Edición 459 – agosto 2020.
Fotografía: Shutterstock
Somos muchos los que pensamos lo mismo: nuestros hijos están pasando más tiempo del que deberían frente a la computadora. Somos muchos los que nos preguntamos lo mismo: ¿qué están aprendiendo nuestros hijos mientras pasan más tiempo del que deberían frente a la computadora? Y somos muchos quienes lo estamos pensando: ¿es el homeschooling una opción?

Águeda dibujó en su cuarto el cielo tal y como se veía el día de su nacimiento. Ahí está la constelación de Capricornio, también la del Indio Americano y Júpiter es el punto más brillante después del sol. La idea surgió cuando la niña, de once años, que sueña con convertirse en astrónoma, se preguntó dónde estaban las estrellas cuando ella vino al mundo. Cristóbal Cobo, su padre, usó un programa astronómico para ayudarla a investigar y juntos lograron reproducir el cielo del 12 de enero de 2009, a las 06:15, la hora exacta en la que Águeda conoció al mundo. Luego proyectaron el cielo sobre la pared escogida para el mural y la niña calcó los cuerpos celestes. El antojo de la aspirante a astrónoma irá más allá. Cristóbal cuenta que se convertirá en un emprendimiento familiar llamado Ecuasky. “Vamos a lanzarlo por Facebook, si tienes una pared en tu cuarto, te la diseñamos, te la pintamos, te la dejamos lista con los nombres de las constelaciones, los planetas y los astros que se veían en el momento de tu nacimiento”.
Julieta, hermana mayor de Águeda, también se hace preguntas. Hace poco, esta adolescente de catorce años empezó a experimentar con cápsulas de vida que se sellaron al vacío sin que ella se lo propusiera, y preguntó a su padre por qué había ocurrido. Cristóbal dice que lo hablaron poco antes de iniciar esta entrevista y apenas cierre el teléfono irá a investigar para ayudar a su hija a entender el fenómeno. “Se le ocurrió meter carbón, tierra, agua y plantitas en frascos de cristal y los cerró al vacío. Comenzamos a hablar que, por un efecto físico o químico de la atmósfera, que por dilatación o compresión, el frasco adquiere un aislamiento interno. Tenemos que leer más para complementar el experimento”.
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La curiosidad de Águeda y de Julieta es el motor de su aprendizaje. Aprenden lo que tienen ganas de aprender. Esa es la clave del unschooling, un estilo, el más libre, que tiene la educación en casa, mejor conocida como homeschooling. Cristóbal, de 52 años, y su esposa, Gabriela, de 42, se consideran pioneros en este tipo de enseñanza. Ambos viven en Cayambe y trabajan en el sector del turismo. Cuando empezaba la escolarización de sus hijas, en 2010, intentaron abrir su propia escuela Montessori (que busca la formación integral del niño: crecimiento físico, social, emocional y cognitivo) en la comunidad. Se prepararon como guías Montessori, hicieron una inversión fuerte, tuvieron alrededor de treinta estudiantes, pero no obtuvieron los permisos y optaron por la educación en casa.
Antes los padres que daban la espalda al sistema educativo eran considerados excéntricos y algunos se negaban a hablar de su experiencia porque sentían que estaban fuera de la norma. El Ministerio de Educación reservaba la educación en casa para los estudiantes que realizaran una actividad extracurricular que les impidiera asistir a clases o que tuvieran algún problema de salud. Según esa normativa, promulgada en 2013, los padres que querían educar a sus hijos debían ser profesionales y tramitar una autorización del ministerio. Muy pocos se sometieron a la burocracia. Quizás eso empujó la norma más reciente (el Acuerdo Ministerial 2019-00057), emitida en agosto de 2019, que indica que los padres que opten por el homeschooling solamente deben contar con el apoyo de una institución educativa que garantice la educación de sus hijos. Esto ha abierto la puerta a varias entidades extranjeras (las llaman escuelas sombrilla) que emiten certificados de pase de año que son reconocidos en el Ecuador gracias al Convenio de La Haya.
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A sus diez años, Eduarda tiene un interés especial por la historia universal; busca información en Internet y luego conversa con sus padres. Ahora mismo está metida de cabeza en las grandes guerras de la humanidad. Hace un año, sus padres decidieron retirarla del colegio de monjas al que asistía, donde sufría bullying, y ocuparse de su educación. Su papá, Henry Caro, de 45 años, cuenta que su hija resolvía los ejercicios en clase antes que sus compañeras y los profesores le llamaban la atención porque empezaba a hacer otras actividades. Además, sus compañeras la consideraban rara y no se juntaban con ella.
