Los libros de Jacob

Olga Tokarczuk autora "Los libros de Jacob"
Fotografía: Wikipedia.org

Un gran libro y, además, un libro grande, en cuya vasta extensión se recrea una Europa Oriental con una numerosa población judía que vive obsesionada por la promesa cósmica de su religión: la inminente llegada del Mesías. Un salvador prometido con una misión, naturaleza y poderes discutidos durante milenios.

Portada "Los libros de Jacob"

La historia que narra la polaca Olga Tokarczuk, Premio Nobel 2018, tiene como antecedente el caso de Shabtai Tzvi, un rabino que vivió en el siglo XVII en el Imperio turco y fue proclamado mesías por sus seguidores. Un siglo después aparece el protagonista de esta novela, Jacob Frank, judío-polaco, personaje histórico en el que algunos de su entorno supersticioso y agorero vieron señales del esperado redentor, que anuncia el inminente fin del mundo.

Un complicado entramado ideológico se desarrolla en esta región cultural caracterizada por su diversidad lingüística, religiosa y étnica. En el siglo XVIII este rompecabezas intenta ser ordenado por los imperios austríaco y otomano, todavía enormes y poderosos, mientras que Rusia y Prusia aparecen amenazadoras. En medio de ellas está lo que queda de la gran Polonia de siglos anteriores, que no tardará en disolverse en las arbitrarias “particiones”.

Un magnífico embaucador ordinario

Olga Tokarczuk demuestra erudición, capacidad investigativa y eficaces recursos narrativos con los que edifica un universo literario preciso y rico. La figura del “mesías” y su impacto en este monumental entorno es lo trascendental en esta novela biográfica. La magia no está en el argumento, sino en la mente de los personajes; se transcribe lo que ellos ven o creen ver en el extraordinario ser ordinario que es Jacob Frank, sin entrar en demasiados análisis psicológicos ni en especulaciones teológicas.

Este profeta indigerible y refractario se convertirá falsamente al Islam y se bautizará fraudulentamente cristiano, mientras establece un culto secreto de orgías y obliga a tener relaciones sexuales a sus discípulas y a algún discípulo. Sostiene que con su venida la ley de Moisés ha caducado. Cuando pueda vivirá con grandes lujos, pero también soportará años de miseria y escasez.

El supuesto ungido es alto, atractivo quizá pero no hermoso, ignorante, su verbo es poco dúctil, en ese ambiente multilingüe no domina más de dos idiomas y él mismo se califica de simplón. Es vigoroso, prepotente, abusivo y egocéntrico. “Es un charlatán”, dicen algunos de sus colaboradores, pero esos son los más serviles.

Su secta pervivirá hasta el siglo XX. ¿Dónde reside la facultad de hacerse obedecer y amar hasta la idolatría y la humillación que tienen algunas personas sin brillo especial? Preguntas y enseñanzas que nos deja este viaje de 1085 páginas por una Europa que deja de ser barroca para abrirse a la Ilustración.

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