planeta opera a una escala tan global como el artista danés, sobre todo porque el centro de sus creaciones es el espectador y la percepción que este tenga de su obra.
Eliasson está convencido de que el arte puede cambiar la realidad. En otras palabras, cree que cambiar el mundo es transformar cómo experimentamos el mundo. Por eso, su obra no se limita al museo y la galería, sino que involucra a la esfera pública por medio de proyectos arquitectónicos, intervenciones en el espacio cívico, educación artística, formulación de políticas de sostenibilidad y cambio climático.
“Mi trabajo depende de que el espectador convierta las ideas en arte”, explica en un documental, y lo ha logrado de sobra con ideas tan sencillas como reproducir un arcoíris. Una de sus primeras obras fue “Belleza” (1993), al intentar recrear un arcoíris y descubrió que no se necesitaba de mucha ciencia, pues se trataba del ángulo del ojo correcto, el agua y la luz. La clave era que cada elemento esté en la posición y el momento adecuados.
“Si no hay ojo, entonces el ángulo no está y no hay arcoíris. La persona que está al lado no ve tu arcoíris porque su ojo está en otra parte. Es decir, depende totalmente de dónde esté el espectador”, una frase que resume el sentido total de su obra en la que la naturaleza es el pilar. Para él, el ecosistema se convirtió en una forma de crear un idioma con el que la gente pudiera identificarse, y lo hizo a lo grande.
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