La hermana menor de Eduarda, Paula, de ocho años, fue retirada de la misma escuela religiosa. Tras los primeros meses de educación en casa, bajo la guía de su madre, de 43 años, aprendió a leer y escribir, conocimientos básicos que no pudo adquirir en la escuela por la dislexia que padece. “Yo realmente desconocía que esto existía, pero un día mi hija más grande me dijo que una amiga de la gimnasia aprende en la casa con cedés, entonces hablamos con la mamá de la niña y nos contó de qué se trataba. Yo pensaba que estaba loca, ¿quién va a creer que uno le puede enseñar a un niño en la casa?”, cuenta Henry. “Me puse a investigar en Internet sobre el tema, quería estar seguro. Duré como dos meses investigando y no encontré un solo comentario negativo sobre el tema”.
Eduarda y Paula recibirán al final de este año lectivo un pase de año de la West River Academy, que es una de las escuelas sombrillas más conocidas en el Ecuador. Eso de alguna manera tranquiliza a sus padres, que no han descartado que en algún momento sus hijas quieran regresar a la escuela tradicional. La West River Academy está basada en Estados Unidos y utiliza la metodología unschooling. Al final del año solo pide que las familias informen de los avances que hacen sus hijos.
Y no es la única opción, en las redes sociales hay una infinidad de opciones: hay escuelas sombrillas en Colombia, Chile, Argentina, México y Canadá. Algunas ofrecen un currículum fijo que los padres deben seguir y otras no.
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Hay que contar que, en medio de la pandemia, han surgido varios emprendimientos en el país para guiar la educación en casa. Las docentes María José Reichenbach y Michelle Rothenbach se han convertido en tutoras de homeschooling a tiempo completo. Ellas perdieron su trabajo en una escuela privada de Quito y decidieron iniciar un proyecto de educación alternativa llamado El Mangle. De momento han convocado a diez alumnos de Puerto Ayora, a quienes conocían previamente. Al comienzo quisieron apoyarse en el Ministerio de Educación, es decir, hacer que los niños se registren en una institución y rindan sus exámenes allí, pero optaron por buscar una escuela en el extranjero que provea las certificaciones. “Nosotras nos encargamos del aprendizaje, pero no buscamos tener al niño ocho horas frente a una computadora. Es importante que las familias entiendan que cualquier tipo de educación tiene que tener un involucramiento más grande de la comunidad. Y creo que eso ha sido lo interesante de este momento, las familias pueden ver cómo es el proceso de aprendizaje y ver los logros”.
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Intelecta.ec es un portal creado por Sofía Ramírez, quien educó en casa a su segundo hijo, que hoy tiene catorce años. “Mi hijo tuvo varias facetas en su vida, pasó por ‘el niño es malcriado’, ‘el niño es mimado’, ‘el niño tiene trastorno por déficit de atención e hiperactividad’, ‘el niño es bipolar’ y un largo etcétera. Cuando empezaron los diagnósticos más fuertes, decidimos tomar un respiro del sistema educativo”, dice Sofía. Hasta hace poco trabajaba en el sector del turismo, pero ahora confía en generar ingresos usando su experiencia. Su propuesta pasa por “nacionalizar” los contenidos que existen para hacer homeschooling y promocionar materiales didácticos hechos en el Ecuador mediante su plataforma.
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Julián tiene dieciocho años y lleva media vida haciendo homeschooling. Hace poco decidió estudiar Diseño de software en una universidad privada de Quito y le fue tan bien en las pruebas que entró a un programa para bachilleres con cualidades excepcionales. Entonces tuvo que escoger entre una beca para sus estudios o un trabajo y optó por lo segundo. Su madre, Natalia Rivera, de 45 años, referente de la educación en casa en este país, cuenta que su hijo examinó el pénsum de estudios y concluyó que muchas de las cosas que le iban a enseñar ya las sabía. “Él desde los trece años tomó los cursos que quiso tomar, como ya sabía lo que le interesaba se fue por ese camino. Hay muchos cursos gratuitos de esos temas y si había alguno que no era gratuito, de algún lenguaje de programación, él mismo escribía una carta para solicitar una beca. Hubo épocas en las que le interesó también la filosofía, la economía; nosotros no somos religiosos, pero un tiempo incluso cogió un curso de la ciencia de las religiones”.
Joaquín, el hermano menor de Julián, también es un homeschooler. A sus ocho años ha consumido mucha más literatura que la media porque es un fanático de los audiolibros desde antes de aprender a leer. Su madre asegura que hay que confiar en la capacidad de aprender de los niños, pero también hay que exponerlos a distintos estímulos. “Yo aconsejo a los padres que creen un ambiente de aprendizaje en casa con materiales: una caja de arte, revistas, libros y juegos a disposición. La casa nítida y limpia no es un buen lugar para aprender, tiene que haber algo de caos para que ocurra el aprendizaje”.
