Ofrecidas

Por María Fernanda Ampuero///

OfrecidasPE

Qué asco me dan las mujeres, ve.///

Míralas ahí a las muy diablas, diente pelado como choclo, pestaña arriba y abajo, melena hecha rayito, falda, pantalón, vestido, calentador. No importa si tienen doce o cincuenta años: todas son unas perdidas, unas furcias. En los ojos se les ve que lo que quieren es llevarnos a la perdición, a nosotros, pobres, pobres hombres.

Qué repugnancia (escupe) que las ecuatorianas sean tan putas. ¿Es que ya no hay respeto por los valores patriarcales que sostuvieron este gran país? ¿Qué es eso pues que ahora las mujeres salen solas sin el hermano, sin el papacito de ellas, sin el marido? Solas como unas perdidas, así salen. Toditas. Hasta las no se casaron —por feas, por gordas, por tullidas, por simples, por tortilleras— no se guardan, es decir, no hacen lo que se espera de las mujeres con falla: rezar el rosario, dar de comer, coser, hacer cakes y mirar por la ventana, detrás de la cortina, como Dios manda.

Ay, pero ahora no, que si grupitos de amigas tomando y fumando como machos, que si divorciadas que se niegan a volver a vivir con los padres cuando todo el mundo sabe que es lo que una divorciada debe hacer, que si solteras añosas —treinta, treinta y pico, cuarenta— que ni actúan como solteronas ni se quieren poner a hacerle la ropita al Niño Dios como damitas que son, que si fulanas que escriben artículos ofendiendo al hombre, al padre, columna vertebral de todo lo que llamamos noble, valioso, respetable. O sea, alfa y omega del orden social: Dios, patria, familia. Hombre, carajo, hom-bre.

¡Insensatas! ¡Puercas! (grita). Lo que quieren es dañarnos a nosotros, la quintaescencia de la moralidad, y, ya de paso, dañar a esta sociedad que siempre se ha caracterizado por un respeto y una veneración infinitos a La Mujer. Pero sin confundir, ¿eh? A La Mujer, dije, la madrecita, la Virgencita Santa, no estas alzadas —y zorras, zorrísimas, tatay— que, ¿qué se creen mismo pues, que son igual de libres que uno, igual de ciudadanas que uno, que pueden trabajar, ganar plata, vivir solas y encima, en-ci-ma, andar coqueteando, levantándose tipos en un bar, tirando, —¡tirando!—, y que no les va a pasar nada?

No pues guambrita, ¿qué se creen? ¿Que son como nosotros? ¡¿Adónde vamos a llegar?! (Se lleva las manos a la cabeza).

El Ecuador peligra, amigos, y esto es muy serio, hay demasiada mujerzuela suelta, que estudian lo que les da la gana, que dicen lo que piensan aunque no sea lo mismo que piensas tú, que no se dejan levantar la mano a riesgo de que te la corten con una navaja suiza, que se enamoran de otras mujeres, que prefieren no casarse que hacerlo con uno de los imbéciles que las cortejan, que viajan solas, que deciden con quién se van a acostar y con quién no, que ocupan puestos de poder… En fin, hermanos, si sigo, lloro.

Esto es el apocalipsis.

(Ya nomás llora).

Es que uno es humano, ¿entienden? Uno es humano, tiene sus necesidades, sus debilidades, o sea, uno es hombre, ¿no? (Pide que le subrayen lo anterior). Y ellas son unas perras, unas busconas, unas brujas, unas… ¿Cómo decirlo para que quede clarito? Unas… Ofrecidas, sí, eso: ofrecidas. Van y se dan, facilito, se brindan como si fueran canguil, y uno (se le hace un globo de moco) cae como un pendejo porque es como si te dijeran: “¿un vasito de agua?” y tú dices: “ya, Dios le pague”.

Así de fáciles son estas asquerosas, seductoras, acosadoras, tanto que uno queda mal si no aprovecha la oportunidad. Macho que se respeta acepta a la ofrecida, ¿si no qué termina siendo uno? ¿Homosexual? (aclara que no dice maricón para no ofender).

No pues, aunque uno esté casado y ame con alma, vida y corazón a la mujer de sus sueños, o sea, a la ñora, y tenga sus niños que son la luz de sus ojos, estrellas de su alma, foquitos de su ser, uno va y se tira, sí señor, a la ofrecida porque las ofrecidas tienen mañas de hechicera como sonreírle a uno y dirigirle la palabra a uno, y tener tetas y vagina, y ¿otra vez tengo que decirlo?: uno es varón, carajo, varón. (Grita y agita los brazos, fuera de sí. La cámara se cae del trípode, la acomoda bonito).

¿Si ven lo que nos hacen (se suena con un pañuelo de Mickey)? ¡Respétense un poco, so pedazo de puercas! A este país no lo van a destruir ni los volcanes ni los malos Gobiernos, no, lo van a destruir ustedes: ¡ofrecidaaaaaaaaaaaaaaaaaas! (Se levanta. Fuera de cámara dice: “¿sí me quedo bonito, mijita, o le repetimos?”).

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