Por Benjamin Chambers
Las palabras se tornan inadecuadas al intentar describir la cosmopolita magnificencia de la Gran Manzana. Generaciones de migrantes, provenientes de cada esquina del planeta, constituyen y construyen el tejido sociocultural de la multiétnica isla. Sus altos rascacielos de acero y vidrio no descansan de escalar a mayores alturas sobre su horizonte. En las calles la energía humana se articula en todos los dialectos mientras que, debajo en la subterránea dermis, millares de millas de hondos túneles se empalman para transportar la siempre creciente población neoyorkina y a sus fascinados visitantes. Dentro de los museos, bibliotecas, teatros y universidades, los jóvenes globalizan, conservan, interpretan y fertilizan la experiencia humana.
Para llenar los vacíos en mis palabras recurro a las facultades retóricas de la narración gráfica, pretendiendo por esta vía extraer de los momentos fotográficos cotidianos un testimonio contemporáneo de la novedosa complejidad que constituye el versátil panorama de esta icónica y muchas veces capital surrealista.
Presento a los lectores de Mundo Diners este retrato alternativo que recoge las huellas que dejan las luces, sombras y penumbras de Manhattan.