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La conclusión de Natalia es que no hay un solo camino para aprender y que es importante que los niños se rodeen de adultos apasionados por lo que hacen. “Si tú rodeas a tus hijos de un ambiente donde se lee, se escribe, donde hay libros, donde hay gente interesante, toda la parte académica se da”. Para eso están los grupos de apoyo que, además, son la mejor respuesta a los críticos de la educación en casa, que dicen que los homeschoolers no socializan. En esos grupos se habla más del homeschooling como un estilo de vida y se planifican actividades en torno a los intereses de todos: ferias de ciencia, acampadas, paseos, visitas a museos… Para Natalia es importante confiar en el instinto de los padres más que en los expertos. “En la escuela tradicional te acostumbras a que alguien más te diga qué tienes que hacer y empiezas a sentir que la educación es una ciencia y solo los expertos pedagogos saben cómo hacerla; pero la casa no es la escuela, es una energía superdiferente, yo digo mucho a las mamás y papás que enseñamos a nuestros hijos de una forma más orgánica, a través de nuestro ejemplo, de contarles con pasión lo que nos gusta”.
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Ahora que la pandemia ha convertido a los padres en maestros improvisados, la ministra de Educación, Monserrat Creamer, adelantó a Mundo Diners que esta modalidad de estudio llegó para quedarse. Los padres podrán seguir con el aprendizaje en casa, aunque el Gobierno decrete el retorno a las aulas. La secretaria de Estado contó que trabajan para dar más herramientas pedagógicas a los padres (hay webinars y recursos en la plataforma recursos2.educacion.gob.ec) y en breve saldrá una nueva normativa. “Vamos a enunciar todos los lineamientos que regulen el sistema de calidad y de costos del homeschooling”. La pregunta es si seremos capaces de asumir la responsabilidad de educar a nuestros hijos. Todos los padres consultados para este reportaje hablan de un cambio de estilo de vida, de dedicar tiempo a la educación de sus hijos, porque, aunque haya un tutor, la responsabilidad mayor recae en los padres. En la casa, además, no se delimitan los tiempos para aprender, no hay vacaciones, por decirlo de alguna manera, solo días en los que aprendes otro tipo de cosas.
Todo indica que tendremos, quiero decir, que la sociedad tendrá, más Águedas, Julietas, Eduardas, Paulas, Julianes y Joaquines creciendo en un mundo sin techos que limiten sus ilusiones, sus ambiciones, sus curiosidades, su educación.
Y eso motiva a hacer el experimento de llevar la escuela a la casa, ¿no?
Para recuperar la confianza
• El libro de André Stern Yo nunca fui a la escuela es un libro que ha triunfado en Alemania y en Francia. Es un libro escrito en primera persona y cuenta la historia de André Stern, un niño como cualquier otro, pero que nunca pisó una escuela y sus padres tampoco le dieron clase en casa. Y aun así, hoy en día es músico, compositor, lutier (construye instrumentos), autor y periodista que ama lo que hace. Además, habla cinco idiomas y es promotor de los movimientos Ecología de la infancia.
Fuente: www.demicasaalmundo.com
• Iván Ilich (1926-2002) es considerado el máximo representante de la corriente pedagógica de crítica radical a la escuela: uno de los padres de las teorías de la desescolarización. La sociedad desescolarizada es un discurso crítico sobre la educación en las economías modernas. El libro está lleno de programas muy detallados que prevén de la inefectiva naturaleza de la educación institucionalizada.
Fuente: Wikipedia.com
• John Caldwell Holt (1923-1985) es considerado el fundador de la corriente homeschooling. En sus primeros libros afirmó que las escuelas fomentan la competencia y la ansiedad, y que los niños fracasan en ellas porque sienten miedo a ser humillados o castigados. Alrededor de 1976 Holt fue contactado por familias de todo Estados Unidos que habían tomado la decisión de educar a sus hijos en casa. A partir de entonces, comenzó la publicación de una revista dedicada a la educación en el hogar llamada Growing Without Schooling (Creciendo sin escolarización).
Fuente: www.enfamilia.com
• Libres para aprender es un libro escrito por Peter Gray, uno de los expertos mundiales en la evolución del juego infantil; aplica sus conocimientos enciclopédicos de psicología, y su voz compasiva, a una cuestión tan acuciante como es la reforma educativa. Como él lo explica le interesa de manera particular los aspectos de la naturaleza de los niños que les permiten aprender por iniciativa propia lo necesario para sobrevivir y para desempeñarse de manera adecuada en la cultura en la que nacieron, es decir, las bases biológicas de la educación.
fuente: www.estonoesunaescuela.org
Sitios útiles:
contusguaguas.com
viviresaprender.com
elnidocasaabierta.com